Víctor M. Toledo
V
ista por un periodista del futuro, la fotografía que exhibe a la cúpula priísta, sus rostros adustos, tensos o preocupados, anunciando su
apoyo total y absolutoa la reforma energética, será considerada como el símbolo gráfico de un fin de ciclo.
Un ciclo en el cual los políticos nacionalistas supuestamente herederos de la revolución agraria de 1910 nos
doraron la píldoradurante seis décadas, inventando de paso una institución original: la dictadura perfecta.
La fotografía es estupenda, porque de inmediato recuerda las antiguas imágenes del Kremlin o las actuales de Kim Jong-Un en Corea del Norte. Todos quietos y uniformes para la fotografía.
Pero aún más notables son las declaraciones que acompañaron el acto. Que la Constitución de México, que costó la vida de un millón de compatriotas, no debe ser ya
objeto de veneración jurídicaes una monumental expresión de su confusión o su locura. ¿No la juraron sus militantes y legisladores? Y aquello de que la reforma es
patriótica, indispensable, vanguardista y muy priístaremite a una clase de sicología clínica sobre la necedad infantil o la demencia.
Como si la contundencia con que se expone una afirmación fuera suficiente para demostrarla. Frente al acto y sus discursos, basta leer en la propuesta oficial una sola hoja, la página 12, que propone reformar el artículo 28. En las oficinas centrales de la Exxon, la British Petroleum, la Royal Dutch y la Chevron se debe estar festejando la posible derrota del acto patriótico de 1938.
Imposible ya esconder su verdadera identidad. Salieron del clóset los juniors,los señoritos, los catrines perfumados, los que compran en Beverly Hills (ver:www.youtube.com/watch?v=0AmH3eyuPp8 ), los modernos, los abiertamente clasistas, los que creen que la expansión del capital traerá progreso, los que olvidaron lo que es la patria, la vida o el planeta.
Y salieron por la vía más directa: la de las palabras que expresan ideas concretas que validan acciones personales o institucionales largamente disfrazadas o cuidadosamente negadas. El acto es una buena señal. Una muestra de debilidad. Ahora sí podremos afirmar sin ninguna duda que los priístas son neoliberales y de buena cepa. Tendrían ahora que cambiar el nombre del partido, expulsar a Villa, Zapata, Cárdenas, Echeverría, López Portillo y cualquier personaje que huela a nacionalista, y en su lugar poner a Margaret Thatcher, Ronald Reagan, George Bush y demás héroes del capitalismo trasnacional. Quizás un concurso nacional organizado por Televisa les ayude a encontrar los símbolos de su nueva identidad.
Yo anticipo que ahora sí, como en Egipto, Túnez, Islandia o Ecuador, se derrumbará el sistema, porque se puede hacer todo contra un pueblo, menos burlarse de sus mitos, de sus raíces y de sus ilusiones. Y ahí están ya los trabajadores petroleros rebelándose al sindicato y tomando las calles, y las comunidades en autodefensa declarando que lucharán por el petróleo. Siempre hay una gota que derrama el vaso. ¡Que Dios los tome confesados!
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