Abel Rodríguez Carrillo (@MonchUdg)
Juan Zepeda se muestra tranquilo y confiado. A temprana hora del día, dice que ha hecho su trabajo muy bien, “ha hecho su tarea, ha estudiado para su examen y por lo tanto no hay de qué preocuparse”.
Sale de su casa, acompañado por la dirigente nacional del PRD, Alejandra Barrales, su coordinador de campaña, Luis Sánchez y el presidente estatal del partido, Omar Ortega; quienes se muestran rebosantes de alegría por lo que dicen está por venir.
En la acera frente a su casa “color amarillo PRD”, Juan Zepeda denuncia los supuestos actos de guerra sucia en su contra y califica como burdas las llamadas telefónicas a los mexiquenses en las que mediante un mensaje con su voz, les invita a votar por Delfina Gómez, la candidata de Morena.
Camina cuadra y media de su casa hasta llegar a la casilla 3263, ubicada en la Séptima avenida esquina con la calle 15, en Nezahualcóyotl. Saluda a cada vecino que se le aproxima. “Juan nuestro próximo gobernador” le gritan desde un balcón. “Vamos Juan si se puede” le expresan unas mujeres comerciantes de la tienda aledaña a su casa.
En el segundo municipio más importante de la entidad en tanto su padrón electoral, con poco más de 850 mil votantes; siendo las 10:20 de la mañana, entre empujones, fotografías y gritos, Juan Zepeda muestra ante las cámaras la boleta donde vota por sí mismo. La prensa se abalanza y casi derriba por completo la casilla y al candidato. Los vecinos sólo observan y ríen por el desorden que se ha suscitado en este lugar.
Una vez que se ha retratado con sus vecinos, se va a casa de sus familiares, quienes ofrecen un almuerzo. Hay tamales, pan de dulce, barbacoa y pollo asado a la mesa. El candidato opta por comer algo ligero y evitar un malestar ante el nerviosismo que comienza a ser evidente en sus expresiones; por ello toma una pieza de pollo, mientras en reiteradas ocasiones le interrumpen con llamadas telefónicas y entrevistas que responde una a una.
Por lo general, en cada entrevista le preguntan qué hará por la tarde y por la noche, si gana o si pierde, como si fuese el puntero de la elección, el candidato que derrotará al PRI, como si Juan Zepeda y el PRD no fueran a perder.
El día transcurre, a unos pasos del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) en la ciudad de Toluca, el PRD ha dispuesto una sala de prensa en un hotel cercano que ya no es tan deprimente como la del debate, que tenía luz tenue, olor a café, galletas, sin insignias de fiesta o banderines del partido, sólo cuatro o cinco personas con indumentaria formal y oscura, sillas acomodadas alrededor de un ataúd, ¡perdone usted lector! frente a la mesa donde horas después daría un discurso el candidato del sol azteca, tras concluir el debate.
En esta ocasión el tamaño de la sala se ha duplicado, hay una bandera de México y una del PRD; no obstante no hay un solo militante o miembro del partido, sólo periodistas a la expectativa de las impresiones de Juan Zepeda ante los resultados del PREP. ¿Algún compañero estará pensando preguntar lo mismo que yo? ¿Qué se siente haberle hecho el caldo gordo al PRI? Seguramente, ya nos pondremos de acuerdo a la hora del “chacaleo”.
Pasan las horas. Josefina Vázquez Mota ha reconocido que los resultados no le favorecen. Mientras tanto, Juan Zepeda no dice nada, si bien tiene el doble de votos que Josefina, está lejos de alcanzar a los punteros.
Tras el anuncio del presidente del IEEM Pedro Zamudio, a quien notoriamente se le notó ante las cámaras que le urgía declarar como ganador al candidato de la coalición PRI Alfredo del Mazo en el conteo rápido, Juan Zepeda por fin arriba a la sala de prensa junto algunos líderes del PRD para reconocer su “digno” tercer lugar en la contienda, actuando junto a la camarilla de su partido como los triunfadores de la noche.
“Fue una campaña ganadora con un ascenso permanente” dice el coordinador de campaña Luis Sánchez y se refiere a ella como la mejor de todas. Altanero, presume que a Juan Zepeda sólo le “faltó un poco de tiempo” para aventajar a sus adversarios.
