Ciudadanos que huyeron de la dictadura se sienten aliviados porque el militar no quedó sin castigo y murió en prisión como "un preso común"
Por Verónica Díaz Favela
Viernes, 17 de mayo de 2013 a las 16:29
Viernes, 17 de mayo de 2013 a las 16:29
Patricia Vaca Narvaja, embajadora de Argentina en México, se exilió en México junto con 25 miembros de su familia, en 1976 (Cuartoscuro Archivo).
CIUDAD DE MÉXICO (CNNMéxico) — Cuando la escritora Sandra Lorenzano encendió su computadora la mañana de este viernes, lo primero que vio fue el sitio web de un periódico argentino con el reporte de la muerte del dictador argentino Jorge Rafael Videla.
"Me acordé inmediatamente del himno nacional sonando y del primer comunicado de la Junta Militar del 24 de marzo de 1976. Pensé en el momento en (el aeropuerto) de Ezeiza en que (mi familia y yo) nos íbamos a subir (a un avión), y pasar esa puerta de vidrio que separaba el pasado del futuro, y pensé: 'Qué bueno que se murió ese hijo de puta'", dice Lorenzano a CNNMéxico en entrevista telefónica.
Lorenzano tenía 16 años cuando llegó exiliada a México junto con sus tres hermanos y sus padres, quienes se oponían a la dictadura militar que gobernó el país sudamericano entre 1976 y 1983.
Los padres de Lorenzano temían por su propia vida y la de sus hijos. Para entonces, varias personas cercanas a la familia, incluida una tía de Lorenzano, habían desaparecido, según la escritora.
Lorenzano considera positivo que los tribunales de Argentina permitieron que Videla muriera como "un preso común".
"Murió juzgado a pesar de la soberbia que tuvo hasta el último minuto, todavía la semana pasada dijo que era un preso político", dice la escritora.
A su muerte, Videla, de 87 años, cumplía una cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad y 50 años de prisión por robo de bebés a prisioneros políticos. Además, enfrentaba otro juicio por crímenes cometidos durante el Plan Cóndor, el cual supuestamente coordinaba a varias dictaduras en América Latina para perseguir opositores.
Organismos de derechos humanos calculan que durante la dictadura desaparecieron 30,000 personas.
En México, Lorenzano participó en la Comisión Argentina de Solidaridad, una instancia de exiliados argentinos en México que "se dedicaba a dar a conocer al mundo los horrores que estaban sucediendo" en su país, dice la escritora y actual vicerrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana en la Ciudad de México.
Recuerda el caso Laura Bonaparte, una exiliada que había perdido a su esposo, y a la mayoría de sus hijos, nueras y yernos.
"Cada 24 de marzo, (los exiliados) nos íbamos a parar a la embajada (de Argentina) que estaba las Lomas de Chapultepec con las fotos de los desaparecidos. Laura tenía tanta gente querida desaparecida que le teníamos que ayudar a sostener sus fotografías", dice Lorenzano.
La comisión tenía otras dos líneas de acción: solidarizarse con los exiliados y mantener viva la cultura argentina entre los más jóvenes, a través de actividades culturales como sesiones de cine o lectura de autores como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Lorenzano también participaba en estas actividades.
Al terminar la dictadura militar, los padres y hermanos de Lorenzano volvieron a Argentina, pero ella decidió quedarse. Solo vivió en el país sudamericano por un periodo de tres años, en los que tuvo a su hija.
Hasta la fecha, la experiencia del exilio marca su vida. Su trabajo literario y académico siempre aborda directa o indirectamente el tema de la dictadura. Su primera novela, Faudades, trata sobre "la dictadura y el exilio".
Patricia Vaca Narvaja, actual embajadora de Argentina en México, también sabe de las pérdidas que vivieron los exiliados en territorio mexicano. Ella estaba por cumplir 21 años cuando pisó suelo mexicano el 2 de abril de 1976. Su padre, un político de la provincia de Córdoba, había desaparecido, y su hermano, un defensor de presos políticos, había sido encarcelado, cuenta la diplomática.
Vaca Narvaja salió de Argentina como parte de grupo de 26 familiares que se refugió durante un mes en la embajada de México en Argentina antes de lograr salir del país.
Entraron en la embajada un día antes de que Videla encabezara el golpe militar que derrocó a la presidenta María Estela Martínez de Perón e impusiera la Junta Militar que dirigió al país durante los siguientes años.
"Éramos 13 adultos y 13 niños, y mi madre encabezaba el grupo familiar", dice Vaca Narvaja en entrevista telefónica con CNNMéxico.
En México, Vaca Narvaja trabajó como enfermera, tuvo un hijo e intentó estudiar Ciencias Políticas pero tuvo que dejar la carrera para apoyar las actividades de solidaridad con los desaparecidos.
Participaba con distintas organizaciones políticas que atendían no solo a los argentinos, sino también a los refugiados chilenos, uruguayos y salvadoreños, cuyos países vivían situaciones políticas difíciles en esa época.
Ella y el resto de su familia volvieron a Argentina cuando terminó la dictadura militar, aunque pasado un tiempo, algunos decidieron regresar a México.
"Cuando llegaron allá, se sintieron absolutamente extraños, te miraban mal, todavía con sospechas, muchos no toleraron vivir con esa clima no muy amigable", recuerda.
La Junta Militar había mantenido un discurso según el cual, quienes se iban del país "eran lo peor, los subversivos", señala Narvaja. Al terminar la dictadura, "una parte de la sociedad no entendía que no era así".
Narvaja también volvió en México en 2010, cuando fue nombrada embajadora de Argentina en México.
Desde el despacho de su actual cargo, reflexiona sobre la sensación que le dejó enterarse de la muerte de Videla: "Por lo menos se murió en la cárcel, fue juzgado, se le dio la oportunidad que ellos no dieron de juicio y defensa".
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