Considerado por los exégetas del neoliberalismo modelo a seguir para los países latinoamericanos, el sistema socioeconómico chileno está en crisis: frena el desarrollo del país, agudiza las desigualdades sociales y ha provocado creciente malestar entre la población que se moviliza para cuestionar los efectos de la privatización de las empresas públicas, de la apertura indiscriminada de la economía y de la disminución del tamaño del Estado. Más aún, el sistema político se convirtió en una camisa de fuerza que limita la democracia de los chilenos.
VALPARAÍSO, CHILE (Proceso).- Las encuestas lo dicen, las manifestaciones juveniles lo ratifican y hasta representantes del establishment lo reconocen: el modelo neoliberal aplicado en Chile tras el golpe militar de 1973 ha perdido legitimidad.
Después de que el 24 y el 25 de agosto varios millones de chilenos respaldaron el llamado de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) para movilizarse en pos de una nueva Constitución, quedó claro que la sociedad chilena rechaza el orden económico y social construido tras el golpe militar de 1973. Este modelo tiene en la privatización de las empresas públicas, la apertura de la economía y la disminución del tamaño del Estado, sus premisas principales.
La protesta de la CUT se produjo en medio de una paralización casi total del sistema de educación pública. Ésta se inició a fines de mayo y aún se mantiene. Aunque en las últimas dos semanas las movilizaciones han disminuido –fundamentalmente debido al ambiente de luto que tiñó al país tras la tragedia aérea del viernes 2 de septiembre en la que murieron 21 personas–, no hay ningún analista político serio ni líder de opinión que ponga en duda que las fallas del sistema social, económico y político son estructurales.
En entrevista con Proceso, el presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), Raúl de la Puente, expresa que en la actualidad hay un malestar “contra el sistema neoliberal y no sólo contra el gobierno de derecha” que encabeza el presidente Sebastián Piñera.
Afirma que este malestar se origina “porque en Chile la educación, la previsión, la salud y todos los servicios básicos han sido convertidos en bienes de consumo que han sido entregados al sector privado, que actúa con la lógica del mercado sin considerar el bienestar social, lo que ha tenido efectos nefastos para las familias y para el país”.
De la Puente define como “rebelión” el actual ciclo de movilizaciones. El líder de la ANEF –una de las organizaciones de trabajadores más poderosa de Chile– acusa a la hoy opositora Concertación de Partidos por la Democracia (centroizquierda) de haber “mantenido y perfeccionado” el modelo neoliberal durante los años que gobernó (1990-2010).
Sistema “podrido”
Esta complicidad de la Concertación con el neoliberalismo le ha impedido capitalizar el enorme descontento social, situación que es recogida por las encuestas.
La consultora Adimark señaló en encuesta dada a conocer el lunes 5 que al gobierno de Piñera lo apoya sólo 25% de la población y lo rechaza 70%. A Concertación de Partidos por la Democracia no le va mejor: sólo 17% la respalda y 71% la desaprueba.
El repudio hacia la Concertación es tan grande que hasta los expresidentes de Chile que pertenecen a esta coalición (Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Michelle Bachelet y Ricardo Lagos) han recibido la repulsa ciudadana. Eso le ocurrió a Lagos el pasado 10 de agosto, cuando un centenar de estudiantes de la Universidad de Viña del Mar lo increpó duramente por haber impulsado la privatización del sistema de créditos estudiantiles.
Consciente de la pérdida de apoyo, el Partido por la Democracia (PPD) dio a conocer el 16 de septiembre un documento en que da por “terminada la Concertación”. El PPD propuso como camino de solución dar vida a un nuevo espacio político que integre a los movimientos sociales y abogue por acabar con el actual régimen político, el cual, señala, tiene “el poder extremadamente concentrado en pocas manos, con poca competencia y poco control por parte de los ciudadanos”.
Aunque la desafección con el sistema político explotó este año, el problema no es nuevo. El lunes 12 el Centro de Investigación e Información Periodísticas (Ciper), publicó un estudio que revela que 40% de los chilenos mayores de 18 años no está inscrito en los registros electorales. Y de ese porcentaje sólo vota 72%. En el caso de quienes tienen entre 18 y 24 años sólo 5% está inscrito. Bastante poco si se considera que en 1988, cuando se realizó el plebiscito que definió la salida del dictador Augusto Pinochet, esta cifra era superior a 90%.
Y son precisamente los jóvenes los que en 2011 se han volcado a las calles para pedir un nuevo orden económico, social y político.
El estudio de Ciper mostró también que sólo 32.54% de los mayores de 18 años está representado en el Congreso por el candidato al que le dio su voto. Además estableció que muchos diputados ganaron sus escaños con menos de 10% del total de los votos potenciales.
Tras conocer la crisis de representatividad que reveló la investigación de Ciper, el director de Adimark, Roberto Méndez, señaló que “con estos datos queda claro que el sistema se agotó”.
