Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo)
31 de agosto de 2015.- Se llama José María Sosa Álvarez y le dijo a ella, el 25 de agosto del presente año, que irían juntos a ver a un ginecólogo. Le pidió que tomara un taxi para acudir al lugar que le propuso. Ella, de nombre Paulina Camargo Limón, aceptó. Y es que tenía 18 semanas de embarazo y no consideró que acceder a la propuesta de su novio y futuro padre de la criatura que llevaba dentro de su cuerpo representara peligro alguno.Tomó un taxi y se dirigió al lugar que él le dijo, y ya nadie supo nada más de ella.
Paulina no regresó a su casa y sus padres se preocuparon. Éstos pronto hicieron todo lo posible por encontrarla. Rápido usaron los medios que tenían disponibles para encontrar a su hija: las redes sociales. La joven de 19 años estaba la noche del 25 de agosto formalmente desaparecida. La campaña en internet tuvo eco, y muchas personas comenzaron a difundir que Paulina estaba, además de embarazada, desaparecida.
Se hicieron muchos esfuerzos para encontrarla. En redes sociales circulaban imágenes de ella con mensajes que pedían información sobre su paradero. Uno de ellos mencionaba: “Desaparecida 25 de agosto de 2015. Paulina Camargo. Vestía mallón café, botas café, blusón naranja. Está embarazada de 18 semanas. Vista por última vez tomando un taxi en la 18 Sur y circuito Juan Pablo II”.
Toda los miembros de la familia hicieron lo suyo. Pedían a la gente que diera información del paradero de Paulina. El hermano de ésta, por ejemplo, escribió en Facebook el mismo 25 de agosto: “Necesito ayuda de todos los contactos de mi hermana. Está desaparecida, en la tarde subió a un taxi y no ha llegado a la casa de mis papás. Por favor necesito su ayuda no sabemos en donde está. Si alguien sabe algo necesito que me ayuden!!!!!”
La fiscalía de Puebla, ante la presencia que comenzaba a tomar el caso en redes sociales, comenzaron a investigar. Los padres de Paulina le dijeron a los investigadores que sospechaban del novio de Paulina, de José María. Y es que él no quería que ella tuviera al hijo de ambos.
Días después se supo todo. José María confesó: golpeó y estranguló a Paulina y después la metió en unas bolsas de basura. Cuando hubo hecho esto, cargó a ella, a Paulina, y la tiró en un basurero.
En un video que circula en redes sociales se observa a los padres de Paulina. Ella, la madre, de nombre María del Rocío Limón, tiene la mirada perdida, el rostro lleno de tristeza, los ojos como de no saber todavía qué sucede, por qué sucede lo que sucede. Él, Rolando Camargo, habla, y es evidente que lleva un herida bien fuerte dentro. Dice: “Por ahorita ya desafortunadamente falleció mi hija, ya las declaraciones del presunto, ya dijo que ya falleció, se declara confeso, él la asesinó”. La abogada que los acompaña agrega que el crimen se debe tratar como un feminicidio.
Todo indica que él, José María Sosa Álvarez, no quería asumir la responsabilidad de ser padre, y que ella, deseaba con todas sus ganas tener al bebé, y es que eso la hacía feliz. Incluso Paulina, en su perfil de Facebook, puso en el 24 de agosto, un día antes de que fuera asesinada: “El mejor regalo que me pudo dar Diosito es tener la oportunidad de ser mamá”.
Paulina era, si nos atenemos a las imágenes que subía en su cuenta de Facebook, una chica sonriente. Siempre aparecía contenta. Siempre. Le gustaban los perros y hacer ejercicio. También era muy unida a su familia. Y muy comprometida: en una imagen, publicada en su perfil el 28 de junio, aparecía ella junto con su papá y su hermano, y los colores de la bandera que simbolizan el orgullo gay, además de un mensaje claro: “Familia 100% orgullo gay”
A Paulina la mató su novio porque estaba embarazada y porque ella quería seguir embarazada. No es el primera caso que sucede en Puebla. Hay varios, y muy similares. Por ejemplo, el de Karla López Albert. Su novio, de nombre Manuel Forcelledo Nader, la mató (con la ayuda de tres personas) en enero de 2014 porque ella estaba embarazada de cinco meses y él no se quería que ella fuera madre. Al cadáver de Karla lo metieron en una cajuela de auto y lo abandonaron, como basura.
Otro caso es el de Iraís Ortega Pérez, estudiante de Cultura Física de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Tenía seis meses de embarazo. Su novio, Juan Carlos Sánchez Pérez, la asesinó en octubre de 2014 porque ella no quería abortar. Le inyectó una sustancia tóxica que le provocó la muerte. Después metió el cadáver en una maleta y lo abandonó en una paraje donde circula poca gente, una especie de basurero.
En estos tres casos se evidencia que los victimarios (los feminicidas) decidieron acabar con la vida de ellas (y de las criaturas que llevaban dentro) porque no realizaron lo que ellos deseaban: abortar. Es decir, en estos tres casos los hombres consideraron que el cuerpo de las mujeres era como una extensión de ellos. Ellas no hicieron con su cuerpo lo que ellos querían que hicieran, y esto provocó su ira, que se convirtió en asesinato.
Estos casos se dan en una sociedad que considera que las mujeres deben obedecer a los hombres, es decir, que las mujeres son como una cosa que le pertenece a ellos. Y también se da en una sociedad donde, en general, estos crímenes en contra de las mujeres o son permitidos, o no son investigadores con detenimiento, o no son castigados.
No cabe duda que hay mucho por hacer. Es inadmisible que los feminicidios se den con tanta frecuencia en buena parte de la República Mexicana. Hay algo que no se está haciendo. Hay algo que precisa cambiarse radicalmente, y que desgraciadamente, todo parece indicar, no se está cambiando.
Paulina quería ser madre. Su novio, que iba a ser futuro padre, no quería ser padre, y por eso la mató. Karla quería mirarse con un bebé en los brazos, muy contenta, pero su novio no quería que ella fuera madre, y menos de un hijo de él. Por eso la mató. Iraís esperaba ya pronto tener a su hijo. Su novio le dijo que no, y cuando ella no aceptó ese “no”, él la mató. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que esto siga siendo parte de la vida cotidiana de nuestro país?
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