Por una vinculación eficaz entre Partido y Movimiento
Delegado ciudadano al Congreso del Distrito XV
Si los partidos políticos están en crisis en todo el mundo, ¿por qué querer hacer de MORENA un partido político? Para responder esto se me ocurre una pregunta anterior: ¿Cuál es el mejor camino para tomar el poder, desde la izquierda? Alcanzo a ver tres caminos: el de las armas, el de una inmensa movilización ciudadana que ponga contra la pared y tumbe a los poderes que nos gobiernan, y el de la vía electoral. Los tres requieren recursos, organización y un cierto grado de conciencia, de tal manera extendida, para que la mayor parte de la sociedad comparta ideales, objetivos y compromisos de cambio.
Los tres implican riesgos y costos. Cualquiera de estos caminos exige un análisis serio y profundo de las circunstancias políticas, culturales, económicas y sociales que existen en el mundo y en México, así como las debilidades del universo de personas que constituimos la izquierda que busca la transformación y regeneración del país, para definir qué camino es más viable.
Yo defino que es la vía electoral. Y veo que en la izquierda no existe un solo partido que actúe cabalmente conforme a mis principios. Por eso estoy de acuerdo en conformar un partido de izquierda sin los males partidistas que a todos nos han decepcionado.
Pero tenemos que empezar bien o, al menos, lo mejor que se pueda. Para ello apunto algunas tareas centrales que debemos atender.
El Movimiento requiere emprender un ejercicio amplio de autocrítica. Si ha de construirse un partido político de nuevo cuño es necesario identificar las semejanzas con las prácticas y actitudes partidistas de quienes en Morena tuvieron la responsabilidad del proceso electoral de 2012. Si somos conscientes de ellas podemos evitar su repetición.
Quienes no están de acuerdo con la creación de un partido acaso vean —entre otros— dos riesgos importantes:
1. Que el partido se convierta en un ente burocrático del mismo o similar talante a los que ahora existen y no nos convencen.
2. Que el Movimiento (de regeneración nacional) desaparezca y pierda así el valioso acervo de experiencias y fuerza expresiva que ha acumulado.
Es cierto. Todo el entramado político institucional está hecho precisamente para que los partidos políticos se acomoden a un determinado modus vivendi, y de ahí sus modus operandi. Los miembros de la clase política se convierten en deudores del Estado (tal como se concibe actualmente) y lo mismo pasa con las burocracias dirigentes y operativas de los partidos. Quienes logran insertarse en esos espacios de poder (por limitado que sea) no tienen necesidad de pensar en sus electores porque desarrollan, crean, un conjunto de intereses que por lo general no coinciden con el de los ciudadanos que los pusieron en esos espacios. Es así como poco a poco, o de inmediato, se distancian de las bases sociales que los colocaron en donde están.
Para evitar estas nefastas consecuencias no basta una maravillosa declaración de principios ni el firme propósito de guiarse políticamente por ellos; no basta la solidez ética de los dirigentes ni la trayectoria de los mismos por más limpia, sacrificada y heroica que se quiera. Todos hemos sido testigos de cómo se han despeñado líderes antes respetados, por la barranca de la corrupción disfrazada de discrepancias ideológicas o estratégicas.
¿Cómo hacer para que nuestras “aves Fénix” no se manchen en ese entramado político institucional? Lo primero es aceptar que muchos se pueden manchar. La condición humana es esa. Lo extraordinario es que no se manchen, pero no podemos apostar a lo extraordinario porque la mayoría de nosotros somos ordinarios.
Por otro lado, para alcanzar las aspiraciones del Movimiento se necesita de un partido político. De un grupo de profesionales de la política comprometidos con el Movimiento.
Pero la formación de un partido político no tiene que ser a cambio de terminar con el Movimiento. Sin el Movimiento, el partido político naufragará en ese mar de componendas, intereses creados y olvido de la ciudadanía que es ahora el sistema político mexicano. Sin el partido, el Movimiento será uno más, sin puerto de llegada y se irá desvaneciendo con el tiempo, acaso fundiéndose en otros movimientos.
Para que el partido exista, el movimiento que le da aliento debe permanecer. El Partido debe reconocer desde su nacimiento que se debe al Movimiento y que sus compromisos y aspiraciones son las del Movimiento. Por ello, debe someterse a la rigurosa vigilancia del Movimiento.
Para que el Movimiento profundice en el alcance de sus causas, debe dar aliento al Partido y apoyarlo mediante la vigilancia puntual y el amplio debate de sus demandas y aspiraciones.
Todo ello debe incluirse en los Estatutos y en la Declaración de Principios.
El Programa también debe incluir las aspiraciones y demandas de todos los que somos parte del Movimiento Por ejemplo, recoger expresamente las demandas de la comunidad LGBT, de los grupos de la llamada tercera edad y de otros grupos sociales marginados o minoritarios, así como reiterar el apoyo a las luchas de la mujer (contra la violencia y la discriminación, a favor de la libertad de decidir sobre el propio cuerpo, etc.) El partido debe ser incluyente, el Movimiento debe propiciar el debate interno para convertir en mandatos al partido las conclusiones del Movimiento. El Partido, sus dirigentes e integrantes, deben acatar esos mandatos. Toda la ciudadanía debe ver que el nuevo partido cubre sus principales aspiraciones y demandas
Por ello, también, en los Estatutos del Partido deben establecerse reglas de transparencia, rendición de cuentas y revocación de mandato en todos los puestos partidistas y de elección popular.
El mensaje a la ciudadanía debe ser claro: la búsqueda de la transformación de México y la regeneración de la vida pública es en serio. Por eso el Partido se ha dado reglas, programas y estrategias sujetas al escrutinio del Movimiento que le da vida y se compromete con los principios de las democracias más avanzadas.
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