JOSé GIL OLMOS
MÉXICO D.F., 25 de febrero (apro).- Durante dos años estuvieron en paz cogobernando, pero a inicios de este año Felipe Calderón y el PRI se distanciaron en una reunión celebrada a puerta cerrada y de la cual hasta ahora comenzamos a tener información de que el tema del narco es la manzana de la discordia.
Hace unos días comenzó a filtrarse que la plana mayor priista, es decir, gobernadores, dirigencia nacional y coordinadores parlamentarios, se reunieron en Los Pinos hace una semana y que de esa reunión se habían discutido temas importantes.
En el transcurso de estos últimos días se han dado muchos enfrentamientos entre priistas y el gobierno de Calderón apoyado por el PAN. Daba la impresión de que se trataba de un pleito electoral y que no había más que un escarceo discursivo.
Pero la columna de Carlos Loret de Mola publicada el martes pasado nos dio los primeros detalles de la profundidad de las diferencias y de los temas tratados en esa encerrona: los reclamos y acusaciones mutuas del involucramiento de gobernadores, presidentes municipales panistas y priistas en el narcotráfico.
Cuando las fiestas terminan, lo que ocurre es que la cruda realidad se impone, y en el caso de la que tuvieron Calderón y priistas, mientras duró la luna de miel todo fue felicidad, pero ahora que concluye se dicen sus verdades y lo que se prevé es una pelea de la cual habrán de salir algunos lastimados.
Si el reclamo de Calderón fue que los gobernadores del PRI, así como algunos alcaldes, no cooperan en la lucha contra los narcotraficantes, aludiendo una posible complicidad, la misma acusación se podría aplicar a los militantes del PAN que gobiernan en Baja California, Jalisco, Querétaro, Morelos donde se sabe que operan y viven los narcos más fuertes del país.
Si es verdad que fue Calderón y no el secretario de Economía, Gerardo Ruiz, quien en realidad dijo en esa reunión que sólo falta que el próximo presidente de México sea un narcotraficante, esta declaración sería aún más irresponsable porque vendría del jefe del ejecutivo y no de un subalterno. Una declaración de esa naturaleza proveniente del presidente de un país es muestra de la inconciencia del mismo, de la falta de claridad y de la responsabilidad del papel que juega y sobre todo de las consecuencias de sus actos.
Con una declaración así Calderón estaría demostrando su desesperación ante un problema que ya lo rebasó como es la inseguridad producto del dominio del crimen organizado, incluido el narcotráfico. De la misma manera estaría mostrando un carácter irasible que le ciega ante un adversario al que invita a sentarse en su propia mesa y no sabe cómo tratarlo para sacar acuerdos. Igualmente la debilidad y la soledad con la que esta gobernando pues no le es suficiente con su partido ni con sus gobernantes para salir al paso de este atolladero, sino que necesita del PRI para llevar el timón del país.
Germán Martínez, dirigente nacional del PAN también ha hecho reclamos recientes a los gobernadores y ediles del PRI de no cooperar lo suficiente para pelear contra el narco y, al parecer, el panista estaría retomando también las palabras de su jefe y amigo Calderón.
Pero en el caso de Martínez su intención es evidentemente electoral, pues quiere minar la credibilidad del PRI sin tomar en cuenta que las mismas acusaciones que les hace se pueden aplicar a sus compañeros de partido y de igual manera a los del PRD.
Los fracasos electorales de Germán Martínez lo están llevando a la misma desesperación de Calderón, hacer declaraciones sin que se tomen acciones ante el grave problema del narcotráfico. Al gobierno panista le falta actuar y sólo de esa manera podría tener oportunidad de recuperar algo de credibilidad.
Sin embargo, lamentablemente se ve difícil que vayan contra algún gobernador o un presidente municipal del PRI involucrado con el narcotráfico pues tendrían que hacer lo mismo con alguno del PAN que no se salvan de los cañonazos en dólares que les sueltan para dar protección a los distintos grupos o carteles que se disputan al país en plazas que ellos mismos han establecido distribuyéndose el territorio nacional.
Supuestamente en esa reunión celebrada al parecer el pasado martes 17 en Los Pinos, Calderón y los priistas habrían establecido un acuerdo de no agresión respecto al tema del narcotráfico. Pero las buenas palabras se las lleva el viento y en medio de una tormenta electoral todo lo que podemos prever es un clima de violencia verbal que en nada ayuda a resolver un grave problema que afecta a todos los mexicanos por igual, independientemente del partido y de la posición económica.
Comentarios: gil@proceso.com.mx
viernes, 27 de febrero de 2009
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