Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo)
El 14 de septiembre de 2017, días después del terremoto que azotó los estados de Oaxaca y Chiapas, Andrés Manuel López Obrador informó durante una gira por Jalisco que propondría al Consejo Nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que, el 20% de sus prerrogativas (alrededor de 41 millones de pesos), fueran donados a los damnificados de dicho sismo de 8.2 grados de magnitud.
Las reacciones fueron inmediatas e iracundas. Consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) y representantes de todos los partidos políticos criticaron la propuesta de López Obrador, al cual llamaron oportunista. Indicaron que la propuesta de AMLO era inviable, que “eso no se podía”. Incluso, el consejero del INE, Benito Nacif, indicó que estaba “prohibido” que los organismos políticos destinaran sus recursos a “otros fines”. Al periódico Reforma declaró:
“Ellos tienen que entregar comprobantes de a qué destinaron el gasto, y si no acreditan el destino a un fin partidista, a una de las finalidades que como partido político tienen, el INE les observa y les sanciona”.
Además, se refirió a AMLO como un oportunista:
“No te puedes poner guapo con el sombrero ajeno, en este caso, con el sombrero de las prerrogativas”
Los verdaderos oportunistas o el cambio radical de parecer
El pasado 19 de septiembre, otro sismo sacudió al país. La afectación fue mucha en entidades como Puebla, México y Morelos, además de en la Ciudad de México.
Ante esta nueva tragedia, Andrés Manuel López Obrador, continuó dándole forma a su propuesta, estableciendo los mecanismos que se debían seguir para que la donación fuera transparente y efectiva: la creación de un fideicomiso que tendría que se administrado por intelectuales “honestos”. Incluso, indicó que, con la nueva contingencia por el nuevo terremoto, la donación podría ser mayor al 20% de las prerrogativas.
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