El joven, que perdió un ojo durante los hechos del 1º de diciembre, demanda a la Policía Federal
Fui a San Lázaro
como parte de una conciencia histórica por los procesos de injusticia, dice
Uriel Sandoval, durante la entrevista con La JornadaFoto Pablo Ramos García
Mirna Servín Vega
Periódico La Jornada
Domingo 30 de diciembre de 2012, p. 27
Domingo 30 de diciembre de 2012, p. 27
Uriel Sandoval Díaz no tiene ninguna duda. Fue una bala de goma lanzada por la Policía Federal, disparada desde las barricadas en San Lázaro, la que impactó en su ojo derecho y provocó que lo perdiera.
Aunque la autoridad federal ha negado la utilización de este tipo de armas para agredir a los manifestantes, el joven de 22 años, estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, interpuso una denuncia ante la Procuraduría General de la República en contra de las fuerzas federales por intento de homicidio y abuso de autoridad.En los exámenes de patología de la cavidad ocular donde se impactó el proyectil no hay rastros de ninguna sustancia explosiva, como pólvora o gas, explica en entrevista.
Estuve en San Lázaro menos de 5 minutos con mis dos ojos, cuenta sentado en un sillón de su casa, mientras usa lentes oscuros para protegerse de la luz y el calor, que le inflaman el rostro.
Tras las primeras horas de atención hospitalaria y con un diagnóstico de estallamiento ocular, Uriel, dice que desde lo que le ocurrió el 1º de diciembre ha sentido enojo por la actuación de las autoridades.
Con esto queda claro que si te vas a poner con el gobierno éstas son las consecuencias: la represión. Creo que soy la primera persona que pierde un ojo por una bala de goma en México, pero en realidad no soy el único atacado. Esto debe tener costos políticos para el Estado.
El día de las protestas en San Lázaro, Uriel dice que no sólo fue a protestar
por la democracia ficticia que hoy se vive en el Estado mexicano. Va más allá, es una conciencia histórica sobre todos esos procesos de injusticia desde la creación del PRI. Quería mostrar mi descontento.
De acuerdo con su propio testimonio, Uriel, quien es originario de Matehuala, San Luis Potosí y vino al Distrito Federal a estudiar en la universidad, llegó a las inmediaciones de San Lázaro alrededor de las 8:45.
“Me encuentro muchísimos integrantes de la Policía Federal armados hasta los dientes, camiones llenos de policías. Traían protecciones de todo tipo. Iban preparados para golpear.
Aunque todavía no sabía bien lo que le había pasado, Uriel empieza a dimensionar el daño en su rostro cuando escucha las voces de quienes lo llevan cargando:
Ya no podía respirar por la nariz, pero tampoco por la boca, que se le inundaba de sangre. “Me ahogaba. Estaba en shock.”
Además de la gravedad de la herida, tuvo que enfrentar los constantes interrogatorios de los policías, que cuestionaban los motivos para estar en San Lázaro, sobre su origen, sus compañeros, aun cuando él permanecía en una camilla, recién herido.
Tras la experiencia y con la recuperación, Uriel detalla que iniciará una campaña para impedir la utilización de balas de goma ya que, a pesar de que existen protocolos para su uso,
Hoy, dice, su vida sigue igual, aunque todos los días tiene que quitarse el implante ocular para lavarlo, aún tiene problemas para percibir la profundidad y necesita ayuda para salir a la calle.
Un poco más adelante nos empiezan a gasear. Yo llegué sólo con mi pareja sentimental y al ver las latas que estallaban, todos empezamos a correr. De pronto me detengo y volteó hacia la policía para buscarla. Ahí siento el impacto en la cara.
Aunque todavía no sabía bien lo que le había pasado, Uriel empieza a dimensionar el daño en su rostro cuando escucha las voces de quienes lo llevan cargando:
mira cómo está su ojo, mira cómo está.
Ya no podía respirar por la nariz, pero tampoco por la boca, que se le inundaba de sangre. “Me ahogaba. Estaba en shock.”
Además de la gravedad de la herida, tuvo que enfrentar los constantes interrogatorios de los policías, que cuestionaban los motivos para estar en San Lázaro, sobre su origen, sus compañeros, aun cuando él permanecía en una camilla, recién herido.
Varias horas después me trasladan al Hospital General de México. Ahí llegan personas con batas blancas que traían la insignia y decía Policía Federal para ver, según, cómo estaba mí ojo. A mí me sorprendía, porque en ningún proceso de represión la policía había ido a los hospitales a ver cómo estaba la gente que ellos mismos habían lesionado.
Tras la experiencia y con la recuperación, Uriel detalla que iniciará una campaña para impedir la utilización de balas de goma ya que, a pesar de que existen protocolos para su uso,
la Policía Federal no está preparada para utilizarlas. Y el resultado es que sirven para madrear al pueblo.
Hoy, dice, su vida sigue igual, aunque todos los días tiene que quitarse el implante ocular para lavarlo, aún tiene problemas para percibir la profundidad y necesita ayuda para salir a la calle.
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