Si Televisa quiere salir limpia de la Caravana del Narco, debiera ser la más interesada en que las investigaciones lleguen al fondo y la operación se desmonte públicamente con toda claridad, caiga quien caiga
Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes.
Jacinto Benavente
El pasado 20 de agosto en el puesto aduanal “Las Manos”, en la frontera de Nicaragua con Honduras, fueron detenidos 18 mexicanos por elementos de la Policía Nacional de Nicaragua. Viajaban en una caravana de seis camionetas tipo “van”, provistas con modernos equipos de telecomunicaciones y con los emblemas de la empresa mexicana Televisa. En ellas encontraron poco más de 9 millones de dólares en efectivo y rastros de cocaína.
Los arrestados, bajo el mando de quien dijo llamarse Raquel Alatorre Correa, aseguraron trabajar al servicio de la monopólica televisora y que su misión era realizar documentales sobre las bellezas naturales de la región.
Por informaciones posteriores se supo que el grupo venía operando desde 2008 en los países centroamericanos y que la susodicha Alatorre Correa, a quien sus subordinados llaman “licenciada”, de acuerdo con los registros migratorios de Costa Rica, había entrado y salido de ese país 34 veces.
Estos hechos constituyen, sin lugar a dudas, un suculento manjar periodístico digno de cualquier medio informativo, dada la magnitud de la operación y el alto impacto de lo que está y podría estar detrás de la misma. Así lo entendió la titular del noticiero matutino de MVS y comentarista de la cadena CNN, Carmen Aristegui, quien ha dado puntual seguimiento desde los primeros capítulos a la telenovela La Caravana del Narco.
Al conocerse la noticia Televisa guardó silencio. Fue hasta que Aristegui dio pelos y señales de que las camionetas detenidas estaban registradas a nombre de la empresa y habían sido dadas de alta en el DF, que salió a negar cualquier relación con los hechos, suponiendo que al tronido de su voz todos quedarían satisfechos y olvidarían el asunto, como (casi) siempre.
No fue así, Aristegui entró en contacto con medios nicaragüenses y otros periodistas mexicanos para dar seguimiento conjunto al caso. Así, se ha dado a conocer que los detenidos insisten en ser empleados de Televisa y que en el celular de “la licenciada” se encontraron más de veinte números telefónicos, uno de ellos bajo el nombre de Amador Narcia, vicepresidente de información de Televisa y otro del cónsul mexicano en Managua. Además, un oficio pidiendo facilidades para que los “periodistas” pudieran realizar su trabajo, supuestamente firmado por el mismo funcionario de Televisa.
La investigación correspondiente está en curso y, ante la falta de información oficial respecto a la gran cantidad de dudas e interrogantes surgidas en México y Centroamérica, la imaginación y la especulación se han desplegado con singular alegría. A ello han contribuido, además, la intempestiva posposición del juicio para el 10 de diciembre, sin que mediara explicación alguna; y la beligerante conducta de Televisa frente a quienes no quitan el dedo del renglón informativo, en particular contra Carmen Aristegui.
Lo que ha expuesto Aristegui en su espacio informativo, me consta porque la escucho todos los días, se basa en declaraciones y documentos oficiales y en investigaciones de su equipo y otros periodistas que siguen el caso, cuyos resultados provienen invariablemente de fuentes oficiales, como el caso de la documentación relativa a las camionetas involucradas, por ejemplo.
Lo que molesta a Televisa es estar involucrada en un engorroso asunto y que no basten sus dichos para zafarse del lío. Cierto que la mayoría de los medios, por conveniencia u obediencia, han nadado de a muertito y poco o nada hablan del tema. Los empleados de Calderón, faltaba más, han salido presurosos a deslindar a la televisora de cualquier responsabilidad, pero no proporcionan la información que sustente su apasionada defensa y así pos no. Porque si algo está en duda en este país es la credibilidad de Televisa y Calderón.
Si Televisa quiere salir limpia de la Caravana del Narco, debiera ser la más interesada en que las investigaciones lleguen al fondo y la operación se desmonte públicamente con toda claridad, caiga quien caiga, como dicen las “autoridades” cada vez que se les enreda la pita y luego no cae nadie.
En lugar de eso, han emprendido una de sus conocidas campañas en contra de Carmen Aristegui. Con calumnias y despropósitos pretenden desprestigiar a la periodista y restarle credibilidad. Para su desgracia, de Televisa, se acaba de conocer una encuesta del diario Reforma en el DF, donde resulta que el noticiero de Aristegui (MVS) es el más escuchado de la radio, duplicando en audiencia a su más cercano competidor, Jacobo Zabludovsky (Grupo Radio Centro).
La preferencia y credibilidad no se ganan con desplegados ni campañitas difamatorias. Se conquistan con trabajo diario realizado con seriedad y respeto hacia las audiencias, proporcionándoles información completa, veraz y oportuna. Con un ejercicio profesional basado en un código de ética que el respetable conoce y refrenda cada día. Cualidades que no figuran en el mapa genético de Televisa.
