El Despertar
A
quellos malpensados que, atrapados por el título, crean que voy a confesar mis aventuras galantes, se verán chasqueados. Casi nada puedo decir en esa área autobiográfica y esta es una columna seria. Aprovecho la celebración del Día de la Mujer para ventilar algunas opiniones (propias de una generación que dice adiós) sobre la emancipación femenina desde cierta augusta serenidad provecta.
La política: en México hemos llegado a empatar o superar los índices de los países desarrollados en cuanto a la participación femenina en los distintos poderes. El señor Ruiz Cortinez concedió el sufragio a las damas sin que éstas tuvieran que hacer los esfuerzos heroicos de las sufragistas de Europa y Estados Unidos. Estoy de acuerdo que la mujer es más leal que el hombre, pero no alcanzo a ver que su incorporación haya mejorado el desagradable escenario de la política nacional. En el mundo las mujeres gobiernan países, dirigen portaaviones y se destacan en todas las profesiones. La última trinchera machista es la Iglesia católica:
debiera haber obispas, como decía Rafael Solana.
La incorporación de la mujer al mundo del trabajo ha mejorado la situación económica de los hogares, pero obreros y obreras siguen siendo explotados ferozmente. Hay ejecutivas trepadoras que imitan y superan la ferocidad de los varones; no veo en ello mejoría alguna. Me parece muy bien el ascenso de la mujer a la enseñanza superior y sus aportaciones a la cultura, la ciencia y la administración. No hay un solo campo que no hayan enriquecido. Y es el comienzo. Yo di clases durante décadas: cuando empecé, en los años 60, las alumnas eran pocas; 30 años después en muchas escuelas superiores rebasan 40 o 50 por ciento de la matrícula. Muchas son brillantes, aunque un buen número (sobre todo de la clase media alta) cuelga el título y se va a una dorada calidad de ama de casa.
Lo más significativo ha sido la
revolución sexual. La pequeña píldora ha tenido un efecto sobre la humanidad que no logró ningún otro método. La mujer pudo gozar del sexo como lo hacían los varones desde hace unos 5 mil años y además decidir cuántos hijos tener. Esto cambió la relación entre los sexos y en el mundo, porque las mujeres son el eje de la humanidad.
En cuanto al feminismo, diría que penetró en México como parte de la influencia extranjera y que ha tenido efectos benéficos en cuanto a la protección de la mujer contra la sevicia de los machos (no son pocos los varones golpeados por sus parejas). Me choca de algunas feministas su postura reivindicatoria: parece que quieren vengarse hoy de las crueldades que sufrieron sus madres, abuelas y bisabuelas, como si trataran de castigar a una casta maldita. Sería bueno que recordaran que el machismo fue inculcado a los hijos por sus madres.
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