Abajo puños, arriba escotes
La tijera censora no dio abasto durante la dictadura. Y el cine, con sus fotogramas insinuantes o provocadores, fue un gran generador de quebraderos, siendo además el principal entretenimiento que tenía la sociedad tras la Guerra Civil. Los censores se cuidaban mucho de que en las películas que se exhibían en España hubiese influencias negativas con materias como la religión, la política, el ejército, la prostitución, el divorcio o el adulterio.
El sexo llegó a convertirse en una verdadera obsesión y fue perseguido con todas las armas al alcance de los censores. Dibujantes y empresarios tenían que hacer malabares para que los carteles se asemejasen lo más posible a la realidad americana, inglesa o francesa. No siempre con mucho acierto. Bienvenido Llopis ha analizado en La censura franquista en el cartel de cine (Notorius ediciones) los 40 años de censura en España. Se subían los escotes, se tapaban las piernas y se evitaban camas. “Se prohibían películas y se cortaban fotogramas, pero tan importante como controlarlas era hacerlo con la publicidad cinematográfica. Grandes estrellas de Hollywood que abrazaron la causa republicana —James Cagney, Joan Crawford o Robert Montgomery— vieron como sus nombres desaparecían de los carteles de cine españoles mientras que títulos que pudieran dar lugar a dobles intenciones no deseadas eran cambiados”, señala Llopis.
Llopis ha empleado más de tres décadas en adquirir los carteles, programas de mano, revistas que permitiesen ver el trabajo de los dibujantes de la época y los censores. “No ha sido nada fácil porque muchos documentos estaban perdidos y ha habido seis de ellos que no he logrado conseguir y que figuran en el libro gracias a la cesión de sus propietarios”.
Junto a los carteles de películas se muestran portadas de revistas, tebeos, novelas, noticias de prensa, fotografías, tarjetas postales, álbumes de cromos de censores que se transformaron en diseñadores de ropa para servir a la moral del régimen. Esther Williams, Ava Gardner, Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Sofía Loren o Gina Lollobrigida aparecían en España con vestidos que en nada se asemejaban a los originales.
La idea surgió una mañana de domingo en el Rastro de Madrid. Llopis estaba con su puesto de carteles, postales, programas de cine y se acercó una persona que tenía un programa de la película Camino de Santa Fe, que había pasado la censura en toda España excepto en Burgos. El arzobispado de esa localidad obligó a camuflar el beso de Errol Flynn a Olivia de Havilland con un sello. Quien le hablaba era el propietario del cine Cordón de Burgos quien se comprometió a enseñarle el programa. “Le esperé muchos domingos hasta que apareció de nuevo y cuando lo vi pensé que debía hacer un libro. Lo que no imaginé es que iba a tardar tanto. Empecé en 1985 y hasta ahora”, señala este coleccionista y librero.
El carpetazo a la censura se da el 1 de diciembre de 1977 por decreto de Adolfo Suárez. Los cartelistas respiran y comienzan una etapa de liberatad creativa. Del disparate represor no se había salvado ni el pato Donald. ¿La razón? El dibujo animado aparecía con el puño en alto y las mentes infantiles podían compararlo con el saludo comunista.
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