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ecía Napoleón que el momento previo a la batalla es el único en que lucían con esplendor los ejércitos. Alineados y coherentes. Después, todo era confusión, carnicería, caos.
Estamos a 251 días de la batalla electoral, se espera voten alrededor de 55 millones de ciudadanos el primero de julio de 2018. Siempre se dice lo mismo:
será el gran choque político de la historia. Vemos un alineamiento singular. No es el gobierno y su partido a quienes habrá que vencer, sino a Morena, un partido nuevo (tres años de registro). Todas las demás fuerzas grandes o pequeñas están contra Andrés Manuel López Obrador/Morena.
Los retadores están bajo un sólo paraguas: la complicidad con el Estado. No son opositores al sistema, sino sus aliados. El PAN ya estuvo en el poder durante 12 años e hizo suyo el proyecto de Salinas, que se ha mantenido hasta hoy; la división entre los calderonistas y la dirección del partido es una maniobra urdida por el presidente y por Felipe Calderón. Tuvieron un acuerdo semejante en la elección de 2012. Felipe, como presidente de la República, traicionó a su propio partido para abrirle el camino de retorno al PRI a Los Pinos. El PRD es un partido de cuadros, sin la sustentación popular que llegó a tener en sus orígenes; sus dirigentes buscan cargos y dinero de modo crudo; se han aliado formal o informalmente al gobierno y al PAN, incluso anuncian un
frente amplioque es opositor a ¡AMLO y a Morena!
La batalla electoral es en realidad un referéndum entre dos opciones: la política conservadora vigente desde hace tres décadas y una nueva política social-demócrata moderada, orientada a la modernización del país y a la reducción de la corrupción. La gente decidirá por más de lo mismo o apostará por un cambio.
Las cosas son ligeramente favorables para López Obrador/Morena (las encuestan parecen coincidir en que tienen 10 puntos de ventaja), pero la coalición que bloquea el camino al poder es muy poderosa, cuenta con los mecanismos del Estado, recursos por miles de millones y además, con el INE que seguro se alineara en su favor. Es un mal árbitro (60 por ciento de los ciudadanos no lo considera confiable). Probablemente este sea, ahora sí, el gran choque político de la historia.
Twitter: @ortizpinchetti
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