sábado, 8 de noviembre de 2008
El epitafio del secretario
¿Se han dado cuenta ustedes de que los malos nunca mueren? Siempre que alguien fallece, lo único que se oye recordar acerca de él a los vivos es “lo bueno que era”.
Si uno se atuviera a las palabras pronunciadas o escritas en los medios de comunicación típicos y a las de los actores políticos de siempre, nos sorprendería la noticia de la muerte de un santo. En estos días un santo murió, pero ¿cuando vivió, que nunca nos enteramos?
Dudo que la repetición de panegíricos, ininterrumpida a lo largo de las últimas horas, logre engañar a alguien. Camilo Mouriño fue un sujeto corrupto; pasó toda su vida del lado de “los malos”, por si alguien comenzaba a creer que la maldad no existe.
Su padre, el gallego Carlos Mouriño Atanés, ex-gerente de un hotel de lujo en la Ciudad de México, se estableció en la primera mitad de los años 80 en Campeche, donde llegó a ser el empresario mejor consolidado. Después de apoyar durante 10 años al PRI, en 1992 pasó a apoyar al PAN. Felipe Calderón era entonces secretario general del partido. “Don Carlos” (así le llaman sus subordinados) presenta a su hijo Camilo con Felipe y los dos jóvenes (Felipe contaba 31 años y Camilo sólo 21) terminarían siendo grandes amigos.
Juan Camilo Mouriño Terrazo, llamado “Iván” por su gente cercana (Iván es un nombre ruso equivalente a Juan), nació en Madrid el 1 de agosto de 1971. Su madre, Ángeles Terrazo, al igual que “Don Carlos”, su padre, venía de la provincia española de Orense, Galicia. “Iván” se recibió de licenciado en Economía por la Universidad de Tampa, Florida, y de maestro en Contaduría con especialidad en Finanzas por la Universidad Autónoma de Campeche. A la mitad de los años 90, en una fecha que nadie ha querido precisar, Camilo, quien administraba los bienes familiares, fue secuestrado. Lo tuvieron 12 días con los ojos vendados. La familia pagó para que el contador pudiera salir libre.
La trayectoria política del joven Mouriño marchó entera bajo la tutela de Felipe Calderón. En 1997, el PAN lo postuló como candidato a diputado local por el V distrito; con 26 años, se convirtió en el legislador más joven de la historia del Congreso estatal. En 2000 obtuvo una diputación federal plurinominal en la LVIII Legislatura del Congreso de la Unión. En 2003 intentó llegar a la presidencia municipal de Campeche, pero resultó derrotado por Fernando Ortega Bernés, del PRI. Calderón, secretario de Energía del presidente Vicente Fox, designa a Mouriño como asesor y en 2004 como subsecretario de Electricidad. Luego de un altercado con Fox (porque éste no tenía en mente a FeCal como sucesor, sino a Santiago Creel), Calderón renuncia a la secretaría. Mouriño se va con él y, cuando arranca la campaña de Calderón por la presidencia, es nombrado coordinador general de la campaña. Josefina Vázquez Mota lo sustituye y, una vez electo Calderón, ocupa primero el cargo de jefe de la oficina de la presidencia y después el de secretario de Gobernación.
Con ascensos tan rápidos —consecuencia de componendas intrapartidistas y de la amistad con el actual presidente; nunca del interés popular—, la mayoría de los mexicanos no conocimos a Mouriño antes de la campaña de Calderón; sin embargo, años atrás los periódicos ya investigaban al político, visto el repentino enriquecimiento de su familia. La empresa GES, propiedad de los Mouriño, tiene en su contra una denuncia interpuesta el 22 de abril de 2003 por la delegación 17, sección 40, del sindicato petrolero; se le acusa de fraude “por adquirir gasolina a precio subsidiado sin requerirlo”. ¿Y qué es la empresa GES?
El Grupo Energético del Sureste, GES, compañía fundada en 1997 por el padre de Camilo, posee decenas de expendios de gasolina en Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán, además de prestar servicios de transporte de combustible. La división GES de franquicias abarca en el sureste alrededor de 70 franquicias de distintos giros; alimentos, principalmente: Baskin-Robbins, Benedetti’s Pizza, Burger King, Church’s Chicken, etc.