Después de alabar una y otra vez a su candidato, resaltar sus atributos y casi vislumbrarse en la gubernatura del Estado de México, de repente, se acuerdan que son de la “izquierda que vela por los mexiquenses” y el guión da un viraje por completo, se vuelven un poquito contestatarios.
“Fue una elección de Estado, donde el uso del recurso público descarado desde la federación marcó y dejó una huella en esta contienda” dice de manera combativa el senador perredista, pero nunca habla de interponer una denuncia o un recurso de queja ante las autoridades. Segundos después, se olvida de las tropelías de la elección y regresa a su discurso triunfalista.
Al igual que él, Omar Ortega, actual presidente estatal del PRD, casi obligado por las circunstancias, exhorta a realizar un conteo de los votos, no para que gane la candidata de Morena y el PRI sea derrotado, sino para cerciorarse de que los comicios fueron apegados “a los principios democráticos”.
Y concluye con lo más importante para los perredistas: “Juan Zepeda es el gran ganador del Estado de México”.
En medio de porras y algarabía de un candidato ganador, con una sonrisa dibujada en su rostro, Juan Zepeda declara: “El PRD se consolida sin duda como la tercera fuerza de esta elección, con más de un millón de mexiquenses”. Sus palabras son celebradas con aplausos de los felices perredistas presentes, quienes con alegría festejan el tercer lugar de su candidato.
Para no causar sospechas, Juan Zepeda reconoce que se tardó una hora más de lo acordado en emitir su postura sobre los resultados de la elección porque “quería conocer los resultados oficiales” dados por el IEEM. Y contradiciendo el escaso discurso de lucha que hasta hace unos años caracterizaba a su partido, termina avalando al organismo electoral que le dio la victoria al PRI, pues según él eran los mismos que ellos contabilizaron con el 100% de las actas.
Sin embargo, un exabrupto lo desenmascara. En contra de cada una de sus afirmaciones durante la campaña, en la que siempre se vio a sí mismo como uno de los punteros (motivo por el cual no aceptó declinar por la candidata de Morena) Juan Zepeda declara que él no compitió para ganar.
“Hoy quiero pedirle a la autoridad electoral que de manera firme vamos a estar pugnando que se respete la voluntad popular, independientemente del ganador. En la democracia, el demócrata defiende el resultado aunque en este caso no hayamos estado nosotros compitiendo por ser ganadores”.
Con sus propias palabras, Juan Zepeda admite que sabía que él perdería y aún así, continuó invitando a los mexiquenses a hundirse por su propia mano, su propio voto a favor de una “auténtica izquierda liberal a la altura de los mexiquenses y la vanguardia de sus demandas”.
Desbordando felicidad, Juan Zepeda termina su discurso de victoria electoral, con una frase: “El PRD no estaba muerto, andaba de parranda”.
Sin responder ningún cuestionamiento de la prensa, huyendo de la pregunta central de su papel en la elección como alfil del PRI, se levanta de la mesa apresuradamente cubierto por su comitiva.
Ya en el pasillo que lo llevaría hasta su habitación, Juan Zepeda se quiebra. Cambia su semblante y ya no ríe, no tiene el mismo estado de ánimo que minutos antes mostró ante los medios de comunicación, se esfuma su rostro rebosante de alegría.
A decir de los testigos, se le ve derrotado, con una mirada perdida. Como si la fidelidad que pregonó ante su partido y su militancia no fuera suficiente para sobrellevar el peso de su conciencia y en ella, el reclamo social de los miles de mexiquenses que votaron por él con la esperanza de cambiar las cosas.
Más tarde, vendría la celebración de Alfredo del Mazo en un evento semivacío, el llamado de Andrés Manuel López Obrador a defender la elección “acta por acta, casilla por casilla” y el mensaje de aliento y esperanza de la maestra Delfina Gómez, a cientos de personas que no podían creer lo que sucedía.
Actor de identidad polifacética (pobre, migrante indocumentado, comerciante, rockero, católico ecléctico, libre pensador, hijo de campesinos), jugó a ser el contendiente “del barrio” para conquistar el voto millennial.
Deslumbrado por el poder y la ambición de una carrera política prometedora, Juan Zepeda terminó siendo el factor que llevará al PRI a la gubernatura otros seis años más en una entidad donde impera la pobreza, inseguridad, corrupción y desigualdad social. En pocas palabras: le dio vida a un régimen que se pensaba debilitado, y que ahora entra con nuevos bríos para el 2018.
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