Hoy por hoy (¿hoy al cuadrado?) la izquierda mexicana está ausente de los gobiernos estatales y municipales. En el Congreso de la Unión su presencia es mínima y su influencia nula. Las únicas voces opositoras que se escuchan en las cámaras son de legisladores identificados con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Los columnistas de la bola de cristal volvieron a equivocarse al vaticinar que Martí Batres sería un hombre de paja a la sombra de Andrés Manuel López Obrador. Ambos dirigentes cumplen sus respectivas tareas en los distintos pisos del edificio que está en construcción.
Casado con las ideas que expuso en su libro más reciente –No decir adiós a la esperanza (Grijalbo)--, Andrés Manuel recorre el país exaltando la importancia de los valores morales y espirituales en el pensamiento y la práctica de la izquierda, toda vez que los problemas relativos a la táctica y la estrategia para la lucha electoral quedaron atrás: alguien que tuvo la capacidad de ganar dos veces la Presidencia de la República, explora otras regiones de la política.
¿Por qué los más pobres entre los pobres vendieron su voto por 500 pesos a quien los mantiene en la miseria? Ese, tal como lo plantea AMLO en su nuevo libro, es un problema que reside en el ámbito de la cultura, y como tal debe ser combatido.
El cambio de régimen que sí es posible –porque son enormes los conocimientos acumulados para obtener más de 30 millones de votos en dos procesos consecutivos-- necesita sin embargo un cambio de mentalidad en los sectores más hambrientos e indefensos.
Muchos simpatizantes de Andrés Manuel, especialmente entre los jóvenes, oyen con escepticismo las prédicas, cada vez más cercanas a la teología de la liberación, de quien ha crecido hasta convertirse en el máximo dirigente opositor del país bajo las banderas de Benito Juárez, el fundador del Estado laico.
A mi modo de ver, es obvio que en la pérdida de los valores morales fundamentales está el origen de la putrefacción del PRD, pero el problema es más complejo, y de allí proviene la insatisfacción de quienes, como una joven tuitera, se preguntan con sorna: “¿Al final de los discursos de AMLO debemos decir amén”?
Son etapas de una muy larga ruta en pos de la justicia social y lo cierto es que mientras comparte sus nuevas ideas políticas en cada ciudad del país que visita, el tabasqueño impulsa la indispensable acumulación de fuerzas que saldrán a las calles y a las plazas para la próxima batalla contra la privatización de Pemex, que los legisladores del FMI, bajo la batuta de Luis Videgaray y a pesar de las idioteces cotidianas de Peña Nieto, han agendado para el segundo semestre de este año.
Martí Batres, por su parte, coordina las tareas de organización de Morena, que no parecen ir muy viento en popa todavía, pero al mismo tiempo se ha revelado como un brillante proveedor de reflexiones críticas para enriquecer el debate (que por desgracia no se da) acerca de los asuntos coyunturales más espinosos.
Acerca de “reforma educativa”, Martí ha señalado Martí en una serie de 20 puntos, que se pueden consultar en Tuiter (@martibatres) que no fue diseñada con la participación de los maestros sino en contra de ellos, y no pretende modificar las condiciones materiales del trabajo que realizan (escuelas sin pizarrones, tres pesos al mes para material didáctico, alumnos desnutridos y muchos otros factores adversos) sino operar en los hechos como una reforma laboral y como una cacería de brujas para acallar las voces de los maestros que piensan distinto a Televisa.
En el plan de Salinas de Gortari, presidente vitalicio de México por la gracia del FMI desde 1982 hasta el fin de los tiempos, la “reforma educativa” tendría su complemento (de inspiración medieval) en la “cruzada contra el hambre”, que su administradora, la ex maoísta, ex perredista y ex feminista Rosario Robles de Ahumada, teje con el apoyo de las empresas fabricantes de comida chatarra que han convertido a México en el segundo país con más niños obesos del mundo.
Tales son algunas de las cosas que están ocurriendo en la izquierda institucional que no se ven y que bien vale la pena destacarlas. Pero, ¿qué pasa en otros ámbitos? Desde la Selva Lacandona se nos ha informado escuetamente que el ex mayor Moisés (el único dirigente zapatista de su generación que se subió a la Montaña Rusa de Chapultepec en su lejana adolescencia) dejó de ser coronel del EZLN para ascender al máximo rango en la jerarquía militar zapatista que es el de subcomandante.
Marcos, a su vez, ha filtrado aquí y allá que se está muriendo. A diferencia de otras épocas, en que estos rumores los generaba el gobierno, ahora el runrún procede de las montañas del sureste y sólo se me ocurren dos interpretaciones. Una: dada su evidente y absoluta pérdida de credibilidad y para evitar que prosiga el pitorreo nacional cada que emite un comunicado, ha optado por cederle el protagonismo a Moisés.
O, dos: a punto de cumplir 56 años el próximo mes de julio, y como ya no es útil a ninguna causa ni efecto, ha decidido jubilarse y quizá no volvamos a saber de él (en tal caso alabado sea Alá en Alabama), pues la eventual noticia de su muerte podría ser tan increíble como la de Heriberto Lazcano El Lazca.
En los hechos, después de la Marcha del color de la tierra, en los albores de 2001, el EZLN se sumergió en la oscuridad de la que salió en 1994, y desde ese momento el Sup llevó a cabo su pequeña “revolución cultural” para desprestigiar y exponer a la crítica de las masas a todas las personas que lo ayudaron cuando más las necesitaba y se jugaron por él y sobre todo por las comunidades rebeldes de Chiapas.
Pero mientras el Cara de Trapo nos purgaba a quienes fuimos, en muchos lugares de México y del mundo, sus intelectuales orgánicos, y asomaba el pasamontañas para ladrarle a López Obrador en cumplimiento de pactos desconocidos pero obvios con Fox y Calderón, las comunidades zapatistas consolidaron autonomía y, para citar a Luciano de Samosata “viven en su propio reino gobernándose con sus propias leyes”. Este, debemos reconocerlo, es todo un éxito.
¿Los zapatistas desarrollan formas de vida apegadas a los ideales de la izquierda o por el contrario, las comunidades padecen un micro régimen de disciplina maoísta? Ya lo sabremos. Lo interesante es que, a pesar de la inmunda conducta de Marcos, la autonomía indígena en Chiapas subsiste a contrapelo del neoliberalismo.
¿Y qué pasa con otras expresiones de la izquierda mexicana que a la mejor ni siquiera se asumen como tales? Quienes resisten contra las empresas mineras canadienses, contra la invasión transgénica de Monsanto, contra los depredadores de los bosques y en defensa del medio ambiente, son, como lo expuso Diana Cuevas, la izquierda verde de nuestro país.
Como de izquierda son las Policías Comunitarias de Guerrero y de Morelos –a quienes toda la razón les asiste, porque defienden a su gente de la alianza histórica entre las fuerzas armadas, uniformadas o no--, como también de izquierda son los maestros en lucha, que bien pueden provocar una erupción volcánica en el sur del país y desatarar una movilización nacional contra la clase política, sus sicarios mediáticos y sus empresarios depredadores que se han robado todo, absolutamente todo el dinero del petróleo, y el del Fobaproa, y el de muchas fuentes de riqueza más, porque desde el sexenio de Ernesto Zedillo se transfiguraron en una nobleza a la que solamente le falta un rey. Un papel decorativo que bien podría desempeñar Peña Nieto, en todo sentido tan similar al Christian VIII de Dinamarca de la gran película titulada La reina infiel.
Hasta el próximo sábado y por lo pronto estaré en Tuiter, en @Desfiladero132 por si ocupan.
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