CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La semana pasada, el presidente Enrique Peña Nieto designó como secretario de Salud a José Ramón Narro Robles, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Cualquiera pensaría que por su dilatado trabajo político, Narro cuenta con todo lo que dice haber hecho. No es el caso y eso es grave. Veamos.
Primero. En su currículum vitae, Narro Robles asegura haber cursado un posgrado en la Universidad de Birmingham, Inglaterra. El supuesto posgrado se reduce en la realidad a una estancia práctica que puede ser tomada en cuenta para un posgrado o pregrado en algún área de la medicina. Pero la Universidad de Birmingham niega haber otorgado un grado académico de posgrado a Narro Robles: ni maestría ni doctorado. En consecuencia, no hay en los acervos de dicha universidad tesis o trabajo de posgrado alguno que sea autoría del exrector de la UNAM.
De igual forma, Narro apunta en su currículum público que ha sido certificado como médico especialista por el Consejo Nacional de Salud Pública. Para emitir dicha certificación, el mencionado Consejo requiere: 1. Presentar una solicitud expedida por el Consejo Nacional de Salud Pública A.C.; 2. Título de médico cirujano; 3. Cédula de médico cirujano; 4. Título de maestría o especialidad en salud pública, y 5. Cédula de maestría o especialidad (
www.smsp.org.mx/certificacion.html). Con lo único que cuenta Narro es con cédula profesional de médico general, de acuerdo con los registros de la Dirección General de Profesiones de la Secretaría de Educación Pública (SEP), pero no aparece ningún otro estudio amparado con cédula profesional.
Por la razón anterior sería una grave irregularidad, e incluso un hecho ilícito, si fuera verdad que el Consejo Nacional de Salud Pública lo reconoció como médico especialista sin haber cursado algún posgrado, de acuerdo con los datos públicos que tiene la SEP (
www.cedulaprofesional.sep.gob.mx/ cedula/indexAvanzada.action).
Segundo. En todas las profesiones regladas la cédula profesional es requisito imprescindible para ejercer una profesión. En medicina hay todavía un rigor mayor: se requiere cédula para ejercer u ostentarse como médico especialista, según lo establece claramente el artículo 83 de la Ley General de Salud. En otras carreras la cédula sólo es obligatoria para ostentarse como profesionista o licenciado, y los posgrados –en tanto grados académicos– no requieren jurídicamente de una cédula que es potestativa, a diferencia de lo que pasa en la medicina.
A ello se agrega el hecho de que desde 1981 la UNAM no había tenido un rector con tan bajas calificaciones académicas como las de Narro, quien mintió en su momento a la Junta de Gobierno con un currículum vitae amañado. Lo hizo después con el Consejo Universitario, que fue increpado para responder a este cuestionamiento por el eminente jurista y profesor de tiempo completo de la Facultad de Derecho, el Dr. Eduardo López Betancourt, en su calidad de integrante del citado Consejo Universitario. El silencio ha sido hasta ahora la única respuesta.
El grave problema es que los políticos consideran que nadie se va a dar cuenta de sus mentiras, con independencia de que sean ilícitas o no. La manipulación de datos sobre sus estudios académicos pone a Narro Robles en una situación de erosión moral. Con esas conductas, el ahora secretario de Salud se aleja de los deberes de la administración pública consignados en el artículo 7 de la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, que a la letra dice: “Artículo 7. Será responsabilidad de los sujetos de la Ley ajustarse, en el desempeño de sus empleos, cargos o comisiones, a las obligaciones previstas en ésta, a fin de salvaguardar los principios de legalidad, honradez, lealtad, imparcialidad y eficiencia que rigen en el servicio público”. Ese solo hecho debería haber sido causa suficiente para descartar su nombramiento actual, desde donde tendrá la oportunidad de simular, engañar y gastar recursos del erario.
Tercero. Las cuentas de Narro Robles como rector de la UNAM son también poco afortunadas. No me refiero, por supuesto, a la autopromoción personal e institucional con recursos del erario, sino a la percepción externa e independiente. En efecto, según el índice de la Universidad de Shanghái Jiao Tong –uno de los referentes mundiales para calificar universidades–, la UNAM fue cayendo durante el rectorado de Narro Robles. En 2007 este ránking otorgaba a la UNAM el lugar 152 a escala global. Para 2015 la UNAM se colocó entre las 200 y 300 mejores universidades. En otro índice mundial significativo, el World Universities Ranking, la UNAM pasó del lugar 150 en 2008 al 160 en 2015.
Si Narro Robles incurre en un ilícito al sostener que cuenta con grados académicos de los que carece, fue un mal rector de la UNAM según evidencias empíricas extraídas de los ránkings internacionales más prestigiados en la academia, en un Estado democrático de derecho enfrentaría problemas legales y éticos. Aquí, por el contrario, la ineptitud encaja a la perfección en el gobierno de Peña Nieto, alérgico a la inteligencia y a la honestidad. Tal para cual. l
ernestovillanueva@hushmail.com
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