Prudencio empaqueta tan rápido como puede las mercancías de los clientes de un supermercado de Ciudad de México. No recibe sueldo, pero las propinas que gana este hombre manco de 66 años le alcanzan para sonreír y completar su pobre pensión.
"Con mi jubilación (de 80 dólares mensuales, casi la mitad del salario mínimo) no es suficiente, y no encuentro ninguna dificultad para ser empacador voluntario aunque me falte un brazo", dice a AFP Prudencio Díaz, uno de los cerca de 22.000 ancianos que diariamente realizan esta labor en supermercados de todo el país.
México, segunda economía latinoamericana con un PIB per cápita de más de 10.000 dólares, solo paga pensiones a un 25% de sus más de 11 millones de adultos mayores. Esto puede deberse a que trabajaron en la informalidad, o no alcanzaron a cotizar el tiempo mínimo estipulado, o porque, como gran parte de las mujeres, se dedicaron a las tareas domésticas.
Después de una infancia cuidando ganado en su natal Zacapoaxtla, Puebla (centro), Prudencio emigró a los 15 años a la capital, donde inició una errática vida que penduleaba entre el deporte -su pasión- y toda clase de empleos, la mayoría informales.
Fue cargador de botellones de agua, camionero, boxeador improvisado -ganaba 10 dólares por pelea-, mesero y barman en un restaurante de lujo.
"Beso de Ángel, Alfonso XIII, Piña Colada, Desarmador... todas esas bebidas sé hacer", cuenta Prudencio, con una indeleble sonrisa en la que faltan algunos dientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario