lunes, 31 de agosto de 2015

Economía: fábrica de pobreza

PROCESO 2026
En los primeros tres años de su gestión, Enrique Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, han venido esgrimiendo un falso discurso económico sobre una pretendida prosperidad nacional. Lo cierto es que convirtieron el país en una fábrica de pobres, según demuestran las propias cifras de instituciones como el Inegi y el Banco de México. Ante esta lacerante realidad, las pregonadas reformas estructurales –la fiscal y la energética– sólo evidencian un crecimiento torpe y excluyente. Al parecer, lo único que se multiplica en México es la pobreza. Y todo indica que esta situación no cambiará en los últimos años.
El lunes 3, durante una gira de trabajo por el Estado de México, el presidente Enrique Peña Nieto adelantó el tono del discurso que dará el miércoles 2 de septiembre –al menos en la parte económica– con motivo de su tercer informe de gobierno.
El país no ha registrado un crecimiento económico “en los niveles que quisiéramos”; “en el tamaño de crecimiento que hubiésemos querido llevar a la fecha”, dijo. Pero no estamos tan mal, sugirió, pues “a otras economías del mundo les ha ido peor”.
Y agregó: “En México lo sentimos, lo explicamos, pero para quienes tienen, quizá, un mayor conocimiento en el tema, entienden muy bien que el escenario global es difícil; que lamentablemente nos toca observar cómo diferentes regiones del mundo han enfrentado o están viviendo desaceleración en sus economías, incluso teniendo crecimientos negativos en el desempeño de sus economías”.
Es el discurso recurrente del mandatario, pero sobre todo del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien cotidiana e invariablemente emplea la fórmula, cuando hay un dato malo en la economía, de que otros países están peor que México.
Pero la información oficial en torno al desempeño de la economía en lo que va de la administración de Peña Nieto, en especial los datos y cifras del Banco de México y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) –esas sí, sin adjetivos–, dan cuenta del fracaso en la conducción de la economía nacional, independientemente del entorno internacional.
El 26 de diciembre de 2013 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Programa Nacional de Financiamiento al Desarrollo (Pronafide), en el que se planteaban dos escenarios para el crecimiento económico: uno sin reformas, que es el crecimiento “inercial”, y otro con reformas estructurales.
Sin reformas, la economía crecería 3.8% en 2015, 3.7% en 2016, 3.6% en 2017 y 3.5% en 2018, al término de la administración.
Pero con reformas, según el Pronafide, el ritmo de la economía sería acelerado: 4.7% en 2015, 4.9% en 2016, 5.2% en 2017 y 5.3% en 2018 (Proceso 2005).
A 20 meses de la publicación de ese documento y ya en plena vigencia y operación las reformas, la realidad, cruda, ha sido un palmo de narices para el gobierno.
Los desatinos
Apenas el jueves 20, el Inegi dio a conocer que en el segundo trimestre de este año el PIB registró un crecimiento de 2.2% anual real, inferior al 2.9% que se observó en el segundo trimestre de 2014, y también inferior al 2.6% del primer trimestre de 2015.
Una semana antes, el Banco de México había hecho lo propio, al bajar su estimación para el incremento del PIB en 2015 a un rango de 1.7% a 2.5%, desde 2% a 3%, que estableció también en mayo pasado.
El punto medio del pronóstico de Hacienda para este año es de 2.4%, que no sólo no alcanza al crecimiento inercial esperado para el año, de 3.8%, en el Pronafide; y queda muy lejos, casi a la mitad, del 4.7% que, con reformas, se planteaba en aquel documento.
El magro comportamiento de la economía en este año, según los especialistas, se debe al débil desempeño de las actividades secundarias (construcción, industria manufacturera y la minería); a que las exportaciones no petroleras –el gran motor del crecimiento– están estancadas, y a que la construcción de nueva cuenta va a la baja.
Todo ello se ha compensado, en parte, por una mejor evolución del consumo y de las actividades terciarias (servicios y comercio). Pero que no alcanza para darle más aire a la economía en su conjunto.
El achicamiento de las cifras y de las expectativas oficiales de crecimiento, más allá de lo que impliquen en términos macroeconómicos, y en medio de un mundo turbulento, en el país han tenido una traducción brutal en la vida de los mexicanos:
Por lo menos en los dos primeros años del gobierno de Peña Nieto se agregaron a la pobreza 2 millones de mexicanos –suman ahora 55.3 millones las personas en esa condición– y los ingresos de 90% de la población se redujeron de manera dramática.