El comportamiento de GES la ha hecho acreedora a un sinnúmero de denuncias. Además de obtener subsidios innecesarios, hace unos meses construyó en Mérida dos gasolineras sin tramitar el permiso de uso de suelo. En lo laboral, un grupo de ex-trabajadoras de GES intenta desde 2005, sin éxito, que la empresa las indemnice por los injustificados despidos de que las hizo víctimas.
En febrero de este año, entre los dimes y diretes que precedieron a la aprobación de la reforma energética, Andrés Manuel López Obrador señaló a Mouriño como traficante de influencias: una empresa de la familia Mouriño, Transportes Especializados Ivancar (nombre que alude al mote de Juan Camilo), concertó en los primeros años de la década actual diversos negocios, asociada a la división de refinación de Pemex; los documentos mostrados por AMLO contienen la firma de Juan Camilo en su calidad de apoderado general de la empresa; el problema es que por entonces Camilo asesoraba a la secretaría de Energía, lo que volvía ilegal la celebración de contratos entre Pemex y los Mouriño. El secretario de Gobernación se defendió apelando al tiempo de convivencia familiar que le restaba su actuación de funcionario público. Según la revista Reporte Índigo, el secretario era socio, tesorero y apoderado de todas las empresas de su familia: Grupo Energético del Sureste, Transportes Especializados Ivancar, ESGES, Tesorera GES, Gasovales GES e Inmobiliaria GES (utilizo el resumen del diario saltillense Vanguardia).
Mouriño padre, por su parte, de vuelta en España, compró el club de futbol Celta de Vigo, con lo que se involucró en un escándalo de tráfico de influencias y uso de información privilegiada (¿padre de tigre, pintito?).
El secretario Mouriño también fue cuestionado por mentir en lo tocante a su nacionalidad. Nació en España, pero por ser hijo de inmigrantes españoles nacionalizados mexicanos se le considera oficialmente mexicano. No tenía por qué mentir; sin embargo, continuaba viajando con pasaporte español y sostenía en las entrevistas haber nacido en México.
El martes de esta semana, después de una gira en San Luis Potosí, Mouriño volvía a la Ciudad de México a bordo de un avión Learjet 45 en compañía de José Luis Santiago Vasconcelos, ex-subprocurador general de la República y quien se desempeñaba actualmente como asesor de la Secretaría de Seguridad Pública. El Learjet se estrelló en la intersección del anillo periférico y el Paseo de la Reforma. Fallecieron los nueve tripulantes: Vasconcelos, Mouriño y siete personas más, incluyendo a la directora de información de la Segob Norma Díez, al portavoz Miguel Monterrubio y al coordinador de giras Arcadio Echeverría. Fallecieron asimismo seis personas que se encontraban en la calle en el momento del aparatoso accidente. A los hospitales llegaron cuarenta heridos.
De inmediato surgió la sospecha de que no se trataba de un accidente, sino de un atentado. La premura —casi se diría nerviosa— con que Luis Téllez, secretario de Comunicaciones y Transportes, negó inmediatamente la posibilidad de un atentado, no hizo sino acrecentar la desconfianza (un cable de la agencia EFE estimaba que la investigación del siniestro tardaría varias semanas “por falta de indicios”). Así, la rumorología mexicana adjudica el supuesto atentado a los opositores políticos del régimen, o bien a un ajuste de cuentas dentro del mismo gobierno. No parece verosímil, en este caso, ninguna de las dos elucubraciones, pero es digna de estudiarse la sospecha que involucra al narcotráfico. Santiago Vasconcelos se desempeñó en 2006 como titular de la subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO, de la PGR); nunca dejaron de pender sobre él las amenazas de los barones de la droga, que intentaron asesinarlo en al menos tres ocasiones, la más reciente el 18 de enero.
¿Qué frase se leerá en el epitafio del secretario Mouriño? No fue más que un delincuente que utilizó en beneficio particular su poder de funcionario público. La muerte no le otorga inocencia, aunque el periodismo oficialista utilice el chantaje sentimental y el gobierno federal pretenda aprovechar un accidente para que dejemos de hablar de los delitos por los que debió haber sido castigado en vida Camilo Mouriño.
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