jueves, 26 de octubre de 2017

1988-2018: Peña va por elección de Estado

*Cese de Santiago marca arranque de sucesión
* ¿Quién será el Bartlett del 2018?

Esta debilidad presidencial, como hace 30 años, es un detonante y factor fundamental para que haya un cambio de partido en la Presidencia. Foto: Móises Pablo, Cuartoscuro

La historia suele repetirse: primero, como tragedia; luego, como farsa, y lo segundo anuncia la clausura de un ciclo histórico, sentenció Marx. Bien, esa máxima ha comenzado a operar en México, de cara a la elección presidencial del 2018. Este espejo político-electoral no vaticina nada bueno para la cada vez más debilitada democracia del país. Muy al contrario: amenaza con dinamitarla.
Al costo que sea, sin importar la viabilidad que México tenga como país a futuro; valiéndole un cacahuate la normatividad democrática y la ética política; vamos, ni siquiera guardando ya las formas, Enrique Peña Nieto y su Gobierno han marcado, desde ahora, la ruta: ganar la Presidencia el año próximo a cualquier precio, cueste lo que cueste, aun pasando por encima de la decisión mayoritaria de millones de votantes. Así de grave es el asunto.
Treinta años después, como en 1988, mediante un escandaloso fraude electoral, entronizando a Carlos Salinas de Gortari en Los Pinos por encima del verdadero ganador: Cuauhtémoc Cárdenas, el sistema priista pretende repetir la historia en 2018, valiéndose de tres pilares fundamentales para la engañifa histórica: el dinero, la impunidad y la ceguera de los árbitros electorales. Con esos tres bastiones pretende asumir la máxima marxiana.
El objetivo: llevar a Los Pinos a José Antonio Meade.
El enemigo a matar: Andrés Manuel López Obrador.
La ruta: la elección de Estado, vía el fraude electoral.
De ese tamaño es el riesgo para la democracia mexicana.
¿Cuáles son los paralelismos entre 1988 y 2018? Revisemos:
PRESIDENTE PRIISTA DÉBIL
Como en el 88 con Miguel de la Madrid – un Presidente coptado por el equipo salinista; obligado a correr del gabinete a Jesús Silva Herzog (el único priista que estaba por encima de Salinas), y dejando detrás un país lastimado por la crisis económica y la corrupción-, la Presidencia priista de Peña Nieto es todavía más débil que la de don Miguel. Allí está la demoledora encuesta de la influyente firma Pew Research Center con sede en Washington: 93 por ciento de los mexicanos no confía en el gobierno de Peña Nieto. Vamos, ni siquiera Nicolás Maduro tiene tales niveles de rechazo, ya que de acuerdo a PRC, registra un 73 por ciento. EPN es uno de los presidentes peor evaluados del mundo, para acabar pronto, según la encuesta surgida en la capital estadounidense. Esta debilidad presidencial, como hace 30 años, es un detonante y factor fundamental para que haya un cambio de partido en la Presidencia.
CANDIDATO PRIISTA DÉBIL.
 En el 88, el PRI tenía un candidato débil: Carlos Salinas de Gortari que, inclusive, provocó que fuerzas tan importantes dentro del PRI como el sindicato petrolero (La Quina), operaran abiertamente en favor de Cárdenas. Salinas tenía el rechazo de millones de mexicanos y de millones de priistas que nunca estuvieron de acuerdo con su designación, más por coptamiento a de la Madrid que por convicción de los sectores que integraban al partido. ¿Qué Salinas ganó? Sí, vía un fraude electoral. No nos engañemos. Y hoy, ese mismo PRI tiene en el no priista José Antonio Meade a un candidato no tan identificado con la corrupción priista y con un rostro un tanto diferente, sí, pero que, sencillamente, ni repunta en las encuestas ni despierta una tormenta de simpatías ante su posible candidatura. ¿Osorio Chong? Es parte del PRI más aborrecido hoy. Ni Meade ni Chong garantizan el triunfo priista. No, al menos, a la buena.
CANDIDATO OPOSITOR FUERTE.
 Como en el 88, el PRI se enfrenta a un candidato opositor fuerte y que es visto como opción por la mayoría, según revelan todas las encuestas: López Obrador. Tanto Cárdenas hace 30 años como AMLO hoy, son el único contrapeso que abiertamente se ha pronunciado en contra de continuar bajo el régimen priista y, con nombres y apellidos, citan a los responsables de la corrupción y del mal gobierno que hoy tiene a México hundido en el descrédito y el desconcierto. Margarita Zavala lucha, primero, por recolectar las 866,593 firmas para ser candidata independiente (a la hora de entrega de esta columna apenas llevaba 13,303 firmas, según la columna Templo Mayor del diario Reforma). Ricardo Anaya se ha vuelto un opositor declarado del gobierno peñista y del PRI lo cual, de alcanzar la candidatura presidencial del Frente Ciudadano, podría catapultarlo en la carrera bajo la bandera de ser enemigo del régimen, y posicionarlo como opción presidencial. Mancera y El Bronco son chistes de mal gusto.
APARATO ELECTORAL FAVORABLE AL PRI
¿Quién será, treinta años después, el Manuel Bartlett del 2018: Lorenzo Córdova del INE, o Constancio Carrasco, del TEPJF? La abierta incondicionalidad de los órganos electorales en favor del PRI, su ceguera ante los abusos financieros de campaña en 2012 – con los millones de dólares ilegales entregados al equipo de Peña Nieto vía Odebrecht, entre muchos otros esquemas, y que hoy están más que comprobados con documentos validados que en cualquier país ya le hubiera costado el puesto al Presidente en turno-, así como los evidentes delitos electorales en Coahuila y el Edomex en la elección de junio pasado que fueron ignorados tanto por el INE como por el Tribunal, nos dan la pauta para encaminar la elección presidencial de 2018 bajo tres vertientes: ceguera, impunidad y favoritismo al PRI y a su candidato presidencial. Por eso, la pregunta es obligada: ¿quién será el Bartlett del 2018?
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Ocurra lo que ocurra con Santiago Nieto – que sea restituido por el Senado como Fiscal Electoral o que su despido sea ratificado -, algo queda muy claro: en Los Pinos ya se toman decisiones salvajes y dignas de una dictadura política que harán todo – y por todo entiéndase hasta un acto violento contra algún candidato opositor-, para mantener el poder en 2018. El cese de Santiago rompió formas políticas, reventó la estabilidad institucional y marcó el arranque de la guerra sucia que Peña y el PRI darán por derrotar a sus opositores.
¿Cuál es el miedo de Peña Nieto y de su equipo? La respuesta nos la dio Jorge Zepeda Patterson esta semana en su columna en SinEmbargoMX: “Los gobernantes no sólo se están jugando la silla presidencial sino también la posibilidad de dar con sus huesos en una celda”.
Con Salinas detrás de Peña Nieto, el PRI quiere repetir la maniobra de 1988: el fraude electoral.
Ya veremos qué tanto aprendimos los mexicanos en los últimos 30 años.


TW @_martinmoreno
FB / Martin Moreno

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