martes, 21 de octubre de 2008

La privatización del país

La privatización de Pemex:
Exigencia de los millonarios
Edgar González Ruiz


La privatización de Pemex ha sido desde hace tiempo una exigencia de los grandes intereses económicos, sobre todo extranjeros, en detrimento del bienestar de las mayorías.

Esas presiones se agudizaron desde que la derecha llegó al poder, en el 2000. Cuatro años después, en su Indice de Libertad Económica, 2004, la Fundación Heritage (uno de los principales think tanks, o centros de análisis al servicio de Bush) y el Wall Street Journal calificaron negativamente a México en ese rubro y denunciaron: “...La falta de deseo manifiesto por parte de la administración del presidente Vicente Fox de privatizar parcialmente a PEMEX, constituye una poderosa señal negativa... Fox tendrá que esforzarse más para crear un mejor clima comercial con el propósito de fortalecer la confianza pública en los mercados y la democracia".

La Heritage Foundation había propuesto privatizar PEMEX para pagar la deuda interna y externa de México, vendiendo la empresa en unos 150 mmdd provenientes de inversionistas extranjeros como DuPont, Exxon-Mobil, Shell, etc.

Calderón, quien llegó al poder mediante el fraude electoral y la imposición militar, está dispuesto a cumplir sus compromisos con los millonarios, nacionales y extranjeros, incluyendo la privatización de Pemex, en un contexto nacional marcado por la devaluación del peso, el alza de productos y servicios básicos, y la militarización del país, bajo el pretexto de la lucha “contra la delincuencia”.
Mientras tanto, en EU, la superpotencia vecina de México, se vive el final del largo y sangriento periodo de Bush, que engañó y masacró con tal de defender turbios intereses económicos. Agresiones militares, como la perpetrada contra Irak, y las de tipo mediático y político contra otros países, como Venezuela, han tenido como motivación evidente el control de los recursos petroleros.

Ahora, precisamente cuando en EU los republicanos pretenden seguir en poder así sea por un margen mínimo y recurriendo al fraude, en México, el gobierno derechista está ansioso por entregar Pemex a los intereses particulares.

Los argumentos que esgrime la derecha para justificar la llamada “reforma energética” no son para tomarse en serio, pues mientras que el gobierno alega la falta de recursos para invertir en áreas fundamentales, ha estado presto para regalar el dinero a manos llenas al clero y a grupos católicos, o para proteger los delitos de cuello blanco perpetrados por personajes encumbrados, entre los que se ha mencionado al secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, de ascendencia española, el expresidente Fox y su esposa Marta, y el famoso cuñado incómodo de Calderón.

Asimismo, el gobierno, tan avaro con las necesidades populares, ha desatado una sangrienta y costosísima “guerra” contra el “crimen organizado” y el narcotráfico, como si las bandas criminales no tuvieran complicidades en las fuerzas armadas, y como si imponer normas moralistas a otros justificara el uso de la fuerza. Por añadidura, se vive en México la paradoja de que Calderón, además de ser un mandatario ilegítimo, es un alcohólico empeñado en perseguir mediante el ejército a los adictos y traficantes de otras sustancias.

A la vez que el gobierno y sus aliados tratan de engañar a la gente con trucos y juegos de palabras (por ejemplo, que no se trata de “privatizar” sino de “modernizar”), en la página Web de Pemex (www.pemex.com.mx) se exhibe descaradamente el deseo de atraerse inversiones extranjeras.
En la paraestatal se ha creado incluso un área de relación con inversionistas y “promover el acercamiento con la comunidad financiera”.


Para enfrentar la inconformidad popular, Fecal ha recurrido al apoyo de los grandes medios de comunicación, que cotidianamente difunden una tramposa publicidad oficialista ante una sociedad con precarios hábitos de lectura; ha reprimido a los disidentes, incluyendo el sector magisterial, pues otro de sus objetivos es la privatización de la educación, y ha tratado de atraerse a políticos convenencieros del PRI y del PRD, quienes se prestan a respaldar proyectos impopulares con tal de ganar posiciones políticas.
Ante todo, el gobierno derechista parte de la premisa de que el pueblo tendrá que seguir aguantando, indefinidamente, porque él, Fecal, cuenta con el poder de las armas, como último recurso, por si la televisión, el clero y las maniobras empresariales fueran impotentes ante la furia popular.
Pacientemente, el principal movimiento de resistencia popular en el país, encabezado por el excandidato presidencial Andres Manuel López Obrador, el verdadero triunfador en las elecciones del 2006, ha seguido el camino del pacifismo a ultranza, que una y otra vez topa con el autoritarismo y la intransigencia del gobierno de Fecal.
Ciertamente, ese movimiento ha obligado al gobierno a reformular sus proyectos, sin abandonar sus pretensiones privatizadoras, pero expresándolas de maneras más engañosas, y le ha hecho más necesario contar con aliados políticos que cobran caros sus favores, como Elba Esther Gordillo, Manlio Fabio Beltrones y la llamada “Nueva Izquierda” dentro del PRD, pero la relación de fuerzas es muy dispar, pues aunque cada día más impopular, el gobierno derechista apuesta a mantenerse a fin de cuentas mediante el uso de la fuerza.

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