martes, 7 de octubre de 2014

Defensa perredista al insalvable Aguirre .- Miguel Ángel Velázquez

Guerrero: sin cabida a las complicidades
Nueva fuerza en el sol azteca
E
l horror que se vive en el país no da cabida a las complicidades. Cada vez que alguna de las muchas ofensas, ahora de sangre, que se imponen a la población pretende alcanzar alguna explicación lógica desde el aparato político, más se deteriora la muy resquebrajada relación entre la sociedad y esos que pretenden organizarla desde los partidos políticos o el gobierno.
Para esa parte del PRD que el fin de semana pasado se enquistó en la cúpula del organismo, no hay otra manera de ver la realidad más que a punta de complicidades, desde las más abiertas –las que conocemos–, como el podrido Pacto por México, hasta la defensa que se trató de construir a favor del insalvable gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre.
Por eso la fotografía, posada, de los supuestos líderes perredistas en la que aparecía el mismito Aguirre Rivero, hablaba de una especie de mafia insensible al dolor que en esos momentos padecían no sólo los padres de los muchachos, que para ese momento aún estaban considerados desaparecidos, sino para una gran parte del país que mira inerme, desesperado, el horror que migra de estado en estado, con total impunidad, imparable.
Esa misma fotografía alcanzaba varias interpretaciones, porque, desde luego, se hizo con el fin, con el propósito, de ser exhibida, y una de ellas, de las interpretaciones, es precisamente la que corona la impunidad: la mofa que parecen estrellar contra la ley y contra la gente esos que allí aparecen, y que recuerdan aquella otra figura gráfica de ficción –y no tanto– del rat pack, que heredó Frank Sinatra y que gobernó junto con Dean Martin y Sammy Davis Jr. durante buen tiempo.
El priísmo tiene bien acostumbrado a este país a esa misma impunidad. A nadie extraña que, cuando ellos quieren, dejan pasar cualquier atropello contra la población mientras conserven sus líneas intactas. Sólo para empezar a hacer memoria habría que recordar a los inolvidables Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, por citar los nombres comunes, que en este caso son referentes indispensables del horror.
Y si eso se logra desde aquel lado, el rat pack, es decir, la izquierda moderna, quiere de lo mismo, y con ello compromete el futuro político cuando menos del jefe de Gobierno del Distrito Federal, que por un lado da señales explícitas de madurez, tanto de las autoridades como de la población, y retira a la policía de la más significativa de las manifestaciones en el país, y por el otro aparece con el paquete (lo tradujeron como pandilla) que acompaña a los chuchos y al gobernador de Guerrero, autor por comisión u omisión de la tragedia de Ayotzinapa.
Está claro, entonces, que no es posible, ni sano para nadie –excepción hecha para los chuchos– hacer a un lado la responsabilidad de un gobernador que no gobierna y que ha dejado correr la sangre por toda la entidad, sin que ello le aflija o cause alguna modificación en sus planes de vida.
No es, definitivamente, el tiempo de las complicidades, y porque la impunidad no dura para siempre, y cuando se acaba el resultado también alcanza a los cómplices, así que más vale tener cuidado.
De pasadita
Ya habíamos comentado en este espacio que mantener en el PRD las cosas como están tal vez no diera una lectura equivocada de una realidad que ni siquiera está oculta y que cuenta una historia diferente a la que se nos ha tratado de imponer. Decimos esto porque hace algún tiempo les señalamos que en el interior de ese partido, del PRD, se estaba construyendo una nueva fuerza política que en breve tendría la mayoría. Combinaciones certeras o perversas, como la que se dio entre el secretario de Gobierno, Héctor Serrano, y el líder de la Asamblea Legislativa, Manuel Granados, lograron que, como en las nuevas construcciones, la fachada quedara intacta, pero en el interior todo cambió o todo empieza a cambiar.
Un dato que da idea de esto es que una de las parejas con más fuerza política en el DF: la de la delegada en Gustavo A. Madero, Nora Arias, y el asambleísta Víctor Hugo Lobo, que daban estructura a la chuchada en el DF, decidieron dejar a esa tribu, y aunque no se sabe cuál será su destino inmediato lo más probable es que se unan a la fuerza que se construye desde la jefatura de Gobierno, que muy pronto hablará de su independencia. Vamos a ver si ahora sí el PRD se convierte en partido político. A lo mejor ya es muy tarde.

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