Jacinto Benavente
El pasado 20 de agosto en el puesto aduanal “Las Manos”, en la frontera de Nicaragua con Honduras, fueron detenidos 18 mexicanos por elementos de la Policía Nacional de Nicaragua. Viajaban en una caravana de seis camionetas tipo “van”, provistas con modernos equipos de telecomunicaciones y con los emblemas de la empresa mexicana Televisa. En ellas encontraron poco más de 9 millones de dólares en efectivo y rastros de cocaína.
Los arrestados, bajo el mando de quien dijo llamarse Raquel Alatorre Correa, aseguraron trabajar al servicio de la monopólica televisora y que su misión era realizar documentales sobre las bellezas naturales de la región.
Por informaciones posteriores se supo que el grupo venía operando desde 2008 en los países centroamericanos y que la susodicha Alatorre Correa, a quien sus subordinados llaman “licenciada”, de acuerdo con los registros migratorios de Costa Rica, había entrado y salido de ese país 34 veces.
Estos hechos constituyen, sin lugar a dudas, un suculento manjar periodístico digno de cualquier medio informativo, dada la magnitud de la operación y el alto impacto de lo que está y podría estar detrás de la misma. Así lo entendió la titular del noticiero matutino de MVS y comentarista de la cadena CNN, Carmen Aristegui, quien ha dado puntual seguimiento desde los primeros capítulos a la telenovela La Caravana del Narco.
Al conocerse la noticia Televisa guardó silencio. Fue hasta que Aristegui dio pelos y señales de que las camionetas detenidas estaban registradas a nombre de la empresa y habían sido dadas de alta en el DF, que salió a negar cualquier relación con los hechos, suponiendo que al tronido de su voz todos quedarían satisfechos y olvidarían el asunto, como (casi) siempre.
No fue así, Aristegui entró en contacto con medios nicaragüenses y otros periodistas mexicanos para dar seguimiento conjunto al caso. Así, se ha dado a conocer que los detenidos insisten en ser empleados de Televisa y que en el celular de “la licenciada” se encontraron más de veinte números telefónicos, uno de ellos bajo el nombre de Amador Narcia, vicepresidente de información de Televisa y otro del cónsul mexicano en Managua. Además, un oficio pidiendo facilidades para que los “periodistas” pudieran realizar su trabajo, supuestamente firmado por el mismo funcionario de Televisa.
La investigación correspondiente está en curso y, ante la falta de información oficial respecto a la gran cantidad de dudas e interrogantes surgidas en México y Centroamérica, la imaginación y la especulación se han desplegado con singular alegría. A ello han contribuido, además, la intempestiva posposición del juicio para el 10 de diciembre, sin que mediara explicación alguna; y la beligerante conducta de Televisa frente a quienes no quitan el dedo del renglón informativo, en particular contra Carmen Aristegui.
Lo que ha expuesto Aristegui en su espacio informativo, me consta porque la escucho todos los días, se basa en declaraciones y documentos oficiales y en investigaciones de su equipo y otros periodistas que siguen el caso, cuyos resultados provienen invariablemente de fuentes oficiales, como el caso de la documentación relativa a las camionetas involucradas, por ejemplo.
Lo que molesta a Televisa es estar involucrada en un engorroso asunto y que no basten sus dichos para zafarse del lío. Cierto que la mayoría de los medios, por conveniencia u obediencia, han nadado de a muertito y poco o nada hablan del tema. Los empleados de Calderón, faltaba más, han salido presurosos a deslindar a la televisora de cualquier responsabilidad, pero no proporcionan la información que sustente su apasionada defensa y así pos no. Porque si algo está en duda en este país es la credibilidad de Televisa y Calderón.
Si Televisa quiere salir limpia de la Caravana del Narco, debiera ser la más interesada en que las investigaciones lleguen al fondo y la operación se desmonte públicamente con toda claridad, caiga quien caiga, como dicen las “autoridades” cada vez que se les enreda la pita y luego no cae nadie.
En lugar de eso, han emprendido una de sus conocidas campañas en contra de Carmen Aristegui. Con calumnias y despropósitos pretenden desprestigiar a la periodista y restarle credibilidad. Para su desgracia, de Televisa, se acaba de conocer una encuesta del diario Reforma en el DF, donde resulta que el noticiero de Aristegui (MVS) es el más escuchado de la radio, duplicando en audiencia a su más cercano competidor, Jacobo Zabludovsky (Grupo Radio Centro).
La preferencia y credibilidad no se ganan con desplegados ni campañitas difamatorias. Se conquistan con trabajo diario realizado con seriedad y respeto hacia las audiencias, proporcionándoles información completa, veraz y oportuna. Con un ejercicio profesional basado en un código de ética que el respetable conoce y refrenda cada día. Cualidades que no figuran en el mapa genético de Televisa.
Juvenal González González - Opinión EMET
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