Los libros de historia se encargarán de describir la forma en que, estos últimos cinco días, sepultaron las ambiciones presidenciales de Donald Trump, o lo catapultaron hacia la oficina oval de la Casa Blanca. Para que esto último ocurra tienen que pasar dos cosas; que Trump consiga desafiar las leyes de gravedad electoral, desatando un tsunami de electores blancos y que las minorías hispana, negra, asiática, la comunidad gay y el electorado femenino —que representa más del 50% del padrón electoral—, le cedan el paso el próximo mes de noviembre. Para la mayoría de los expertos, este escenario es altamente improbable. Pretender que la realidad se ajuste a los sueños presidenciales de Trump, en lugar que éste escuche al electorado, es una receta segura para el fracaso. “Si lo que Donald Trump intenta es perder las elecciones, creo que está siguiendo el camino indicado”, aseguró David Axelrod, el hombre que revolucionó las campañas electorales y allanó el camino de Barack Obama a la presidencia en 2008. “Donald Trump ha cometido errores devastadores y su campaña esta fuera de control”, añadió. Cuando faltan 97 días para la cita con las urnas, Donald Trump no ha entendido que, para asegurarse el voto de más de 65 millones de electores y los 270 colegios electorales bajo el brazo, necesita entender que la fase de primarias han quedado atrás. Trump consiguió durante esa fase un total de 13 millones de votos, una cifra que no le alcanza si acaso quiere conquistar la presidencia. Pero, a juzgar por sus desplantes y sus ataques de los últimos cinco días contra un matrimonio de inmigrantes de origen pakistaní, que perdieron a su hijo en combate; contra el presidente Barack Obama, quien ha dictaminado que Trump “no está preparado para ser presidente” y contra miembros de su propio partido, Donald Trump está fuera de control, ahuyentando a la base electoral que necesitará en noviembre próximo. Aunque los electores tendrán la última palabra en noviembre próximo, el extraño comportamiento de Trump en los últimos días (algo que ha dado pie a especulaciones sobre su estado de salud mental) ya ha transformado sus sueños presidenciales en una pesadilla, mientras los responsables de su campaña trabajan a marchas forzadas para controlar los muchos daños y contener la estampida de electores que Trump sigue desatando a su paso. La situación ha llegado a tal grado, que la cadena ABC se hizo eco hoy de las versiones que han comenzado a surgir desde el Comité Nacional del Partido Republicano (RNC) para hablar de un posible reemplazo de candidato en septiembre próximo.
Líderes del Partido Republicano "exploran" opciones de reemplazo a Donald Trump: ABC
En una acción sin precedentes en la historia reciente de EU, el liderazgo del partido republicano explora la posibilidad de reemplazar a Donald Trump como su candidato. ¿Las razones detrás de esta decisión?. La frustración creciente en el liderazgo del partido ante la falta de disciplina de Trump, su comportamiento errático y sus ataques contra los padres de un soldado muerto en combate que le han granjeado una tormenta perfecta de críticas y descalificaciones. Según consigna hoy la cadena ABC, que cita a fuentes familiarizadas con el proceso al interior del liderazgo republicano, algunos miembros de ese partido han comenzado a impacientarse mientras exploran la posibilidad de que Trump renuncie a la candidatura en septiembre próximo, con un margen de tiempo suficiente para conseguir un reemplazo y reagrupar a las bases del partido. Según esta versión, aunque todo el mundo descarta la posibilidad de que Trump renuncie de forma voluntaria, los 168 integrantes del Comité Nacional Republicano (RNC) tendrían que afrontar esta difícil tarea. Una misión suicida para un partido empeñado en recuperar la Casa Blanca. Según el artículo 9 que regula el proceso de nominación, los integrantes del Comité Nacional Republicano podrán llenar el puesto de un candidato que haya retirado su postulación por razones de "declinación, muerte u otras". Aunque nadie cree que Trump arrojará la toalla por sí mismo, el debate de un posible sustituto refleja la crisis abierta y la desesperación que consume al liderazgo del partido republicano con una candidatura que da tumbos por doquier mientras anticipa un desastre asegurado en noviembre.
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