Confirmación de
secuestro
Influenza y caos en CDMX
GIEI: Viacrucis procesal
ENCUENTRO ENTRE LIBROS Y LECTORES. Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM, y el secretario de Salud, José Narro Robles, coincidieron en la Feria Internacional del Libro, en el Palacio de MineríaFoto María Luisa Severiano
E
l tiempo y la distancia van agregando tonos críticos a lo sucedido en la pasada visita papal. El cardenal Norberto Rivera denunció con tono inusual los
errores logísticos y desorganizaciónque se vivieron en la gira en que su tradicional papel central fue desplazado por nuevos factores de poder eclesiástico. Rivera se expresó críticamente, pero lo hizo con una taimada ambigüedad que lo mismo puede alcanzar al Estado Mayor Presidencial (EMP) y Los Pinos que a sus contrincantes internos en la propia Iglesia. El obispo Felipe Arizmendi Esquivel, desde San Cristóbal de las Casas, Chiapas, se dijo muy dolido por el hecho de que unas 10 mil personas, con boleto en mano y habiendo hecho viaje desde lejos, no hubieran podido ver a Francisco, en lo que mencionó como algo
injusto, inhumano, inexplicable, no sólo atribuible a desorganización por parte del mencionado EMP, sino incluso sospechoso de intenciones
perversas y excluyentes.
Ya en Roma, proporcionalmente más crítico conforme más distante está de México, el propio jefe máximo de la catolicidad habló de haber vivido acá una
experiencia de transfiguracióny, con una economía de palabras y con una precisión que no practicó durante sus seis días mexicanos, describió al pueblo de este país como un ente
tan a menudo oprimido, despreciado, violado en su dignidad.
Las palabras de Rivera y de Arizmendi confirman (aunque su intención quejosa vaya dirigida más a los problemas operativos que impidieron a los feligreses tener más cercanía con el Papa) que el gobierno mexicano ejerció un desmedido control sobre las actividades del visitante argentino, y que el natural desenvolvimiento de ese programa papal estuvo condicionado y restringido por el grupo militar de élite que con rigor absoluto cumple solamente las indicaciones de quien resida en Los Pinos. El propio Peña Nieto agradeció especialmente a ese Estado Mayor el cumplimiento exitoso de las tareas encomendadas durante la estancia de Francisco en México.
La confirmación de la condición de
secuestradoque le impuso el Estado Mayor Presidencial, es decir, Los Pinos, en la materia específica que le es absolutamente propia a esa Iglesia, es decir, la del contacto e interacción con sus seguidores, añade tono verosímil a la insistente versión de que Francisco estuvo igualmente condicionado respecto a los temas a tratar, en especial el relacionado con Ayotzinapa, tema respecto al cual Bergoglio había sido especialmente sensible, al grado de que en diciembre de 2014 envió a su representante personal, el nuncio apostólico en México, a oficiar una misa en el patio de la normal rural guerrerense. El silencio respecto a los 43 (aunque se alegue que hubo referencias genéricas a las víctimas de diversos agravios en México, y aunque se invoque como coartada la pretensión de no hacer
excepciones) y a la pederastia clerical, es el punto de referencia histórico respecto a esta gira. Una gira manejada, secuestrada, silenciada.
Como en casi todos los rubros problemáticos de nuestro país, la falta de información oficial oportuna y confiable genera especulaciones y eventuales exageraciones. Es el caso de la multiplicación de enfermedades respiratorias en la capital del país, pero también en otras ciudades, que ahora se sabe tienen relación con una nueva cepa de influenza. Frente a la justificada preocupación de una creciente cantidad de personas que han visto a familiares y amigos sufrir con súbitos cuadros de malestar grave, las autoridades, en específico las de la Ciudad de México (Armando Ahued es el secretario de Salud), sólo han aportado el tradicional ramillete de explicaciones técnicas con ánimos de apaciguamiento social y la garantía, a la palabra, de que se tienen las provisiones y equipo suficientes para atender lo que vaya sucediendo.
Instalada en el decaimiento generalizado de la calidad de vida en el país, el caso de la Ciudad de México es alarmante, en particular en cuanto a la contaminación ambiental. Políticas de control del tráfico vehicular, caracterizadas por altos niveles de tolerancia corrupta, y una caótica falta de planeación en cuanto a obras viales, han aumentado los niveles de inviabilidad urbana y daño a la salud de los habitantes de lo que sigue siendo la sede de los poderes federales, es decir, el Distrito Federal. Con la vista puesta en elecciones y más elecciones, regidos casi todos por el afán de enriquecimiento, distantes cada vez más de los verdaderos intereses populares, los políticos que inciden en la conducción de la Ciudad de México la han sumido en condiciones deplorables, de las cuales la afectación masiva de las vías respiratorias y el daño progresivo a la salud pública son solamente una de sus expresiones.
La conferencia de prensa ofrecida ayer por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) dio una panorámica de los problemas crecientes que enfrenta esa agrupación en la búsqueda de la verdad de lo sucedido en Iguala en septiembre de 2014. Lo sustancial es el ánimo de rechazo del gobierno mexicano (disfrazado de amabilidad en ciertos ámbitos cupulares, pero sin correlación operativa real) a las investigaciones que realiza el GIEI. No sólo hay esa especie de hastío en las alturas del poder mexicano, sino incluso la abierta realización de campañas de desprestigio contra algunos de esos expertos independientes.
El endurecimiento de la postura gubernamental mexicana respecto al GIEI hace muy poco probable la firma de acuerdo para otro periodo de indagaciones. Se ha usado la letra de la ley mexicana con un sentido restrictivo, con un mal intencionado apego al formalismo, para dejar a tales investigadores en condiciones de poca funcionalidad. El tiempo se agota y, entre un viacrucis procesal, se acerca el final de un proceso confiable, lo cual acercará a ciertos grupos mexicanos a posiciones más fuertes, recorrido un
último eslabón de la institucionalidad, aunque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos mantendrá medidas cautelares y mecanismos de supervisión. ¡Hasta mañana!
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