El investigador recibirá el galardón en el rubro Historia, ciencias sociales y filosofía
López Obrador es el líder natural de la izquierda y si ésta resiste el ramalazo de 2012 quizás algún día llegue al poder, considera
¿Qué momento de México no es interesante?
Lorenzo Meyer, durante una entrevista con La Jornada en marzo de 2004Foto José Núñez Arturo García Hernández |
Periódico La Jornada
Martes 6 de diciembre de 2011, p. 4
Martes 6 de diciembre de 2011, p. 4
En el año 2000, el historiador Lorenzo Meyer creyó que, con el fin del régimen del PRI y el triunfo del PAN en las elecciones presidenciales, había llegado al poder la derecha democrática, y supuso que en 2006 el país pasaría a una
En 2006 etapa superiorde la transición, a la manera del modelo español. Ahora admite que en ambos casos se equivocó y, de cara a 2012, ya no se hace muchas ilusiones. A pesar de ello, conserva un espacio para la esperanza: “Tenemos la obligación moral de no dejar que la derecha –priísta o panista– se lleve todo”.
el país tuvo una oportunidad interesantísima, las circunstancias estaban dadas para iniciar la transición de un sistema autoritario a una normalización del juego democrático en el que entra un gobierno de derecha, luego viene uno de izquierda, después regresa la derecha y luego vuelve la izquierda, a la manera del modelo español.
Lamentablemente –observa el investigador de El Colegio de México (Colmex)– el PAN no resultó ser una
derecha democrática. A partir del intento de Vicente Fox de desaforar a Andrés Manuel López Obrador, en 2003, quedó claro que la derecha tradicional autoritaria representada por el PRI y la derecha antidemocrática representada por el PAN harían todo lo posible para frenar la alternancia y no iban a dejar madurar en México un proceso democrático parecido al de España.
Intentarlo de nuevo en 2012
va a ser difícil, pero no puedo ni quiero ser completamente pesimista, porque sería como decir: ya mejor vámonos de aquí.
Por intentar un vuelco a la izquierda
Este año, Lorenzo Meyer ha obtenido el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Historia, ciencias sociales y filosofía. Entrevistado con ese motivo, comparte sus previsiones sobre lo que puede ser el escenario político ante las elecciones presidenciales de 2012.
–De su pesimismo se desprende que no hay lugar para un gobierno de izquierda, que es inevitable el retorno del PRI.–Inevitable, no. Supongamos que es cierto lo que dicen las encuestas, que Enrique Peña Nieto tiene 40 por ciento de la intención de voto, y que López Obrador tiene 15. En primer lugar, ¡cuántas cosas en la historia han dado vuelcos repentinos e inesperados! En segundo lugar: aunque la historia no diera un vuelco, tenemos la obligación moral con México de no dejar que la derecha priísta o panista se lleve todo.
De esto se alimenta la esperanza de Meyer. Sin embargo, advierte que el esfuerzo requiere de una
izquierda rehecha, porque en este momento está deshecha; la deshicieron desde afuera sus enemigos y desde dentro ellos mismos.
A juicio del historiador,
el líder naturalde una izquierda fortalecida es López Obrador, “a pesar de que ha sido sometido a un gran desgaste, a pesar de “toda esta guerra sucia, de toda esta guerra del miedo, de esos métodos anticomunistas usados durante la guerra fría”.
Si de todo el esfuerzo que se haga con vistas a 2012
surge una izquierda que aguante el ramalazo, que pueda volver a dar la batalla, quizás algún día podrá llegar al poder.
–¿Veremos algo así?
–Si se pone todo el esfuerzo, si Andrés Manuel lo intenta y los que están a su alrededor lo intentan, y no resulta, bueno, nadie está obligado a lo imposible.
–Acerca del premio que ha obtenido, ¿qué representa para usted que ha sido tan agudo y persistente crítico del gobierno de Felipe Calderón, que ahora sea él quien se lo entregue?
–Yo revertiría la pregunta: estos premios tienen su propia historia, su propia dinámica. La decisión no es de funcionarios del gobierno; la Presidencia tampoco toma la decisión ni puede rechazarla. El premio trasciende al ámbito gubernamental, lo otorga un jurado integrado por mis pares, por mis iguales, otros académicos.
–¿En qué circunstancias descubre su vocación por la historia política que lo hace merecedor de este premio y que le ha permitido durante varias décadas observar al país desde un lugar privilegiado?
–En parte fue accidental. En buena medida, la mayoría de la gente está donde está por accidente.
