U
n pesimismo amargo se extiende en muchos sectores. Hay profunda desilusión con el gobierno de Peña y a la vez fatalismo:
esta gente es tan poderosa que no dejará el poder en 25 años. Esta visión provoca parálisis e impide ver multitud de signos alentadores. El aparato mediático, principal sustento del sistema alimentado por un gasto anual de 2 mil 850 millones de pesos, induce a la desesperación. Pero tiene rendimientos decrecientes; cada vez son mayores los signos inconformidad y movilización. Algunos ejemplos:
1. La población se está enajenando de las instituciones y de la política. Dos tercios no cree que el sistema sea democrático ni que los legisladores o jueces cumplan con su deber. Ni siquiera 20 por ciento confía en las instituciones. El presidente Peña ha perdido 20 puntos en 10 meses, hoy tiene una aprobación de 37 por ciento y es reprobado por 52 por ciento (en la más reciente encuesta GEA-ISA). Todos los partidos son rechazados. Los niveles de tolerancia con la opinión ajena se reducen y aumenta la desconfianza de los ciudadanos entre sí. Los mexicanos no se sienten representados por los partidos ni por los diputados y senadores. Las elecciones no parecen ser un mecanismo confiable. La gente no cree que las cosas puedan cambiar, más bien creen que van a empeorar y que la política seguirá descomponiéndose. Sólo 15 por ciento de la población parece creer en el sistema. Están convencidos de que el PRI no sabe gobernar, que la seguridad, la mejora de salarios, la creación de empleos, la salud y educación no mejorarán. Estas opiniones demuestran que nuestra gente mantiene la salud mental a pesar del formidable aparato de simulación y manipulación.
2. Otro hecho duro y relativamente nuevo es la impugnación de diversos grupos y personalidades que abarcan prácticamente a la sociedad contra las leyes y políticas del gobierno. Las organizaciones patronales, obispos, escritores e inclusive el célebre cineasta Alfonso Cuarón; cientos de miles de empresarios y profesionistas reclaman los nuevos impuestos y las reformas estructurales, que por cierto son el mayor orgullo del gobierno y a la vez uno de los motivos de su impopularidad.
3. La organización de las comunidades contra el flagelo del crimen organizado. Las cifras son incompletas, pero hay hechos de violencia en forma permanente en 18 estados y por lo menos en 11 se han conformado grupos armados tanto para defenderse como para generar pandillas paramilitares.
Todos estos hechos no tienen precedente y son signos de vitalidad de una sociedad agraviada. Las formas de protesta usuales, firma de desplegados, manifestaciones y plantones están dejando de ser eficaces.
Twitter: @ortizpinchetti
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