REVOLUCIÓN
Y CONTRARREVOLUCIÓN
Al Pueblo
consciente de México que
luchó y lucha por una Patria Nueva
.
Axel
Juárez Rivero
Morena Gustavo A. Madero-
Morena Gustavo A. Madero-
Ver
la Revolución Mexicana, es ver una multitud de procesos insertos en uno mismo.
Corrientes divergentes, golpes y contragolpes, lealtades que rompen,
filiaciones momentáneas. Líneas yuxtapuestas de un mosaico de ideas y hechos.
No
se puede analizar este momento de la historia de México como un proceso
fragmentado, pero aún así, dentro de la Revolución Mexicana, hubo muchas Revoluciones.
Una evaluación histórica a más de un siglo, ciento tres años, nos permite hacer
una visión de conjunto. La revolución hoy, como planteamiento político.
I. La Revolución ayer
Antecedido por las
movilizaciones obreras, y atizada por las condiciones de pobreza, desigualdad y
autoritarismo, la Revolución Mexicana inicia con el detonante del movimiento
democrático de Francisco I. Madero encaminado, principalmente, a reconquistar
las libertades políticas perdidas durante la dictadura, sin dejar de lado
ciertas reivindicaciones sociales, en esencia de tipo agrario.
Tras la caída de Díaz, y
la llegada de Madero a la presidencia –en 1911– esas demandas sociales,
plasmadas en el Plan de San Luis no se ven materializadas con la inmediatez que
reclamaban los sectores campesinos. Ello ocasionaría, nuevamente, el
levantamiento de Emiliano Zapata enarbolando el Plan de Ayala, que propugnaba
el regreso de las tierras a los campesinos y dar fin a los latifundios, las
grandes extensiones de tierras en manos de unos cuantos hacendados. “Tierra y
Libertad” era la consigna.
La minoría privilegiada
porfirista, que se mantenía, los grupos más regresivos de la sociedad aliada a
las partes conservadoras del Ejército Federal en colusión con los intereses
extranjeros creados en el país, fraguaron el golpe de Estado que derrocaría al
Presidente Madero, asesinándolo.
El cuartelazo que puso
en el poder a Victoriano Huerta desencadenó el nuevo levantamiento de Francisco
Villa, que encabezaría un poderoso ejército del pueblo, la división del Norte; Zapata con el Ejército Libertador del Sur, en
conjunción con las tropas de Venustiano Carranza.
Huerta caería en 1914,
se entró, entonces en el período más convulso y sangriento de la Revolución,
que dividió definitivamente a las fuerzas revolucionarias. Las diferencias de
todo tipo, sociales, económicas, políticas, militares e ideológicas. Mientras
Zapata sostenía un reparto agrario inaplazable, ejemplo de ello sería la “Comuna
de Morelos” punto que convergía con el villismo, de mayores aspiraciones
sociales. Carranza –viejo liberal– se
mostraría con posturas más moderadas e incluso conservadoras, muestra de ello:
derogaría su propia legislación en materia agraria, anulando la Ley del 6 de
enero de 1915; cancelaría la ley agrarista de Salvador Alvarado en Yucatán y
reprimiría con peculiar violencia la huelga de julio y agosto en la Ciudad de
México. Dos concepciones se encontraron antagónicamente irreconciliables.
En un intento de
unificación y discusión pacíficas se conformó la Convención de Aguascalientes
que pasando por diversas etapas, sus intentos resultaron infructuosos. Entre 1915 y 1916 la
lucha de facciones estallo violentamente. Villistas y zapatistas unirían
esfuerzos, al menos en la intención,
contra Carranza.
Sin embargo las
particularidades del ejército zapatista, estrictamente campesino y
regionalista, lo llevarían a aislarse,
dejando de lado un panorama más amplio. Sobre la División del Norte caería la
respuesta militar del ala agrarista de la Revolución. A pesar de la enérgica resistencia, Villa y
Zapata fueron derrotados por los carrancistas.
En diciembre de 1916 se
convocó a un Congreso Constituyente que refundara el Pacto Social. Aunque
derrotados en lo militar, los postulados del villismo y del zapatismo permearían
en el nuevo texto constitucional. Era evidente, cuando no una necesidad
histórica, que tras una Revolución de las magnitudes en que se dio la mexicana
la vida pública se tenía que transformar profundamente. México había cambiado para
siempre: había caído la dictadura, las relaciones entre las masas y el Estado
se modificaron en su equilibrio, las relaciones sociales se volcaron, se instauraría
un nuevo modelo económico y la cultura se tornaría en una revaloración hacia lo
mexicano.
