En obsequiosa entrevista televisiva, Felipe Calderón habló del "México que yo quiero", donde fuera un emperador incuestionado, ajeno y temeroso del pueblo, por lo que lo reprime, ignorando que mientras más fallido un Estado, más terror usa, y mientras más terrorista es, más fallido resulta, en un círculo extremadamente vicioso.
por Fausto Fernández Ponte
"Lo que está pasando en Atenco, de cierto modo es terrorismo de Estado". Manu Chao.
I
En reciente entrevista difundida por el canal de televisión del Instituto Politécnico Nacional, Adriana Pérez Cañedo, conductora de su principal programa de noticias, le pidió a Felipe Calderón su opinión acerca de la visita de Hillary Clinton a México.
El Presidente de facto (así considerado por millones de sus connacionales) soslayó la interrogante y centró su respuesta en la visita próxima de Barack Obama, cuyo modo de pensar, dijo, es "coincidente" con el suyo en algunos aspectos.
Y uno de esos aspectos coincidentes es el de la relación bilateral de México y Estados Unidos relativa a la llamada narcoguerra. EU ya aceptó su responsabilidad: la causa del tráfico de estupefacientes y psicotrópicos es el consumo incontrrolado en aquel país.
En la entrevista --de subvencionada guisa-- lo que dominó fueron las expresiones hiperbólicas de la cosmovisión del jefe del Espuriato acerca del ejercicio coactivo constitucional del Estado. Ese ejercicio es militar, más que policiaco.
Por ello, ese ejercicio exhibe una naturaleza metaconstitucional que es, a la luz de la letra y el espíritu de la Carta Magna misma, violatorias de ésta, pues deviene en causativa de terror social. Aterroriza a la población civil. Y quiere aterrorizarla aún más.
II
Esa consecuencia colateral y conexa, omnipresente en la vida cotidiana, accede a un estadio que no pocos mexicanos infieren --con validez filosófica, jurídica, pólítica, moral y ética-- como solución estratégica a los problemas del país causales del Narco.
No en vano en el mundo --principalmente en EU, Europa y América Latina-- se califica esa solución estratégica diseñada y aplicada indiscriminadamente por el Estado mexicano, como terrorismo. Terrorismo de Estado, pues.
Y cuando un Estado --cualesquier Estados-- en el decurso experiencial de la historia recurre a esas prácticas como solución estratégica, y no sólo táctica, de problemas solucionables mediante otras vías, más civilizatorias, se define a sí mismo.
Sin duda. Tal es la experiencia histórica. Un Estado así se define fallido. En su obvia cortedad intelectual y vivencial, formativa incluso, el señor Calderón exhibió públicamente una vena francamente fascista y, ergo, antisocial.
No pareció tener don Felipe conciencia de las aberraciones que le decía a una obsequiosa entrevistadora --la señora Pérez Cañedo-- ni la laya siniestra de su mensaje, dirigido a una audiencia que no es, en rigor, muestra representativa de la sociedad mexicana.
Ante esa muestra demográfica --el pueblo llano no accede al canal del IPN, dado el cortísimo alcance de éste--, don Felipe se nos manifestó patibulario, arrogante (en Veracruz y el sureste de México se le calificaría de "echador"), prepotente y amenazador.
III
Vero. En su soberbia, no discernió siquiera el mandatario de facto que sus propuestas para reformar la Constitutición y convertir al Estado policiaco de hecho, en uno derecho, violan principios elementales de la Constitución y los derechos humanos.
En un momento dado de la entrevista --tan somera que podría servir como antiejemplo en las escuelas de periodfismo--, don Felipe habló del "México que yo quiero", no el que en su diversidad plural los mexicanos quieren. "Yo", pues. El Estado soy yo.
Y antojaríase obvio que no son pocos los mexicanos que no quieren un México como el que el señor Calderón concibe: un México de simulación en el ejercicio del poder, doble discurso y demagogia, para disfrazar la corrupción y la represión a disidencias y albedríos.
La represión --muchos desaparecidos y presos políticos-- tiene rostros de fauces babeantes y hediondas, precisamente las del terrorismo de Estado, intimidatorio y paralizante. Sólo un Estado que ha fallado recurre al terror para imponerse y disuadir.
Por supuesto, el señor Calderón es secuela del caldo de cultivo creado por la cultura del poder en México. Esa cultura tiene ADN --génesis y morfología-- priísta, que nutre no sólo al PAN, sino también al PRD y a los demás partidos, sin excepciones.
La moraleja que se desprende de esta realidad es pedagógica circular: mientras más fallido un Estado, más terror usa. Y mientras más terrorista es, más fallido resulta. El círculo es extremadamente vicioso. Un Estado fallido le teme a las ideas del pueblo.
ffponte@gmail.com
Glosario:
ADN: siglas de ácido desoxirribonucléico. Macrocélula que forma parte de todas las céludas orgánicas y contiene la información genética usada en el desarrollo y funcionamiento de los organismos vivos conocidos y algunos virus, siendo responsable de su trasmisión hereditaria.
Cosmovisión: manera particular de registrar y entender al universo, al mundo, la vida y al hombre y su historia, y la realidad física y social.
Espuriato: régimen o sistema de instituciones o gobierno espurio o conformado por personeros o espurios.
Hiperbólica: de hipérbole, figura del lenguaje que exagera.
Subvencionada: de subvención. En esa entrevista, el señor Calderón anunció un aumento en la subvención gubernamental al canal de televisión del IPN.
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