Indice Político
Por Francisco Rodríguez
El futuro de la Lotería Nacional (Lotenal) depende del Gordo del 24 de diciembre”, me dijo a mediados del mes anterior un legislador en tono sumamente preocupado. “Si algún billete resulta acreedor a los 50 millones de pesos –150 millones, en tres series— la institución está acabada. No tendrá ni para pagar sus nóminas”.
Y sí hubo ganadores, aparentemente. Los billetes con el número 27246 fueron remitidos, las series 1 y 2, al expendio foráneo en Cadereyta Jiménez, Nuevo León, y la serie 3 a la agencia expendedora en Orizaba, Veracruz.
De que no se hayan vendido, pues, depende el futuro de la institución con 241 años de edad que, cierto, hoy está comprometido.
Y no, no debido a malos manejos ni a actos de corrupción, sino al afán que altos funcionarios de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público tienen para quebrarla e, inmediatamente después, vender baratos sus despojos a un grupo privado canadiense.
La Lotería Nacional, en efecto, es objeto de una feroz persecución de funcionarios hacendarios perfectamente identificados con intereses en el juego de azar y las apuestas.
Uno de esos funcionarios, el subsecretario de Ingresos José Antonio González Anaya realizó labor de zapa en contra de la Lotenal durante las sesiones de la Cámara de Diputados celebradas hace poco más de dos meses, los días 20 y 25 de octubre, en las que se analizaba el presupuesto de ingresos de la federación para el presente ejercicio fiscal. Se discutía, entonces, el insertar un artículo transitorio referente a la situación financiera de la Lotería Nacional que desde 2007 tiene un quebranto económico derivado de la obligación que tiene sólo la lotería de enterarle a Hacienda un impuesto especial, impuesto que, por ejemplo, los casinos no están obligados a pagar.
Durante esas sesiones, González Anaya –a quien, por cierto, describen que actuaba como si él fuera el titular del ramo— se refería a Lotenal en términos despectivos tales como, mutatis mutandi, “es un cascarón que está totalmente podrido por dentro a la que hay que desaparecer y entregar a un grupo de inversionistas canadienses para que se convierta en una exitosa empresa privada”,
Esta pretensión de la fallida administración calderonista de matar a la Lotería, en efecto, viene desde el 2007 y obedece a la intención del propio González Anaya y del ex oficial mayor de la SHCP y hoy director general del ISSSTE, Sergio Hidalgo, de desaparecer a esta institución para entregarla a una empresa canadiense dedicada a los juegos de apuesta.
De parte de ello ya le he platicado antes aquí. Cuando Hidalgo fungía como Oficial Mayor hacendario pretendió vender a Lotenal 2 mil máquinas tragamonedas de la llamada Clase III fabricadas por la empresa canadiense, a la que hoy quieren entregarle la Lotería.
Fue por tal que, durante la primera parte de este malhadado sexenio, el propio Hidalgo le impuso, primero al nefasto Francisco Yáñez, y después a Miguel Ángel Jiménez, a los subdirectores generales de comercialización y de finanzas.
Hoy en día, pues, el principal enemigo de la Lotería Nacional está en casa, pues González Anaya quien, presuntamente, protege la evasión fiscal de las empresas propietarias de casinos, como leyó usted aquí el pasado 14 de septiembre —sin que hasta la fecha se haya recibido aclaración alguna— pretende desaparecer a esta organización para, con Sergio Hidalgo, hacer el gran negocio sexenal y entregarla a empresas extranjeras.
La actitud de González Anaya es congruente, como se demostró el pasado 3 de diciembre, noche en la que acudió a Televisa para validar el tan cuestionado Teleton. La bendición de SHCP –aunque debió ser el SAT el que dictaminara que no se evaden impuestos—, lo que le valió que el locutor Marco Antonio Regil le adelantara el nombramiento como próximo Secretario de Hacienda…
… al tiempo que será socio de una empresa canadiense, propietaria entonces de la Lotería Nacional.
A menos que ¡no se hayan vendido los billetes premiados el 24 de diciembre!
Aunque eso sería como un regalo de Santa Claus.
Índice Flamígero: Y ya que hablamos de Sergio Hidalgo Monroy-Portillo, el más reciente director general del ISSSTE, cabe hacer mención de que se encuentra como un helicóptero con el motor paralizado, sin combustible y en pleno desplome (11/11/11) pues el pasado 16 de diciembre, durante una visita al hospital “20 de Noviembre”, comentó a un grupo de directores regionales de hospitales que él no tenía la menor idea de lo que era el instituto ni de asuntos médicos ni de su funcionamiento y que los cambios que realice se harán por comparaciones curriculares y, claro, “por recomendaciones”. También que el primer cambio que hará será en la dirección médica perfilando para ese puesto al director del nosocomio visitado, Rafael Navarro, cuyas principales virtudes han sido y serán la venta de turnos para trasplantes de órganos, el robo y venta clandestina de medicamentos, la atención y cobro a no derechohabientes, así como la protección de gigantescos actos de corrupción del subdirector administrativo José de Jesús Carranza Willy. La principal carta de recomendación de Navarro Meneses seguramente son los no pocos fallecimientos de recién nacidos en ese hospital durante las últimas semanas por negligencia médica e infecciones hospitalarias. Pronto le abundaré sobre esto.
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