–Cuando era niño o adolescente, yo no me veía en el mundo académico. Entré al Colmex a los 18 años, pero pude no haber entrado. A los 15 años, ahí sí por decisión propia, había entrado a Chapingo, porque quería ser ingeniero agrónomo. Por razones que no vienen al caso dejé Chapingo, terminé mi preparatoria y por pura coincidencia supe de la existencia del Colmex, porque alguien me habló de la posibilidad de unas becas. Debo confesar que fue algo muy atractivo para alguien que venía de una clase media muy media, en condiciones donde está uno siempre en la cuerda floja, poder tener un ingreso propio y seguir estudiando.
Pero “cuando hice mi solicitud en el Colmex, al principio me dijeron que no, que yo no estaba preparado para entrar aquí, por dos razones: una, porque no sabía inglés, a pesar de que mi abuelo era estadunidense y era profesor de inglés; dos, porque todavía no tenía una licenciatura. Pero se abrió la posibilidad de hacer un licenciatura rápida en tres años y yo creo que en ese momento no había suficientes candidatos para cubrir las plazas y nos aceptaron a varios que sólo teníamos prepa. Claro, no me dieron beca, porque tenía que ganármela”.
Aprendió inglés y al entrar al doctorado, el autor de Fin de régimen y democracia incipiente: México hacia el siglo XXI (1998), tomó una decisión:
–Las circunstancias y sus propias decisiones lo pusieron en un lugar para ver a México en uno de sus momentos más interesantes.
–¿Qué momento de México no es interesante? Pensándolo bien, todos. Algunos son trágicamente interesantes, algunos desastrosamente interesantes. Así es que todos me atraen.
–¿Va a tomar la palabra durante la ceremonia de entrega del premio?
–Yo creo que no, pero es un misterio. Por lo menos a mí no me han dicho nada.
–Yo revertiría la pregunta: estos premios tienen su propia historia, su propia dinámica. La decisión no es de funcionarios del gobierno; la Presidencia tampoco toma la decisión ni puede rechazarla. El premio trasciende al ámbito gubernamental, lo otorga un jurado integrado por mis pares, por mis iguales, otros académicos.
–¿En qué circunstancias descubre su vocación por la historia política que lo hace merecedor de este premio y que le ha permitido durante varias décadas observar al país desde un lugar privilegiado?
–En parte fue accidental. En buena medida, la mayoría de la gente está donde está por accidente.
–Cuando era niño o adolescente, yo no me veía en el mundo académico. Entré al Colmex a los 18 años, pero pude no haber entrado. A los 15 años, ahí sí por decisión propia, había entrado a Chapingo, porque quería ser ingeniero agrónomo. Por razones que no vienen al caso dejé Chapingo, terminé mi preparatoria y por pura coincidencia supe de la existencia del Colmex, porque alguien me habló de la posibilidad de unas becas. Debo confesar que fue algo muy atractivo para alguien que venía de una clase media muy media, en condiciones donde está uno siempre en la cuerda floja, poder tener un ingreso propio y seguir estudiando.
Durante mi infancia y adolescencia, un tío y mi abuelo contaban episodios interesantes del pasado de México, y me gustaba saber de Europa, de Asia y leía todo lo que podía al respecto.
Pero “cuando hice mi solicitud en el Colmex, al principio me dijeron que no, que yo no estaba preparado para entrar aquí, por dos razones: una, porque no sabía inglés, a pesar de que mi abuelo era estadunidense y era profesor de inglés; dos, porque todavía no tenía una licenciatura. Pero se abrió la posibilidad de hacer un licenciatura rápida en tres años y yo creo que en ese momento no había suficientes candidatos para cubrir las plazas y nos aceptaron a varios que sólo teníamos prepa. Claro, no me dieron beca, porque tenía que ganármela”.
Aprendió inglés y al entrar al doctorado, el autor de Fin de régimen y democracia incipiente: México hacia el siglo XXI (1998), tomó una decisión:
¿A qué tema le iba a dedicar yo días, meses, años de mi vida? Así decidí conscientemente meterme al estudio de la relación México-Estados Unidos desde la perspectiva del imperialismo y del antimperialismo. Después saqué una beca de tres años para la Universidad de Chicago y de ahí me seguí al estudio de la historia política y de los procesos políticos nacionales e internacionales.
–Las circunstancias y sus propias decisiones lo pusieron en un lugar para ver a México en uno de sus momentos más interesantes.
–¿Qué momento de México no es interesante? Pensándolo bien, todos. Algunos son trágicamente interesantes, algunos desastrosamente interesantes. Así es que todos me atraen.
–¿Va a tomar la palabra durante la ceremonia de entrega del premio?
–Yo creo que no, pero es un misterio. Por lo menos a mí no me han dicho nada.
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