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e diluye el memorial del 18 marzo, y es lógico porque este gobierno ha roto con la política nacionalista de Lázaro Cárdenas. En lugar de rescatar la soberanía y la autodeterminación, su objetivo pareciera ser la integración de México a la zona de influencia de Estados Unidos, con la esperanza de tener del gobierno de esa potencia la protección para mantenerse en el poder, como grupo, de modo indefinido.
La nacionalización de la industria petrolera es la última hazaña del Estado mexicano. Cárdenas actuó como estadista: más allá de sus propios intereses o los del momento, puso la mira en el futuro. Actuó como un visionario, su decisión permitió al Estado mexicano cierto grado de independencia, impulsó el crecimiento y dio recursos a la burocracia para sobrevivir distintas crisis. En 1970, a la muerte del general, Daniel Cosío Villegas escribió que conforme pasaba el tiempo, su figura crecía, en tanto que la de sus antecesores y sucesores se empequeñecía.
¿Cómo se ven las cosas 75 años después de que Cárdenas dejó la Presidencia? Trece presidentes han desfilado, el último apenas ha cumplido un tercio de su mandato. Ninguno ha sido un visionario o un estadista, ninguno ha realizado un acto heroico de gran relieve, memorable. Once han sido del PRI (partido de don Lázaro) y dos del PAN (su feroz enemigo). Todos han cometido errores gravísimos y ninguno ha respondido por ellos. Los ha habido de un desempeño aceptable, como Ruiz Cortines, López Mateos y Zedillo, pero no dieron el estirón. Zedillo se manchó con el Fobaproa, López Mateos fue muy popular y Ruiz Cortines una viva encarnación del maquiavelismo. Echeverría, López Portillo, Salinas y Fox despertaron grandes expectativas y terminaron en fracasos monumentales. Hubo dos desastrosos: Díaz Ordaz (paranoico) y Salinas (autodestructivo). Mediocres: Ávila Camacho y De la Madrid, y los dos panistas: Fox y Calderón. Don Vicente tuvo capacidad de destruir el proyecto democrático. Un modernizador inteligente como Alemán inauguró la ingeniería de la corrupción. Todos, conforme pasa el tiempo, se vuelven olvidables, en el mejor de los casos. El último parece llevarnos a un fiasco económico y político. Botón de muestra, entre mil: la ineptitud, casi fantástica, con la que ha manejado el caso de Carmen Aristegui.
Cárdenas es superior a sus sucesores por el apego a las causas populares y un instinto eficaz al servicio de sus convicciones. La mediocridad de los presidentes refleja una crisis irresuelta de muchas décadas.
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