domingo, 28 de abril de 2013

La estulticia tiene curul (II Y ÚLTIMA)



Hay muchos que estudian para ignorar
Sor Juana Ines de la Cruz
En México a diario la realidad cruda reitera que la estulticia, la indolencia de seso y la abulia intelectual, si tienen curul tienen futuro promisorio: venideros nombramientos, porvenires venturosos en negocios, legados patrimoniales y acumulación descarada y desmedida de riquezas y más poder. El que no tiene futuro, pobrecillo, es el resto del país.

Un diputado debería ser un ciudadano ejemplar y de preferencia culto. Pero históricamente las legislaturas han albergado a personeros del poder y del pragmatismo –hasta verdaderos grupos de choque o delincuentes arropados con esa aberración jurídica que es el fuero federal– y sólo en muy raras ocasiones gente realmente capaz de legislar. Para legislar hay que conocer, saber, informarse y tener una muy desarrollada capacidad de discernimiento además de habilidades cognitivas. Pocas cosas abonan en esas virtudes como leer, leer mucho. 

Los legisladores en México, en su inmensa mayoría, suelen ser, en cambio y en el mejor de los casos, lectores de ocasión y coyuntura, que no amantes de los libros y, en los libros, aún menos de lo que sea narrativa, poesía, ensayo literario o ya no digamos filosófico; son lectores indolentes, mediocres, muchos antilectores y hasta analfabetas funcionales. Pero son diputados y viven como reyezuelos, cobrando cientos de miles de pesos por cabeza.
El video que mencionaba esta columna hace una semana (youtube.com/watch?v= XtujMi9XPdY) exhibe una muestra de esos diputados chambones, incultos, que tratan de echar rollo para aparentar que leen, aunque si se los acorrala con la petición de que nombren tres libros que marcaron su vida, invariablemente salen a flote la estulticia, la ignorancia y la apatía que los caracteriza para desgracia de toda la perrada que no tenemos curul.


Allí el caso, por ejemplo, de Lázara Nelly González Aguilar, diputada panista (ya antes fue senadora) por Tamaulipas, quien a pregunta expresa sobre las lecturas que dejaron huella en su vida bromea que ella “no va a salir como Peña Nieto, ¿verdá?” (en alusión al vergonzoso episodio en que el entonces candidato priísta demostró, en Plena Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que no lee)… pero sale igual o peor, argumentando que apenas ha leído “cosas de política” y, cuando estaba en la universidad (es egresada de la Universidad Autónoma de Nuevo León) si acaso leía su libro de derecho.


O qué tal la perredista Roxana Luna Porquillo, diputada por Puebla, quien evidenciando que la incomoda la pregunta logra hilvanar una respuesta y citar tres libros: México mutilado, sin mencionar a su autor, Francisco Martín Moreno, La metamorfosis, de… “Fran… ¿Ka?”, y, cacofónica hasta barrerse en homeEl diario de Ana Frank. Bueno, digamos que medio sale del atolladero.


La que parece encarnar sin menoscabo la frase de Sor Juana que hace epígrafe de esta columna hoy es la priísta diputada por el estado de México, Leticia Calderón Ramírez, quien se jacta a cuadro de haber leído Juan Salvador Gaviota y después haber tenido “la oportunidad”, dice, de haber leído esa joya de la farmacopea del éxito para yuppies que supone ¿Quién se robó mi queso?


El priísta Hugo Mauricio Pérez Anzueto exhibe un fervor belicoso: dice al entrevistador, con aplomo, “la Biblia, ¿eh?”, y en la interjección endurece el semblante, como diciendo: y búrlate, hereje… Y cita, para remachar sus cristianos clavos, que suele acudir a “un libro delicioso”: La fe de Jesús. Si siquiera hubiera completado el triduo con el Catecismo, de Ripalda…


Otro priísta, Salvador Arellano, de plano se va por las ramas y afirma chabacano: “Fíjate que en este tema soy un ciudadano, que sí me gusta leer… pero no leo exactamente autores” (ni libros, adivina este picateclas), y desde luego omite nombres o títulos.


Ausentes en el ideario diputacional Fuentes, Paz, Novo, Monsiváis, Rulfo, Arreola o Díaz Mirón. Ni de lejos Cervantes, Cortázar, Neruda…Y cuando leen, los diputados se vuelven de temer. Como Chris López Alvarado, priísta y tijuanense, quien cita de inmediato, como libros que signaron su vida, El arte de la guerra, de Sun Tzu;  El príncipe, de Nicolás Maquiavelo… y un libro “regional” de… matemáticas. En una de ésas suelta que Mein Kampf


Este es, en apretado resumen, el muestrario de lo que leen quienes promulgan las leyes en México, quienes quizá voten el iva a los libros que al cabo nunca van a leer.
Ría conmigo, o lloremos juntos. Y si como este columnista, es usted escritor, vaya considerando el autoexilio. O un muy digno suicidio.

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