La llegada de Manlio Fabio Beltrones a la presidencia del PRI cambia la ecuación política al interior del gobierno y su partido, sobre todo con miras al 2018. Irremediablemente, dicho nombramiento revive una investigación periodística publicada en The New York Times que involucra a Beltrones en una supuesta asociación con el narcotráfico cuando era gobernador de Sonora (1991-1997). El reportaje nunca fue debidamente aclarado y rebatido, aunque el aludido opina lo contrario:
“Quedó perfectamente demostrado, incluso con un dictamen de la Procuraduría General de la República, que (dicho reportaje) era falso y difamatorio. Para mí, ese es un caso cerrado”, respondió el hoy presidente del PRI a pregunta expresa de Proceso (edición 2024). “Solamente lo vuelven a desempolvar aquellos que tienen intereses en lastimar mi figura, pero son parte de la canalla (…) No deja de dolerme, pero ya tengo la piel muy gruesa para resistirlos”.
El reportaje especial Shadow on the Border. Drug Ties Taint 2 Mexican Governors (Sombra en la frontera. La droga corrompe a dos gobernadores mexicanos), realizado por los periodistas Sam Dillon y Craig Pyes, fue publicado el 23 de febrero de 1997 en el prestigiado diario neoyorquino y obtuvo el Premio Pulitzer en 1998. Basada en fuentes oficiales y de inteligencia de Estados Unidos, así como en entrevistas en ambos lados de la frontera –incluidas las de los dos gobernadores implicados–, la investigación revela que Beltrones y Jorge Carrillo Olea (entonces gobernador de Morelos) colaboraron con el cártel de Amado Carrillo Fuentes para permitir el transporte de toneladas de narcóticos a territorio estadunidense.
Asimismo, menciona reportes de inteligencia que dan cuenta de reuniones en un rancho en las que Raúl Salinas de Gortari recibía dólares en efectivo de los criminales para repartirlos entre los asistentes. Se afirma que Beltrones estuvo presente en al menos tres de ellas. Los periodistas concluyen: “El resultado es un retrato de la frustración en ambos lados de la frontera ante un estudio de caso sobre la impunidad de que gozan algunos políticos asociados con los narcotraficantes.”
En una carta dirigida al New York Times, publicada el 5 de abril de 1977, Beltrones negó todo involucramiento en los actos que se le imputan. Al mes siguiente presentó una demanda por difamación ante la Procuraduría General de la República para que investigara las acusaciones.
Ante la improcedencia de la demanda en los tribunales de Estados Unidos, se intentó una solución política, solicitando la retractación del diario neoyorquino y de los autores del texto. La solicitud fue rechazada. En consecuencia, en otoño de 1997 el procurador Jorge Madrazo Cuéllar emitió un breve comunicado en el que sostenía que tras haber realizado una investigación se había comprobado que no era verdad lo afirmado en el reportaje. No dio más datos sobre la supuesta pesquisa.
“Hasta donde era posible saber públicamente, ninguna autoridad había llevado a cabo ninguna investigación relacionada con el caso”, sostuvo Samuel Dillon en el libro Opening Mexico: The making of a Democracy, publicado en 2004. Y concluyó: “Si, como alegaban, habían sido injustamente ensuciados por funcionarios estadunidenses, merecían una investigación confiable y una exoneración rotunda”. (Citado en: Miguel Ángel Granados Chapa, “Beltrones y Dillon”, El Siglo de Torreón, 19 de octubre de 2004.)
Ello confirma que el “dictamen” de la PGR mencionado por Beltrones nunca se hizo público, acaso porque la investigación nunca se realizó. Si eso es cierto, el caso no puede estar concluido, como lo pretende el líder priista. Se trata de un asunto de credibilidad: la investigación del New York Times contra la palabra del implicado y de dos procuradores mexicanos, Madrazo Cuéllar y José Luis Santiago Vasconcelos. ¿Tú le crees a Beltrones?
La piel de don Manlio Fabio tampoco parece ser tan gruesa para resistir los embates de la crítica periodística, a la que él considera “la canalla”. Así lo demostró el año pasado tras la publicación del artículo de Denise Dresser Cloaca abierta, en el que la prestigiada politóloga y periodista alude al citado reportaje del New York Times (Reforma, 31 de marzo de 2014).
La reacción del presidente del PRI ante la opinión de Dresser fue intolerante y agresiva, al grado de que la organización Artículo 19 denunció que la periodista había sido intimidada por ejercer su derecho a la libertad de expresión. El coordinador de Comunicación Social del grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados, Jesús Anaya, emprendió una campaña de desinformación y desprestigio contra la comunicadora, acusándola de escribir “con perversidad y dolo”.
Especialmente grave y preocupante resulta una respuesta intimidatoria ante la crítica, proveniente de quien hoy preside a los priistas y aspira a gobernar a los mexicanos, en el contexto actual de crímenes, desapariciones y amenazas contra periodistas que azotan y avergüenzan al país.
Pupilo de Fernando Gutiérrez Barrios y cercano a Carlos Salinas de Gortari, así como a su recientemente exonerado hermano Raúl, Manlio Fabio Beltrones gobernó Sonora en los años en que la organización criminal de Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, se convirtió en la más poderosa de México y América, tras el declive de los grupos colombianos hacia fines de los años 80 y principios de los 90. El Cártel de Juárez comandado por Carrillo Fuentes contaba con la protección de los altos mandos de la Policía Judicial Federal, la milicia y el gobierno, además de tener en su nómina al Zar Antidrogas de México, el general Jesús Gutiérrez Rebollo. En julio de 1977, supuesta y misteriosamente, murió Amado Carrillo. Era la época dorada de la paz mafiosa implantada por el PRI hegemónico.
Hoy, más que nunca, debemos conocer la verdad acerca del enigma de Beltrones. ¿Estamos frente a un caso paradigmático de la omertà mexicana?
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