El Despertar
El pasado fin de semana, los brigadistas de nuestro movimiento en San Martín Texmelucan no pudieron trabajar porque tenían que preparar el pan y los altares de muertos. Respondían a una tradición antiquísima y profunda, más poderosa que las emergencias políticas. Esto me recuerda a Braudel:
!>Los ritmos de la historia no son iguales. Hay un tiempo profundo y lento, casi inmóvil, hecho de ciclos recomenzados sin fin”!>. Casi siempre los historiadores lo olvidan: como si los cempasúchiles no brotaran puntuales cada año, como si no fuera importante que muertos y vivos se reúnan a comer y a beber y a celebrar la vida con los primeros fríos.
Hay un estrato intermedio: la historia de los estados, las economías, las guerras. La historia social. Se mueve poco a poco pero no tan lento como la historia profunda. Se mueve en bloques de 30 años, aproximadamente. Aquí nos encontramos como víctimas y/o autores conscientes o inconscientes de la ruina progresiva del Estado mexicano, del ocaso de una doctrina y una política económica impuestas desde afuera, que nos han condenado al estancamiento y aumentado la desigualdad, que es una constante de nuestra historia. Así padecemos y observamos una
Y por último está la de los acontecimientos de cada día. Una historia febril con oscilaciones breves. La historia que relatan los periódicos. Se disuelve al anochecer y retorna frenética al día siguiente. Así sabemos que ayer el jefe del PRI y ex gobernador de Coahuila provocó un zafarrancho cuando protestaron indignados ciudadanos que le reclaman haber dejado una deuda de 33 mil millones de pesos sustentada en documentos falsos. Así sabemos que el jueves asesinaron al alcalde panista Ricardo Guzmán, de La Piedad, Michoacán, y que eso dio lugar a que los líderes de PRI, PAN y PRD utilizaran la tragedia para insultarse y acusarse mutuamente con un desvergonzado interés electoral. Hoy sabemos que con increíble frescura Calderón declara que las alzas de las gasolinas intentan evitar una crisis social.
“!>crisis”!>que es más bien una agonía excesivamente prolongada.
Y por último está la de los acontecimientos de cada día. Una historia febril con oscilaciones breves. La historia que relatan los periódicos. Se disuelve al anochecer y retorna frenética al día siguiente. Así sabemos que ayer el jefe del PRI y ex gobernador de Coahuila provocó un zafarrancho cuando protestaron indignados ciudadanos que le reclaman haber dejado una deuda de 33 mil millones de pesos sustentada en documentos falsos. Así sabemos que el jueves asesinaron al alcalde panista Ricardo Guzmán, de La Piedad, Michoacán, y que eso dio lugar a que los líderes de PRI, PAN y PRD utilizaran la tragedia para insultarse y acusarse mutuamente con un desvergonzado interés electoral. Hoy sabemos que con increíble frescura Calderón declara que las alzas de las gasolinas intentan evitar una crisis social.
Estos hechos cotidianos son reflejos puntuales de tendencias más profundas de una política económica fallida, de un intento fracasado de cambio de régimen político que ha tomado 30 años. Y que tienen que ver con un fondo oscuro de nuestra historia: el ejercicio cínico del poder y el sometimiento abyecto de gran parte de la población, mientras otra parte cada vez mayor empieza a despertar. Contradicción peligrosa que se da justo cuando la cercanía del cambio institucional anuncia una conmoción que puede sacudirnos a todos y resquebrajar los niveles de nuestra historia y nuestras certezas.
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