A razón de la historia,
tras todo lo que sucedería y deviniese en la etapa postrevolucionaria, y al día
de hoy, una de los logros materializados de la Revolución Mexicana fue la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Las acciones sociales
que emprenderían los gobiernos surgidos después de la Revolución, llevarían
como característica la puesta en práctica y el debate sobre alguno de los
artículos de la Constitución de 1917.
II. La
revolución hoy
En este momento
histórico ver a la Revolución Mexicana, en su conjunto, es asimilar las grandes
demandas del Pueblo que lo llevaron a levantarse.
La Revolución Mexicana
es la lucha por la democracia: el respeto a todas las libertades políticas
ciudadanas, el respeto al voto, a la libre manifestación de las ideas, a la
asociación, al Sufragio Efectivo y la
No Reelección. Exigir un gobierno
democrático y republicano. Demandas que no se han alcanzando, pues las
elecciones pervertidas en su funcionamiento y controladas por los poderes de
hecho, han impedido que se respete la voluntad popular, en marcado en un clima
de regresión en las libertades públicas.
Levantar hoy las
banderas de la Revolución, es pugnar por que se regresen las tierras a quienes la trabajan. Regresar las tierras usurpadas por
las compañías extranjeras a las comunidades. Es luchar por la soberanía
alimentaria del país, reactivar al campo mexicano, reconstituir el tejido
social agrario y elevar los niveles de vida de quien nos da de comer. A México
lo forjaron los campesinos.
La Revolución Mexicana
significa hoy, defender el derecho de los trabajadores a un salario justo, a
mantener el derecho a huelga, a remuneraciones dignas, al derecho a la salud y
la seguridad social, a mantener una jornada mínima de trabajo. Es moderar el
abuso e inequidad de los patrones frente a los trabajadores. Es defender todas
las conquistas laborales.
La Revolución Mexicana es
sostener relaciones internacionales basadas en el principio de la libre
autodeterminación de los Pueblos y de la solidaridad con los países pobres y
con aquellos que pugnan por su liberación del los poderes económicos globales.
La Revolución es educación
pública, gratuita, laica y nacional. Es defender indubitablemente la propiedad
de la Nación sobre las tierras, las aguas y todos los demás recursos del país.
Es mantener la propiedad nacional del petróleo y la electricidad. Es mantener
el postulado de que sea el Estado quién oriente, conduzca, planee y coordine la
actividad económica con miras al desarrollo nacional en beneficio de las
mayorías empobrecidas.
La Revolución Mexicana
como momento culminante en la historia de México, sintetiza en sí misma, las otras
dos grandes transformaciones de nuestro país. La Independencia, en tanto
surgimiento de la Nación Mexicana, cuyo sentido social se observa en la
abolición de la esclavitud de Hidalgo, y en la exigencia para que se moderara
la opulencia y la indigencia, aumentando el jornal del pobre, pedía Morelos, hace
más de doscientos años. La Reforma sentó las bases para la consolidación del
Estado, condición indispensable para la existencia de México como nación
soberana, que quitó el poder al clero y rompió con los proyectos más regresivos
de los conservadores. La defensa de la soberanía y de la República con Juárez,
frente a la intervención francesa y las presiones de Estados Unidos. Significó una
inflexión en la comunidad internacional y un elemento de dignidad, moralidad y
resistencia al interior.
III.- La Contrarrevolución
La Contrarrevolución de
ayer es la contrarrevolución de hoy. Ya en la consumación de la Independencia
los criollos e incluso españoles, tomaron el control, dejando de lado las
necesidades y demandas de los sectores campesinos y populares que habían
sostenido desde un inicio la insurrección. De la Reforma y la Restauración de
la República, devino la dictadura de Díaz, con un gobierno oligárquico
empobrecedor. Los principios más altos de la
Revolución se vieron pervertidos a la llegada de caudillos al poder que
se había alejado de las causas sociales, en un fluctuante proceso de avances y
retrocesos, más retrocesos que avances.
Es complicado no darle
una línea de continuidad histórica a la Revolución y a la Contrarrevolución en
la historia de México, mas cuando han
sido dos las grandes fuerzas que siempre se han confrontando por la nación: los
que apelan al desarrollo autónomo con los recursos internos del país en aras de
justicia y soberanía, y los que apelan a los poderes y bondades del exterior
para dar término a los problemas del interior.