Hoy, no sólo son más bajos que en 2012, sino mucho peor que en 2008, al inicio de la crisis financiera internacional, según datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y del Inegi.
“Yo hice un cálculo de que esos 2 millones de pobres más en un par de años, equivale a dos pobres por minuto, dice el prestigiado economista Gerardo Esquivel Hernández en entrevista.
A esa tasa está creciendo la pobreza. México, durante los primeros años de gobierno de Peña Nieto, fue una auténtica fábrica de pobres, comenta Esquivel, licenciado en economía por la UNAM, maestro en la misma disciplina por El Colegio de México y doctor por la Universidad de Harvard.
Y agrega: “A eso nos estamos enfrentando por una economía que no crece y que cuando crece lo hace de una manera no incluyente. Excluye a los sectores amplios de los beneficios de ese crecimiento”.
–¿Por qué han sido tan pobres los resultados en materia económica? ¿Qué fue lo que falló en la operación, en la conducción de la economía? –se le pregunta.
–Yo creo que fue una combinación de elementos. Nunca entendieron el entorno nacional e internacional. Faltó liderazgo en el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que desatendió la economía desde el primer año.
“Pero al final de cuentas me parece que hicieron un mal diagnóstico de la situación. No tenían claro, a cabalidad, las causas del bajo crecimiento económico en los últimos años. Hubo una desatención de la parte administrativa.
“En 2013 toda la atención estuvo enfocada en la aprobación de las reformas. Y ahí el secretario de Hacienda jugó un papel muy importante. Y eso me parece que fue crucial para entender lo que creo que marca esta gestión y que de alguna manera está determinando la tendencia de este sexenio.
Y el punto nodal de la mala gestión económica, dice Esquivel, se dio en el errático manejo del gasto público desde el primer año.
Las falacias de Videgaray
Autor del reporte Desigualdad extrema en México; concentración del poder económico y política, editado recientemente por OXFAM y que mereció comentarios y análisis en casi todos los medios, Gerardo Esquivel insiste en que el responsable de un mal manejo y ejercicio del gasto público es Videgaray.
“Es inexplicable que alguien que había sido secretario de Finanzas en el gobierno de Peña Nieto en el Estado de México haya hecho lo que hizo. Dice el entrevistado: decidió ejercer los recursos del presupuesto de una manera inexplicablemente muy lenta y eso le metió un freno a la economía muy significativo en 2013.
“Y eso explica por qué ese año fue de tan bajo crecimiento. Una cosa realmente atípica, pues crecimos inclusive por debajo de Estados Unidos, lo cual no había ocurrido en muchos años.”
En suma, dice el economista, pesaron más los factores internos para hacer del primer año de gobierno un desastre económico, “pero que tuvieron que ver con una mala gestión, una desatención de parte del secretario Videgaray –‘por su propio interés político, por vocación o por petición del presidente de la República’–, que terminó generando una situación de desaceleración en 2013 y de crecimiento mediocre en los años subsecuentes”.
–¿No era necesaria la reforma energética, la que se dijo era la madre de todas las reformas estructurales de Peña Nieto?
–Es un mal diagnóstico simplemente pensar que el sector petrolero puede ser la base del crecimiento de la economía. Siempre he creído que pensar que eso sea la palanca de desarrollo es equívoco. Porque es un sector que es muy pequeño, comparado con el tamaño de la economía mexicana, es un sector –todo el energético: petróleo, gas, electricidad– que emplea a menos de 1% de la población.
“Es decir, es un sector que por mucho que crezca es muy difícil que arrastre a la economía en su conjunto. Es un sector desvinculado de la economía y pensar que incluso duplicando o triplicando el sector en México, que sería ya una cosa descomunal, el impacto que tendría en la economía en su conjunto sería relativamente pequeño.
“Entonces, pensar que esa era la solución a los problemas del país y que atraer inversión extranjera en ese sector –principalmente el petrolero–, que fue donde estuvo el énfasis de la reforma energética, pues es equivocado porque simplemente no va a atraer suficiente inversión extranjera para transformar realmente al país, por hacer que regrese a la senda del crecimiento.”
–Bueno, algo se vio en la primera fase de licitaciones de la Ronda Uno: de 14 bloques sólo pudieron adjudicarse dos.
–Sí, el poco interés se debió a que, primero, las condiciones del mercado petrolero no son las óptimas en este momento y, segundo, a que también puede ser el costo de una percepción, de parte de los inversionistas extranjeros, de problemas en el estado de derecho del país, y que termina siendo más costoso para ellos invertir en esta economía, derivado de posibles actos de corrupción, de complicidades (entre funcionarios y empresarios), reales o no. Basta con que los individuos tengan esa sospecha para dejar de invertir.