A juicio del politólogo Genaro Arriagada –de filiación demócrata-cristiana– el desgaste del sistema político “es el mayor problema que enfrenta la sociedad chilena”. En su columna de opinión titulada “El sistema político está podrido” –publicada en el sitio en internet de Ciper el lunes 12– sostiene que el hartazgo con la política se explica, entre otras razones, por la vigencia del sistema electoral binominal. Mediante éste se eligen por cada distrito electoral dos parlamentarios.
Según Arriagada –ministro secretario de la Presidencia durante el gobierno de Eduardo Frei– como en la gran mayoría de los distritos electorales se sabe que la Concertación elegirá un parlamentario y la Alianza por Chile (derecha) el otro, la clave para llegar al Congreso no está en el voto popular sino en ser incorporado a las listas de candidatos. En cada lista hay dos cupos. El resultado de esto es –en su opinión– “la destrucción de todo vestigio de libertad para elegir”, poder que estaría en manos de “las oligarquías parlamentarias que controlan los partidos a nivel nacional o regional”.
Arriagada dice que otra de las causas del desprestigio del actual sistema político es el papel preponderante del dinero en la actividad política.
La convicción del agotamiento del actual sistema también ha llegado a La Moneda. El empresario Daniel Platovsky, amigo íntimo y colaborador del presidente Piñera, señaló el 21 de agosto en una entrevista con el diario La Tercera que “hoy necesitamos un nuevo pacto social que implica profundos cambios”.
Y agregó: “La dirigencia empresarial comete un grave error al no entender que la paz social garantiza la estabilidad económica. (En Chile) se está gestando un cambio político mayor y eso requiere reformas sociales. El problema no es la economía, sino la política”.
Injusticias sociales
El agotamiento del modelo chileno se expresa en todos los niveles. También en la macroeconomía. El crecimiento promedio del Producto Interno Bruto entre 2004 y 2009 fue de 3.7%, lo que contrasta con el crecimiento promedio de 7% entre 1985 y 2005. Sin embargo, las ganancias de los sectores más favorecidos han aumentado a ritmos muchos mayores.
El estudio Del crecimiento empobrecedor al bajo crecimiento, realizado en 2010 por los economistas Orlando Caputo y Graciela Galarce, da cuenta de que en 2004 los salarios de los trabajadores representaban 41.2% del PIB, cifra que descendió hasta 35.4% en 2007. En ese mismo periodo las ganancias del capital aumentaron de 46.7% a 53.8%.
Según Caputo y Galarce, en la minería la participación de los salarios de los trabajadores con respecto a los ingresos totales de las empresas disminuyó entre 2003 y 2007 de 18.8% a 5.9%.
Julio Berdegué, doctor en ciencias sociales e investigador del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, reveló el pasado 11 de junio en su columna del diario electrónico El Mostrador que en 2010 la fortuna de las cuatro familias más adineradas equivalía al ingreso anual de 80% de la población más pobre. Para llegar a esta conclusión cruzó datos extraídos de la encuesta de “caracterización socioeconómica” (realizada por el Ministerio de Economía) con información proporcionada por la revista Forbes.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) dio a conocer el martes 13 un informe en el que señala que Chile es el país con mayor segregación socioeconómica en el sistema educativo, entre todos los miembros de esta organización. Esto quiere decir que existe un tipo diferente de educación para cada estrato o grupo social.
Este reporte de la OCDE evidencia un giro en la conceptualización del modelo chileno. El 11 de enero de 2010 el secretario general de este organismo, José Ángel Gurría, señaló –en la ceremonia de adhesión de Chile a este organismo, realizada en La Moneda– que el modelo chileno es ejemplar puesto que, desde su perspectiva, “combina un robusto crecimiento económico con un gran nivel de bienestar social”.
Calificativos como este fueron comunes en todos los organismos internacionales en las dos décadas pasadas.
A pesar de la crisis de legitimidad hay reputados analistas que afirman que el sistema socioeconómico vigente en Chile se encuentra dañado, mas no en peligro inminente de extinción. Es el caso del economista y académico de la Universidad de Chile, Marcel Claude, quien en entrevista con Proceso asegura que el modelo “no está en crisis sino que es la sociedad chilena la que está en crisis por causa del modelo”.
Argumenta: “El modelo aún cuenta con muchos puntos de apoyo: tiene el Parlamento, el gobierno, el sistema tributario y las grandes empresas siguen acumulando riqueza”.
Claude menciona, en relación con lo anterior, el hecho que las empresas privadas de salud reportaron el primer semestre de este año ganancias que son 70% mayores a las obtenidas durante el mismo periodo del año anterior.
El economista también subraya que “la banca tuvo el año pasado ganancias de 2 mil 500 millones de dólares (…) Las mineras privadas se llevarán este año entre 35 mil y 40 mil millones de dólares. Y esto ocurre en un país que tiene niveles de pobreza real que se empinan sobre el 30% y en donde la salud y la educación tienen costos altísimos e inalcanzables para gran parte de la población, la que sólo puede acceder a éstas endeudándose”.
De hecho, el miércoles 14 el Servicio Nacional del Consumidor informó que 54% de los consumidores chilenos destina en promedio un cuarto de sus ingresos familiares a pagar préstamos o compras a crédito.
