Martín Moreno
Los Chuchos —o debemos llamarlos ya Los Chuchitos—: Ortega, Zambrano,Navarrete, Aureoles y compañía, deben sentirse hoy muy orgullosos por la caída libre del PRD, con empate técnico en las intenciones del voto con el Partido Verde y Morena, de López Obrador. Los amarillos pelean el tercer lugar, lejos del PRI y del PAN. ¡Bravo, líderes!
Rumbo a las elecciones intermedias del 7 de junio, el PRD nada más no se mueve en las encuestas-promedio: se mantiene con un raquítico 12% de las preferencias electorales. Anclado. Atorado. Inmóvil.
Morena lo acecha, con 11% de la intención del voto.
El Verde, con 10%, también muy cerca.
Es la vergüenza perredista.
Y posiblemente veremos las consecuencias del desplome perredista en su bastión principal: la Ciudad de México, donde, desde ahora, Morena y la innegable fuerza de Andrés Manuel López Obrador podrían conquistar dos delegaciones clave: Iztapalapa y Cuauhtémoc.
Iztapalapa, la delegación más poblada del DF con casi dos millones de habitantes. Reserva electoral.
Cuauhtémoc, la de mayor poderío en recursos financieros.
Y ambas podrían ser arrebatadas al PRD.
Vaya paradoja: Ortega, Zambrano y Navarrete no se cansaban de decir que el PRD no se consolidaba por culpa de los caudillos del partido —léase AMLOy Cuauhtémoc Cárdenas—. Que el problema era López Obrador.
“Se acabaron los tiempos de los caudillos”, proclamó Carlos Navarrete al ganar la presidencia del partido. Ok. ¿Y qué quedó del PRD?
Un partido que transó con el PRI la fallida y dañina Reforma Fiscal.
Un partido que degolló a sus líderes históricos y excandidatos presidenciales:Cárdenas y AMLO. “Cuauhtémoc se fue por una decisión personal”, dice, cándido, Jesús Ortega. Jesús: hay muchas formas de hostigar, de acorralar, de hartar. Y con Cárdenas lo hicieron. Basta releer la carta demoledora del ingeniero.
Un partido de mezquindades. Al que cuestione a Los Chuchos, se va —de una u otra forma— del PRD. Allí están los 36 militantes históricos que salieron en los últimos cinco meses. Quien tenga dudas, pregúntenles por qué abandonaron al PRD.
Un partido de hipócritas. “Marcelo Ebrard es el candidato de izquierda a la Presidencia que México necesita”, me dijo algún día, en su oficina del Senado, el aún respetado Carlos Navarrete. ¿Qué pasó después? Que por la Línea 12 del Metro apuñalaron por la espalda a Marcelo para satisfacer intereses políticos ajenos a la izquierda. Traicionarlo y entregarlo al enemigo. Eso fue ruindad.
Un partido en el que Navarrete y sus compadres Los Chuchos prefirieron otro tipo de izquierda: la dócil con el PRI, la arrodillada al gobierno federal y al peñismo, en lugar de conservar, con sus fallas y excesos, a una izquierda crítica, combativa y confiable. Esa ya se murió.
Ese es el PRD de Los Chuchos.
Y se quejaban de AMLO. Decían que su liderazgo perjudicaba a la izquierda.
Veamos cifras:
En la presidencial de 2012, AMLO ganó, de forma holgada, la elección en el DF: obtuvo 2.5 millones de votos, mientras que Peña Nieto recibió un millón 240 mil sufragios. Al dos por uno.
Se calcula que en las elecciones federales, siete de cada diez votos que recibía el PRD, eran gracias a la fuerza de López Obrador.
¿Dónde estaba el problema con AMLO?
En la diferencia de proyectos. De liderazgos. De actitudes.
Sin embargo, hoy vemos a un PRD dislocado. “Las renuncias representan pérdidas, pero no pueden constituir golpes mortales contra el PRD”, aseguraJesús Zambrano (El Universal/Misael Zavala/29- III- 2015).
Que alguien le avise a Zambrano que en intenciones del voto a nivel federal, el PRD está muy lejos del PRI y del PAN. Con su 12%, los amarillos están más cerca de Morena y del Partido Verde. De ese tamaño es la caída del PRD en preferencias electorales.
Aún más:
Morena, de AMLO, aventaja al PRD en cuanto a intención del voto para la ALDF: 26% por 22% para los perredistas (Reforma/ 17- XII- 2014). Son las consecuencias de un mal partido y de un mal gobierno en el DF.
“Adiós a los caudillos”, dice Navarrete. Pero hay de líderes a líderes.
Jesús Ortega no es Cuauhtémoc Cárdenas.
Jesús Zambrano no es López Obrador.
Carlos Navarrete tampoco es Marcelo Ebrard (con todo y su caudal de errores y soberbias).
Perder el 7 de junio Iztapalapa y Cuauhtémoc significaría un mazazo para el PRD. Son territorios fundamentales dentro de su estructura partidista.
Perder el control político de la ALDF equivaldría a ya no tener la hegemonía en el funcionamiento político-financiero-social-electoral en la capital del país. De ese tamaño.
¿Qué seguiría?
Como lo proyecta López Obrador, arrebatarle al PRD la Jefatura de Gobierno en 2018. Ese sería el golpe mortal.
Ya veremos si le alcanza.
Twitter: @_martinmoreno
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