Los
voceros del poder
Por: Lydia Cacho - septiembre 5 de
2013 - 8:09 Cacho en Sinembargo, COLUMNAS
Se ha dicho todo sobre lo que sucede
en el norte de México y muy poco sobre lo que acontece en el sur. El sur
abandonado cuya historia es silenciada diariamente por los voceros del poder.
Lo cierto es que no podemos seguir desnudando la narrativa oficial sin
denunciar también a quienes la hacen posible. Hemos visto hasta la saciedad cómo
funcionan las cadenas de favores de naturaleza política-mediática. Para tener
una sociedad confundida y dividida se necesita al menos a un político
interesado en posicionar su imagen para fortalecer su poder, en fortalecer su
poder para utilizar los recursos públicos tanto para robustecer a su partido
como para enriquecer su propio bolsillo y adquirir liderazgo en su partido para
no perder el poder político. Para ello precisa de una estrategia de medios; de
allí que las y los voceros sean tan importantes para cualquier Alcalde,
Gobernador o Presidente. Antiguamente, los voceros eran periodistas de cierto
renombre, de preferencia ex editores o ex directores de algún medio que
tejieron su credibilidad en ciertos círculos a partir de su connivencia con el
poder local. Los voceros ponen al servicio de los gobernantes sus habilidades
para manejar información de todo tipo, pero los más avezados ofrecen también
convertirse en los operadores que siembran la semilla de corrupción; son
maiceadores que se encargan de usar su amistad con periodistas de todo nivel
para colocar o filtrar información. A partir de que se cierra este esquema
ofrecen regalos, pagan gastos médicos a reporteros con problemas de salud,
rifan autos, lavadoras, computadoras. Poco a poco tejen una red de alianzas
silenciosas en la cuál, personas con nombre y apellido, participan en la
construcción de una narrativa que blinda al poder y que destruye a los medios
locales. Minar la credibilidad de los medios les permite a los políticos
corruptos debilitar la solidaridad entre el gremio y confundir a la sociedad.
La estrategia es tan certera como perversa, porque la prensa corrupta, de la
mano de su corruptor, crea mentiras verosímiles, falsea a conciencia datos,
detalles e historias que ocultan fraudes. Fabrican causas penales contra las y
los disidentes entre quienes siempre logran ubicar a uno que otra periodista.
En todos los estados donde los gobernadores han logrado cooptar a la mayoría de
medios, o en que han comprado “tiempo aire” que equivale a “versión oficial” en
televisoras nacionales, las y los periodistas que se atreven a refutar esa
versión de la realidad corren gran peligro. El poder comienzan con el
descrédito hacia la labor periodística, con amenazas. Siguen las
investigaciones penales, la persecución fiscal, el hostigamiento a familiares;
las presiones a los directivos o propietarios de medios en que trabajan para
que les despidan. Paralelamente, como en el caso de los gobernadores de
Veracruz, el de Quintana Roo, Yucatán y de Tabasco, las fuentes son hostigadas,
e incluso amedrentadas si trabajan dentro de la burocracia local. De pronto los
sistemas de transparencia y acceso a la información, por más computarizados que
estén, quedan cerrados, vetados incluso para los medios. La corrupción de los
medios blinda a los gobernadores de las y los periodistas honestos que
investigan, quienes se descubren en un ambiente cada vez mas constreñido para
decir la verdad. Les blinda de los grupos empresariales que se habían
convertido en contrapeso del poder local y están hartos de las extorsiones de
los gobernadores. En Quintana Roo encontramos empresarios que se descubren
sumidos en una batalla de notas pagadas por el gobierno para destruir empresas.
Notas que buscan atacar la credibilidad de empresarios honestos con
persecuciones fiscales y multas de todo tipo. Los empresarios, al final del
día, terminan enfocándose en su negocio y perdiendo la unión; así se desvanecen
poco a poco los pobres contrapesos que el sector económico tiene contra un
gobierno de tintes totalitarios. En Quintana Roo, el Gobernador Borge y su
equipo de vocería han construido un ambiente hostil de tal magnitud que llegó
el momento en que la percepción de la realidad ha quedado, a decir de muchos,
trastocada por el discurso oficial. Borge, como otros gobernadores del sur del
país, han creído que la obediencia es consenso, que la temerosa sumisión es
admiración. Están convencidos de que el disenso es un delito. Como el hombre
que paga por sexo a una prostituta, estos gobernadores se han creído que los
medios que se prostituyen a cambio de su dinero, en el fondo en verdad les
aman, les admiran y los consideran buenos gobernantes. Olvidan muy pronto que
ellos han pagado por esas loas y además lo han hecho con dinero público.
Quienes creen que el periodismo es indefendible en México, en particular el
periodismo de investigación hecho en el sureste mexicano, se equivocan; lo
indefendible son los medios corruptos y corruptores. Pero el buen periodismo,
ese que se cuela en una nota, ese que irrumpe en una radio comunitaria, ese que
sale a algún medio nacional, ese que toma la fotografía que documenta que los
manifestantes son miles y no decenas, es vital para la sociedad. Ese periodismo
que sobrevive a pesar de la aplanadora que corrompe, persigue o censura, es
imprescindible porque reivindica la voz de la sociedad, del empresariado, de
las organizaciones. Reivindica la realidad puntual, que se contrapone a la
narrativa oficial. Sin duda esta escenificación que los políticos hacen de una
realidad prefabricada tiene costos altísimos para la sociedad; particularmente
en las condiciones en que el sureste mexicano se encuentra, subsumido en la
batalla entre quienes cometen delitos para mantenerse en el poder y quienes
adquieren poder para cometer delitos. Ciertamente los partidos políticos se
parecen cada vez más a los cárteles de la droga. Eso resulta inadmisible,
porque aunque hay un miedo paralizante en algunos, hay también un silencio
cómplice en muchos. Y entre ellos y ustedes quedamos nosotros, las y los
reporteros que documentamos la cadena de favores, quienes nos negamos a que el
periodismo de investigación quede aplastado por los medios del poder. La tarea
de los voceros (oficiales y extraoficiales), consiste en falsear la realidad y
perseguir a quien descubre los mecanismos de la construcción de las mentiras
oficiales, a quien desentraña la opacidad que esas mentiras ocultan. El sureste
mexicano es una bomba de tiempo, oculta bajo una montaña de basura informativa.
El buen periodismo no es una opción, es una necesidad inminente.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/05-09-2013/17190. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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