Nazario Moreno González El Chayo. Foto: Especial. |
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Quien fuera el máximo líder del cártel de Los Caballeros Templarios, Nazario Moreno El Chayo, abatido el pasado 9 de marzo, mantenía un férreo control entre funcionarios, políticos y comerciantes de Michoacán.
El narcotraficante los llamaba a “El Cerro” con el fin de establecer los cobros de cuota que los gobiernos debían entregar a la organización criminal y, además, acordar la protección oficial que se les daba a los Templarios.
De acuerdo con información del diario Reforma, los funcionarios no lo pensaban dos veces cuando eran llamados y no tenían opción; si hacían caso omiso, amanecían ejecutados.
Un exfuncionario de Morelia relató al periódico que en “El Cerro” los servidores públicos eran regañados, advertidos o cooptados.
Las citas se realizaban en un rancho propiedad de El Chayo conocido como La Fortaleza de Annunaki, con una extensión de siete hectáreas, ubicado cerca de Guanajuatillo, Apatzingán.
Legisladores, alcaldes, regidores, síndicos, colaboradores de los ayuntamientos y funcionarios del Palacio de Gobierno acudían al sitio, según testigos.
Pero también iban a “El Cerro” carniceros, tortilleros, taxistas, fayuqueros, restauranteros, fruteros, limoneros y narcomenudistas, detalla el diario.
El Chayo se limitaba a enviar a sus mensajeros para que sus instrucciones llegaran a su destino cuando el asunto no era trascendente.
Incluso, destaca Reforma, mandos policiacos brindaron a El Chayo información sobre operaciones federales.
En las reuniones participaban el jefe de plaza del municipio a tratar, así como otros líderes de Los Caballeros Templarios tales como Servando Gómez La Tuta y Enrique Kike Plancarte, los principales brazos ejecutores de El Chayo.
La Fortaleza no tenía grandes sistemas de seguridad pues El Chayo confiaba en la protección que le daban las autoridades.
El lugar –enclavado al pie de la sierra y equipado con rodeo, caballerizas, palenque e instalaciones para juegos de azar– fue inaugurado el 15 de septiembre de 2012, para lo cual fue contratado el grupo musical Calibre 50.
En las reuniones con comerciantes, El Chayo fijaba el precio de la carne además de que pedía buenos cortes.
A todos los carniceros les pidió porcentajes de sus ganancias e incluso hasta a las mujeres que vendían aguas de sabores les fijó una cuota de 200 pesos semanales para permitirles trabajar.
Además, el capo estableció el precio de la tortilla en 15 pesos, el de la carne en 90, contó un carnicero que acudió a La Fortaleza el mayo de 2013.
Las reuniones en ese lugar eran videograbadas, agrega Reforma, y los políticos que asistían lo sabían.
Los encuentros de negocios con los funcionarios incluían además espectáculos para los “invitados”, rodeo, actos de magia, juegos de mesa, lidias de toros y eventos deportivos donde se servían diferentes bebidas alcohólicas y buffet de platillos regionales.
En el rodeo, El Chayo salía sentado sobre un trono que era cargado en hombres por sus subalternos; vestido con una túnica roja o de otros colores, además de una corona con brillantes en la cabeza.
Luego, según relatan testigos al diario, se ponía a cantar, y aunque lo hacía muy mal, nadie se atrevía a burlarse.
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