“Ahora van a relajar las reglas, que me parece equívoco también. Puede resultar en un menor porcentaje para el Estado en las utilidades. El gobierno pedía 40% sobre las utilidades, no sobre los ingresos. Recordemos que de cada barril que producía Pemex, más o menos 75% se lo quedaba el Estado, de todo el valor del barril de petróleo.
El dispendio fiscal de 2014
Ya entrado en el análisis de las reformas –de las que sin duda deberá informar Peña Nieto, por escrito ante el Congreso y en su discurso a la nación–, Gerardo Esquivel, encargado de la revisión técnica de la traducción al español del libro El capital en el siglo XXI, del destacado economista francés Thomas Piketty, publicado por el Fondo de Cultura Económica, aborda la reforma fiscal.
Contrario a lo que dice la mayoría de los analistas, en el sentido de que dicha reforma resultó recesiva, que le quitó recursos a las familias y a las empresas, Esquivel apunta:
“El problema no es la reforma fiscal. Eso es importante entenderlo. Porque en todo caso la reforma fiscal aumentó los ingresos del gobierno en una fracción mucho menor de lo que aumentó el gasto. Y eso es importante entenderlo, porque mucha gente culpa al aumento en los impuestos de la desaceleración económica. Pero recordemos que eso le dio recursos al gobierno y que lo que gastó el gobierno fue mucho más que eso.
“Es decir, la verdadera reforma fiscal de 2014 no fue la tributaria; fue el aumento en el gasto público y que fue básicamente un dispendio de recursos, mal ejercido nuevamente, donde el gasto no estuvo eficientemente ejecutado, que no estuvo invertido en obras de impacto económico y social significativo.
“Ahí es donde estuvo el problema. El gasto, en términos reales, creció en 2014 en 9%. Desde los setenta no teníamos un aumento del gasto tan significativo. Entonces, la reforma fiscal tuvo esa dimensión tributaria –de aumentar los ingresos del gobierno a costa de los contribuyentes–, pero lo que entró en vigor y que fue más relevante para entender lo que ha pasado recientemente fue el aumento en el gasto… que además fue un gasto improductivo.”
–La reforma financiera. El plan era hacer que los bancos prestaran más y más barato; que se convirtieran en un verdadero apoyo a la economía nacional.
–Pues los bancos, comerciales y de desarrollo, ni prestan más ni más barato. La implementación de esa reforma ha sido desacertada: porque si el problema es que los bancos no prestan, lo que hay que hacer es cambiar los incentivos para que presten los bancos.
“Lo único que hizo la reforma financiera fue darle más poder de cobranza a los bancos. Fue la parte más significativa de la reforma, porque quiere decir que ahora los bancos pueden cobrar de muchas maneras un crédito. Si en un crédito al consumo un individuo que no paga su tarjeta de crédito y tiene cuenta bancaria en otro banco, el banco puede demandar una intervención en la otra cuenta. Tienen mucha mayor capacidad para cobrar esos créditos.
“El problema es que no cambian los incentivos. Y los incentivos son, para la banca privada, prestar al consumo que paga más de 40% al año en tasas de interés; mientras que prestarle a una empresa privada puede ser 12% al año, con el riesgo de que la empresa no funcione. Los incentivos para la banca son muy claros: prestémosle al gobierno federal, a los gobiernos estatales y municipales; prestémosle al consumo y cobremos altas comisiones.
“Lo que hace falta en el país es darle crédito a las empresas. El más reciente reporte sobre el sistema financiero del Banco de México dice que el crédito a las empresas no subió, el número de empresas que recibieron crédito no subió. Subió el crédito total que recibieron las empresas, pero eso no es lo que se quería con la reforma. No quería que recibieran más crédito las mismas empresas que ya recibían crédito. En la reforma se supone que la idea era expandir el crédito a otras empresas, las que hasta ahora no reciben.
“Mientras no cambien los incentivos –bajar comisiones, regular las tasas de interés de los créditos al consumo, etcétera– la banca va a seguir feliz extrayendo recursos de los usuarios de la banca, mediante comisiones y altas tasas de interés.”
Poco optimista es la conclusión del entrevistado:
“Si seguimos por el mismo camino, obtendremos los mismos resultados. Si seguimos haciendo lo que hemos estado haciendo en las tres décadas de bajo crecimiento, pues seguiremos teniendo bajo crecimiento, mucha desigualdad y una enorme expansión de la pobreza.” l

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