sábado, 3 de mayo de 2014
¡Oh, no! Cuarón empezó a opinar
No sé qué es peor, si la soberbia de ciertos artistas o la ingenuidad de los medios de comunicación para dar vuelo a las declaraciones de aquellos. Eso sí, la tentación de la gente del mundo de la cultura de opinar de políticas públicas es una de las enfermedades crónico degenerativas que se está afianzando en el país. Antes era Carlos Fuentes hablando de la supuesta ignorancia del entonces candidato Enrique Peña Nieto. Antes era el pintor Toledo hablando de los Zetas; o Gael García criticando al sistema político y al PRI.
Siempre me he preguntado qué tienen que hacer novelistas, cineastas, pintores, escultores, actores y poetas criticando decisiones de gobierno como si fueran expertos en los temas. No comprendo por qué tener pericia para esculpir un mármol o para plasmar un óleo sobre un lienzo habilita también al sujeto a vociferar contra el sistema económico y político.
Ahora tenemos el caso de Alfonso Cuarón, reconocido director de cine que ha ganado premios, opinando sobre la reforma energética. Cuarón fue cauteloso —es un tipo inteligente— de plantear sus prejuicios bajo el formato del interrogatorio, inquiriendo al presidente Peña sobre los aparentes beneficios que traerá la reforma.
Cuarón habla en sus cuestionamientos de las “trasnacionales petroleras”; los “contratos multimillonarios”; la “expansión de la burocracia”; y las “reformas discrecionales y opacas… buenas para las manos privadas”. Es notorio que le molesta la reforma planteada por el presidente, aunque este último ha sido enfático y específico respecto del alcance de lo que se plantea.
Causan mucho daño quienes desde el mundo de la cultura opinan de políticas públicas. Deberían serenarse. Que opinen, claro, tienen derecho a hacerlo. Pero quienes gozan de una reputación y popularidad significativas, y opinan, saben bien que habrá un efecto potenciador de sus ideas, con las que confunden y manipulan.
Yo preferiría que los espacios de resonancia en los medios, respecto por ejemplo de una reforma como la energética, los tengan think tanks especializados, como el IMCO, de Juan Pardinas, o el CIDAC, de Verónica Baz. Pero que alguien que le indica a Sandra Bullock ‘muévete pa’ ca’, o que le dice que no le salieron suficientes lágrimas en cierta toma, cuestione con particular sesgo los beneficios de una reforma que ha sido aplaudida internacionalmente, es un ejercicio que deberíamos ir viendo menos en el país; y desafortunadamente lo estamos viendo cada día más.
¿Le darían los medios de comunicación y la sociedad igual tratamiento a un exsecretario de Hacienda que dijera que tal película o tal pintura se quedaron cortas? No. Lo descalificaría al instante. ¿Por qué al revés sí se vale? Cuidado.
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