E
xiste una gran preocupación por Trump, candidato presidencial norteamericano,quien exacerba el racismo contra los mexicanos. ¿Y nuestro propio racismo? Es más perverso, porque está negado. Una señal de nueva conciencia es la exposiciónEncara el racismo (Museo de la Ciudad de México; curador César Carrillo). Quien la ve sale sacudido. El racismo mexicano no se limita a las etnias indígenas (15 millones de personas), sino que existe en distintas formas de discriminación, en todo el país, y es más fuerte entre más cerca de lo indígena está el discriminado. Los criollos (blancos) discriminan a todos los demás y tienen el orgullo de una casta superior. La que mantienen con la endogamia.
Nuestro racismo tiene su origen en la conquista del siglo XVI y la colonización. El Estado garantizó la dominación de los españoles y la sumisión y explotación de indígenas y negros. Las castas se reconocieron y reglamentaron. Con la Independencia se impuso la igualdad por decreto, pero el racismo continuó. Hoy residuos fuertes de las castas sobreviven y el racismo está fuertemente arraigado: los mexicanos juzgamos, sin darnos cuenta, por la apariencia racial. A mayores rasgos indígenas más desventajas sociales, profesionales, sexuales, etcétera. Vivimos en una pigmentocracia. La raza europea se impone y absorbe privilegios, a pesar de que son criollos los que han exaltado al indigenismo.
Los discriminados no sólo aceptan la segregación, sino que intentan aparentar lo que no son. En cuanto pueden discriminan a los más morenos que ellos. Todo esto provoca una división interna mucho más dura que la estratificación por clases. Y también un sordo resentimiento muy peligroso, porque puede estallar y va estallar si no nos hacemos conscientes.
¿Tiene usted dudas? ¿A qué casta pertenecen los que controlan los negocios, la academia y, cada vez más, la política? Si quiere saber quiénes son y cómo se comportan los blancos mexicanos, si quiere saber dónde vive la casta superior, los podrá encontrar en sus guetos resguardados por policías mestizos, en las pequeñas islas de muy alto poder adquisitivo. Si le quedara alguna ilusión sobre nuestra igualdad, vea los comerciales en la televisión. Son blancos caucásicos los modelos que promueven artículos suntuarios. Es válido alarmarnos ante el peligro de Trump, pero ¿por qué no enfrentar primero nuestro propio racismo?
Twitter: @ortizpinchetti
Mail: joseaorpin@gmail.com
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