La Contrarrevolución
hoy, es el neoliberalismo que desde hace treinta años se ha impuesto, y que ha
acabado con la voluntad popular, la economía nacional y el desarrollo interno,
poniéndolos a merced de los consorcios transnacionales. Política económica
empobrecedora, productora de marginación e ignorancia. Privatizadora de los
bienes públicos y socializadora de los pérdidas.
La contrarrevolución es
la entrega del país a los poderes de Washington. Es el que un grupo compacto haya cooptado
todas las instituciones del Estado, suplantado el Estado de Derecho, por una
serie de relaciones político-económicas destinadas a mantener su hegemonía. La
contrarrevolución ha arrebatado la soberanía al Pueblo de México, residente originaria
de ésta y única fuente del legítimo poder público. La República, la res pública, la cosa pública se ha
sustituido por el poder privado, haciendo del Estado una filial más del
Consejo Coordinador Empresarial, despojando al Pueblo de su legítimo poder. Son
los gobiernos impuestos mediante el fraude.
La Contrarrevolución es
la reforma a los artículos 27 y 28 constitucionales, consistente en la entrega
de los recursos de México a las corporaciones económicas globales; es aniquilar
la propiedad de la Nación sobre el petróleo y la electricidad, es vender las
tierras de los campesinos a los centros turísticos extranjeros.
La Contrarrevolución es
neoliberalismo. Ya en el sexenio de Alemán, cuando este pretendía abrir de
nuevo la industria petrolera a las compañías extranjeras, Daniel Cosío Villegas
acusaba al presidente de “neoporfirista”, es decir apostarle de nuevo
hacia la iniciativa privada y al exterior sin restricciones.
Un grupo de
ejidatarios, declara: “El gobierno de Enrique Peña Nieto nos quiere quitar
nuestras tierras y bosques del Nevado de Toluca para entregarla a los
inversionistas, pero no lo vamos a permitir. Defenderemos la Tierra que nos
dejó el general Lázaro Cárdenas.” (Revista
Proceso, no. 1933)
IV
¿Para
qué Revolución?
La Revolución Mexicana
fue un reencuentro con nuestra historia, de allí su profundo carácter
nacionalista, cuya raíz fueron las viejas y antecedentes luchas del pueblo. Fue
un redescubrimiento de lo mexicano, de la insubordinación, de la dignidad. La
Expropiación Petrolera es clara muestra del sí se pudo, de una revitalización
para los mexicanos.
La Revolución Mexicana es,
al día de hoy, no solo un proceso histórico sino un planteamiento político que
se ve vitalizado por las necesidades actuales del país, para fortalecer un proyecto de reconstrucción
nacional. No es retórica anacrónica o superada, es la recuperación de nuestra viva historia.
La Revolución Mexicana,
en ese sentido sintetizador y revitalizado es Soberanía Nacional, Democracia y
Justicia Social. Tres principios meridianos que ayer y hoy representan nuestras
aspiraciones.
En las actuales
circunstancias la Contrarrevolución predomina, y se apresta a dar el asalto
final al último reducto económico y simbólico de México, pero “(...) a los que
piensan que el petróleo, la electricidad deben seguir formando parte del
patrimonio nacional; a los que sienten que ningún proyecto globalizador
justifica la subasta de la Soberanía Nacional en materia eléctrica, organizar un gran Frente
de Resistencia en defensa de nuestras conquistas nacionales. Es decir el México
creado por las luchas del pasado frente al poder neoliberal que procura
liquidarlo.
No todo se ha perdido.
No todo impunemente se perderá.” Diría, en algún momento, don Gastón García Cantú.
“Designando el domingo
20 del entrante noviembre, para que de las seis de la tarde en adelante, en
todas las poblaciones de la República se levanten (…)
Conciudadanos: si os
convoco para que (…) derroquéis al gobierno del General Díaz, no es solamente
por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino para salvar a
la patria del porvenir sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y
bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulo y a
gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si
permitimos que continúe en el poder, en un plazo muy breve habrán completado su
obra; habrán llevado al pueblo a la ignominia y lo habrán envilecido; le habrán
chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta miseria; habrán causado
la bancarrota de nuestra patria, que débil, empobrecida y maniatada, se
encontrará inerme para defender sus fronteras, su honor y sus instituciones.”
Así convocaba Francisco I. Madero para que el día 20 de noviembre de 1910, se levantara
el Pueblo.
*Para
nosotros, para los que hacemos nuestros los mismos ideales, se convoca el día 1° de diciembre, en punto de las diez de la
mañana, en el Zócalo de la Ciudad
de México.
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