U
n cambio en las encuestas parece anunciar el resurgimiento de Andrés Manuel López Obrador y de Morena. Esto inquieta a la derecha mexicana, pero quienes parecen más preocupados son los antiguos compañeros del tabasqueño. A partir del Pacto por México (diciembre de 2012), los tres partidos mayores hicieron una alianza: uno de los puntos implícitos era preservar el sistema asociado con la partidocracia. Hoy los aliados parecen compartir el temor de que AMLO logre en 2018 la presidencia, que le han robado dos veces.
El ascenso de Morena es espectacular en la capital. Pasó de 6 por ciento de intención de voto en octubre a 24 por ciento en marzo. Es posible que el nuevo partido pueda ganar varias delegaciones y empatar o ganar la asamblea: esto acabaría con el dominio del PRD en la capital. Las repercusiones se harían sentir en todo el país.
Hasta hoy, los partidos conservadores y los escritores y comunicadores que les sirven intentan convencer a la población de que todos los partidos son igual de malos y que Morena no escapa de esa descomposición. La conclusión que quieren imponer es que no vale la pena intentar un cambio, que mejor es resignarse. Además, han reavivado aquello del
peligro para Méxicoe intentan identificar a AMLO con Hugo Chávez y anuncian una catástrofe si aquél llega al poder. El PRD no sólo se suma a esta campaña, sino empieza a tomar medidas provocadoras. La capital es su bastión y, de producirse estas derrotas, serían signo de su declinación definitiva. Hasta el fin de 2014, un buen porcentaje de la población no sabía que AMLO había dejado al PRD para formar un nuevo partido. En la medida en que el personaje y el partido se desligan, la intención de voto cambia de dirección.
Si la tendencia continúa en las semanas que restan del proceso electoral, las cosas podrían ponerse muy difíciles para el partido amarillo. La dirección de éste está empeñada en acusar a su competidor de mesiánico y traidor. Dicen que ha sido ingrato con un partido que lo hizo líder nacional y lo llevó a la candidatura presidencial en 2006 y 2012. Ellos y todos sabemos que, con muy limitadas excepciones, la popularidad de AMLO les consiguió a los perredistas curules federales y locales y hasta la gubernatura de Morelos, posiciones que nunca hubieran ganado por sí mismos. Pero más grave que los desbordamientos retóricos, es el saboteo que los mítines de Morena están sufriendo en varias delegaciones, organizados o tolerados por los delegados o sus agentes. Estos ataques son provocaciones. El instituto electoral local y federal deberían frenarlos, pero estas instituciones, costosísimas, carecen de voluntad política para ser verdaderos árbitros.
Twitter: @ortizpinchetti
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