http://polemon.mx/la-ecuacion-de-john-ackerman-para-entender-esta-catastrofe-desfiladerito
Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
20 de octubre de 2015.- Estaba llegando al final del nuevo libro de John Mils Ackerman, cuando me topé con esto: “Sin las acciones de justicia social del reparto agrario y la expropiación petrolera, hubiera sido imposible pacificar al campo mexicano, construir instituciones públicas y consolidar a México como un solo Estado-nación”.
Espérate, me dije, aquí hay algo que no sé qué será. Volví a leer el párrafo y me di cuenta: es tan válido de arriba para abajo como de abajo para arriba, o de atrás para adelante y de adelante para atrás: México se consume en la guerra civil que desató Felipe Calderón Hinojosa y mantiene intacta Enrique Peña Nieto, porque la misión del neoliberalismo consiste en borrar la herencia histórica del cardenismo.
Seguí leyendo: “Sin Cárdenas, México muy probablemente hubiera sido consumido por una guerra civil y constantes golpes militares, tal y como ocurrió en casi todos los países de América Latina a lo largo del siglo XX”.
Adaptando la ecuación de Ackerman a nuestros usos y costumbres, considero que si, en el lugar de los cuartelazos típicos del resto de América Latina, colocamos los constantes fraudes electorales (golpes de mano a fin de cuentas), comprenderemos que gracias a la guerra “contra” el narcotráfico (que fortaleció como nunca a los cárteles mexicanos) y a los gobiernos golpistas de los últimos treinta años, el Estado-nación desapareció, toda vez que el neoliberalismo destruyó las instituciones públicas, revirtió la expropiación petrolera y abolió la propiedad colectiva de la tierra.
Por lo tanto, al anular “las acciones de justicia social” impulsadas por el cardenismo, elneoliberalismo restituyó las condiciones de pobreza, injusticia e ingobernabilidad que imperaban en el país hace un siglo. Parece, le dije a Ackerman durante la presentación de su trabajo en la Feria del Libro del Zócalo, que descubriste una fórmula matemática sin darte cuenta.
No hablaba en broma sino en tono de asombro, y lo ratifico ahora: la ecuación de Ackerman nos demuestra que el neoliberalismo despacificó el campo, involucionó el desarrollo y desmanteló el Estado, pero también nos indica qué es lo que tendremos que hacer cuando esta etapa histórica aciaga quede finalmente atrás.
Durante los últimos años de su vida, el politólogo y jurista Luis Javier Garrido, se empeñó en denunciar precisamente la destrucción del legado histórico de la revolución mexicana, cometido por el neoliberalismo en el Poder Legislativo: al desmontar los artículos fundamentales de la Constitución de 1917 (el tercero, derecho a la educación; el 27, la propiedad nacional de la tierra y los recursos del subsuelo; el 138, el derecho de huelga), el país se convirtió en un territorio sin ley ni instituciones, en un mero enclave productor de petróleo y metales, en un “protectorado” que sólo responde a los intereses políticos, económicos y militares de Estados Unidos.
En Neoporfirismo y El poder en el trópico, sus dos libros más recientes, Andrés Manuel López Obrador hizo visible, y con sobradas pruebas, que la dictadura invisible de Carlos Salinas de Gortari, en realidad, es el retorno al Porfiriato, es decir, al régimen que a partir de 1876 inventó el actual sistema político mexicano y sus peores lacras: el dedazo, el destape, el mátalos en caliente, el saqueo en beneficio de unos cuantos, entre otras.
Ackerman, con una nomenclatura distinta, obtuvo las mismas conclusiones: el retroceso histórico de México no se detendrá jamás, y nuestras condiciones de vida no dejarán de empeorar nunca, si no les arrebatamos el poder a los neoliberales. Y en esto coincide con AMLO: la gran oportunidad para iniciar una nueva etapa histórica son las elecciones presidenciales de 2018.
¿A pesar del Instituto Nacional Electoral? Sí. ¿A pesar del Tribunal Electoral? Sí. ¿A pesar de Televisa? Sí. ¿A pesar de la aplanadora del PRI y de sus aliados, el PAN y el PRD? Sí.AMLO, si no mal recuerdo, sostuvo lo mismo en la entrevista que hace dos semanas concedió a Polemón. Y su diagnóstico fue similar al que John Ackerman presenta en El mito de la transición democrática (Editorial Planeta, 2015): para aprovechar la gran oportunidad histórica de 2018 debemos organizarnos.
En Morena tienen esto muy claro: el nuevo partido pretende tejer sus redes en cada sección electoral del país. Si no cuenta con todas y todos las y los que necesita para defender cada voto que reciba en las urnas, dice, volveremos a luchar como nunca y a perder para siempre.
Pero Ackerman –mucho ojo– no llama a organizarse únicamente a quienes darán la batalla en el campo electoral, sino a quienes deberíamos estar participando en muchos otros frentes, por no decir en todos los demás. Organizarse para enfrentar colectivamente los problemas, organizarse para resistir las agresiones continuas del neoliberalismo, organizarse, incluso, para revertir un nuevo fraude electoral, pero también –agrego yo–, para crear un sistema de contrapesos que nos permita controlar democráticamente al futuro gobierno.
Con la reaparición de la columna Desfiladerito, de lunes a viernes, Polemón sale de un letargo en que lo mantuvieron postrado sucesivas dificultades técnicas y se dispone a dar nuevos campanazos periodísticos. A ver si es cierto…
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