Yo recuerdo un momento de pleitesía a Carlos Salinas de Gortari como pocos acaecen en los avatares del poder político, y del cual fui testigo. Se trató de la Reunión Anual de la Asociación de Banqueros de 1994 en Cancún. El secretario de Hacienda era Pedro Aspe, quien diligentemente había operado con su colaborador Guillermo Ortiz la consolidación de una élite bancaria con enorme potestad discrecional para efectuar toda suerte de prestidigitaciones financieras, desde empréstitos a título personal hasta vertiginosas operaciones crediticias y complejos movimientos de divisas de toda índole.
Pues bien, estos beneficiarios de la voluntad presidencial de Salinas, entre cuyos nombres figuraban los de Roberto Hernández, Alfredo Harp Helu, Adrián Sada, Antonio del Valle, Carlos Ruiz Sacristán, Carlos Madariaga y tantos otros, hicieron de aquella convención en el espléndido puerto por antonomasia de Quintana Roo, el magno escenario de un homenaje sin precedentes al flamante mandatario.
Acudieron a aquella cita el presidente estadounidense George Bush, el presidente del Fondo Monetario Internacional Paul Volcker, el primer ministro canadiense Brian Mulroney y la entonces luminaria del gabinete norteamericano Carla Hills, encargada de negocios y perspicaz gestora del Tratado de Libre Comercio. El reciente alzamiento indígena en Chiapas pasó por completo inadvertido a los cofrades de aquel Olimpo de impresionantes alturas.
Asimismo, las cúpulas empresariales estuvieron debidamente representadas. En su alocución George Bush alabó a Carlos Salinas por sus dotes visionarias como estadista e hizo votos porque una vez concluida su encomienda gubernamental obtuviera el timón de la Organización Internacional de Comercio, un anhelo que frustraría la imagen delictiva de Raúl Salinas en los ámbitos policiales internacionales.
Cuando Carlos Salinas terminó de proferir su discurso, la casta de gozosos plutócratas ahí congregados le tributó de pie un nutrido aplauso que se prolongó durante interminables minutos. Se trataba de un ritual de gratitud a quien había forjado un conciliábulo hegemónico a muy largo plazo. Esa noche, luego de la inaugural ceremonia, se ofreció una espléndida cena privada donde las conversaciones al oído y las bromas privadas se prodigaban en un ambiente de íntima camaradería y complicidad. El boato y la etiqueta relucían por doquier.
Carlos Salinas de Gortari vuelve ahora con renovada fuerza a imponer la agenda electoral del 2012. Los grupos económicos y financieros que él prohijó están intactos y gozan de cabal salud. En este tenor, Enrique Peña Nieto -aunque fatuo y con grandes limitaciones discursivas fuera de una retórica untuosa- es el delfín de un mentor sagaz, curtido y maduro que manda en el PRI, cuyos operadores incondicionales en el Congreso Federal Manlio Fabio Beltrones y Francisco Rojas son los símbolos de su férula.
Carlos Salinas de Gortari es una leyenda en los ámbitos oligárquicos del país, le deben todo. Como animal de presa, ha sabido esperar pacientemente su momento, y éste llegará el año entrante. Enrique Peña Nieto será la correa de transmisión para la concentración de enormes contratos y proyectos de toda suerte entre los inmarcesibles apellidos detentadores del dinero y con fidelidad a ultranza a su Gran Maestre.
En este tenor, la continuidad de la estrategia de seguridad de Calderón estará garantizada. El procurador del Estado de México Alfredo Cervantes Castillo y Genaro García Luna harían una conveniente mancuerna. Sería políticamente pertinente conservar a ambos en sus tareas incumbentes en el próximo funcionariado federal. García Luna cuenta, por lo demás, con la aprobación de Washington, lo mismo que la gestión del ejército en tareas contra cárteles de la droga.
Tanto la titular de seguridad interna Janet Napolitano, como la secretaria de estado Hillary Clinton y el zar antidrogas Gil Kerlikowske –e incluso el mismo presidente Obama-, han vertido elogios al pundonor de los responsables del combate al narcotráfico en el régimen calderonista.
De hecho el proyecto Plataforma México, ideado por el fallecido Julián Slim, otrora vinculado a la Dirección Federal de Seguridad – hermano del plutócrata mayor del país, cuyo ascenso inaudito no se explicaría sin Carlos Salinas de Gortari-, es el modelo vernáculo de la Ley Patriótica estadounidense, es decir, un sistema omnímodo de espionaje y delación para suprimir todo conato de peligrosidad a los intereses hegemónicos en curso, de consuno con las prioridades de seguridad de los Estados Unidos.
Habrá que decidir en su momento si el “Chapo” Guzmán, quien luego de una visita matutina de Carlos Tello Peón –responsable de reclusorios en el mandato de Fox y asesor de seguridad de Lorenzo Zambrano en CEMEX- se fugara horas más tarde de la Prisión de Puente Grande, continuará siendo el operador del negocio central de estupefacientes para su ulterior lavado en los sistemas financieros y bancarios de México y Estados Unidos. Esto con la eliminación implacable de aquellos grupos que disputen el mercado y tengan base social (como los Templarios michoacanos).
Es importante señalar que habrá probablemente que infundirle más dinamismo para fines de sistemático espionaje ciudadano al CISEN -institución que hoy duerme el sueño de los justos-, ya sea con el propio Wilfrido Robledo, hombre de confianza de la familia Slim aunque fallido funcionario en la ASE y como director de la policía ministerial federal, o alguien del equipo de Carrillo Olea, como por ejemplo su epígono Alejandro Alegre Rabiela, quien fuera jefe del propio Genaro García Luna.
Carlos Salinas de Gortari es el amo y señor de la política nacional, no hay delito alguno que pueda probársele a pesar de los vocingleros que lo acusan, encarna lo políticamente correcto en cuanto a la política de casino y especulación financiera de los Estados Unidos, sus vínculos con los centros bancarios y bursátiles internacionales son sólidos y goza de prestigio como conferencista y truchimán en tal tipo de cumbres.
La mesa está puesta, sólo faltan los comensales y los ministriles sirviendo los manjares y los licores en la gran fiesta democrática del 2012. López Obrador y René Bejarano –a quien su padre político por fin vuelve a reconocer- harían bien en aceptar algún bocadillo aunque fuera entre la servidumbre, pero como decía el vate: ¡es tan grande el orgullo y tan corto el discernimiento! ¡Ah, y quizás Marcelo Ebrard, considerando su cordial relación con Enrique Peña Nieto y su oportunismo camaleónico, pueda aspirar a algún puesto de gabinete! Para todos los logreros con talento adulador hay hospitalidad en la viña de Carlos Salinas de Gortari. ¿Y la ciudadanía? ¿Qué es eso? ¡Ah, sí, los que van a depositar su voto en las urnas!
Lorenzo Aldrete Bernal
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