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esulta impresionante y muy peligroso el declive del régimen de Peña Nieto. Apenas había cumplido un cuatrienio, cuando tenía el nivel de aprobación más bajo en la historia contemporánea. No existe una sola área de su gobierno que tenga un mérito claro. El PRI es incapaz de imaginar nada distinto a lo que ha hecho durante décadas. Sus antiguas respuestas creativas hace mucho que se disolvieron. Sigue aferrado a la soberbia de estar en el poder y poderlo ejercer de modo impune. Esto es característico de la decadencia.
No quiero disculpar a Peña, pero parte de la responsabilidad de este destino ruinoso es la acumulación de derrotas y errores que no se rectificaron de una larga cadena de gobiernos fallidos.
El desempeño del actual gobierno tiene unos saldos muy oscuros. Por ejemplo, los desvíos de los gobernadores priístas. Miles de millones que nunca serán aclarados. El régimen está afectado de una grave ineptitud política. Ha tenido que usar la mentira como forma de comunicación. Encubrir los hechos, por ejemplo, los vínculos de los cárteles en la campaña presidencial. El crimen de Ayotzinapa-Iguala manchará al régimen hasta el final del tiempo. La absurda promoción de Trump en Los Pinos. La debilidad de la defensa contra sus insultos y amenazas. El bajo índice de crecimiento económico, de 5 por ciento prometido, resulta que hoy apenas podemos esperar uno por ciento. Las reformas estructurales y el Pacto por México, impulsados a espaldas de la opinión pública, utilizando una campaña de prensa y sobornos. El aumento de la desigualdad, el hambre y la opulencia: un pésimo récord.
Hay que reconocer la herencia y los legados que recibió Peña de los gobiernos anteriores: el endeudamiento crónico desde los sexenios de Echeverría y López Portillo, la sumisión a los organismos financieros internacionales controlados por Estados Unidos. Una versión espuria de liberalismo económico que gobierna a México desde 1985, más de 30 años sin poder generar crecimiento económico y profundizando la desigualdad, la pobreza y el desempleo. A pesar de estas pésimas cuentas, los gerentes no han sido removidos y cada vez que hay una amenaza de sacarlos fuera con los votos, la respuesta es: un fraude electoral. EPN hereda la falsificación democrática, la práctica inveterada de control y compra de medios y de intelectuales. Y la guerra de Calderón. La matanza y la corrupción. Peña y el PRI se han dejado arrastrar por una inercia fatídica. Lo terrible es que han arrastrado también a la nación.
Twitter: @ortizpinchetti
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