Claude, quien a principios de los noventa fue director de estudios del Banco Central, espera que la comunidad internacional tome nota de lo que está pasando en Chile “porque durante muchos años nos han tomado como modelo en circunstancias en que éste ha sido un fracaso total en términos de generar bienestar y condiciones adecuadas de existencia”.
Sostiene que si no se cuestiona a fondo el modelo chileno “éste terminará por ser totalmente imitado en otros países de América Latina”.
VALPARAÍSO, CHILE (Proceso).- Las encuestas lo dicen, las manifestaciones juveniles lo ratifican y hasta representantes del establishment lo reconocen: el modelo neoliberal aplicado en Chile tras el golpe militar de 1973 ha perdido legitimidad.
Después de que el 24 y el 25 de agosto varios millones de chilenos respaldaron el llamado de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) para movilizarse en pos de una nueva Constitución, quedó claro que la sociedad chilena rechaza el orden económico y social construido tras el golpe militar de 1973. Este modelo tiene en la privatización de las empresas públicas, la apertura de la economía y la disminución del tamaño del Estado, sus premisas principales.
La protesta de la CUT se produjo en medio de una paralización casi total del sistema de educación pública. Ésta se inició a fines de mayo y aún se mantiene. Aunque en las últimas dos semanas las movilizaciones han disminuido –fundamentalmente debido al ambiente de luto que tiñó al país tras la tragedia aérea del viernes 2 de septiembre en la que murieron 21 personas–, no hay ningún analista político serio ni líder de opinión que ponga en duda que las fallas del sistema social, económico y político son estructurales.
En entrevista con Proceso, el presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), Raúl de la Puente, expresa que en la actualidad hay un malestar “contra el sistema neoliberal y no sólo contra el gobierno de derecha” que encabeza el presidente Sebastián Piñera.
Afirma que este malestar se origina “porque en Chile la educación, la previsión, la salud y todos los servicios básicos han sido convertidos en bienes de consumo que han sido entregados al sector privado, que actúa con la lógica del mercado sin considerar el bienestar social, lo que ha tenido efectos nefastos para las familias y para el país”.
De la Puente define como “rebelión” el actual ciclo de movilizaciones. El líder de la ANEF –una de las organizaciones de trabajadores más poderosa de Chile– acusa a la hoy opositora Concertación de Partidos por la Democracia (centroizquierda) de haber “mantenido y perfeccionado” el modelo neoliberal durante los años que gobernó (1990-2010).
Sistema “podrido”
Esta complicidad de la Concertación con el neoliberalismo le ha impedido capitalizar el enorme descontento social, situación que es recogida por las encuestas.
La consultora Adimark señaló en encuesta dada a conocer el lunes 5 que al gobierno de Piñera lo apoya sólo 25% de la población y lo rechaza 70%. A Concertación de Partidos por la Democracia no le va mejor: sólo 17% la respalda y 71% la desaprueba.
El repudio hacia la Concertación es tan grande que hasta los expresidentes de Chile que pertenecen a esta coalición (Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Michelle Bachelet y Ricardo Lagos) han recibido la repulsa ciudadana. Eso le ocurrió a Lagos el pasado 10 de agosto, cuando un centenar de estudiantes de la Universidad de Viña del Mar lo increpó duramente por haber impulsado la privatización del sistema de créditos estudiantiles.
Consciente de la pérdida de apoyo, el Partido por la Democracia (PPD) dio a conocer el 16 de septiembre un documento en que da por “terminada la Concertación”. El PPD propuso como camino de solución dar vida a un nuevo espacio político que integre a los movimientos sociales y abogue por acabar con el actual régimen político, el cual, señala, tiene “el poder extremadamente concentrado en pocas manos, con poca competencia y poco control por parte de los ciudadanos”.
Aunque la desafección con el sistema político explotó este año, el problema no es nuevo. El lunes 12 el Centro de Investigación e Información Periodísticas (Ciper), publicó un estudio que revela que 40% de los chilenos mayores de 18 años no está inscrito en los registros electorales. Y de ese porcentaje sólo vota 72%. En el caso de quienes tienen entre 18 y 24 años sólo 5% está inscrito. Bastante poco si se considera que en 1988, cuando se realizó el plebiscito que definió la salida del dictador Augusto Pinochet, esta cifra era superior a 90%.
Y son precisamente los jóvenes los que en 2011 se han volcado a las calles para pedir un nuevo orden económico, social y político.
El estudio de Ciper mostró también que sólo 32.54% de los mayores de 18 años está representado en el Congreso por el candidato al que le dio su voto. Además estableció que muchos diputados ganaron sus escaños con menos de 10% del total de los votos potenciales.
Tras conocer la crisis de representatividad que reveló la investigación de Ciper, el director de Adimark, Roberto Méndez, señaló que “con estos datos queda claro que el sistema se agotó”.
A juicio del politólogo Genaro Arriagada –de filiación demócrata-cristiana– el desgaste del sistema político “es el mayor problema que enfrenta la sociedad chilena”. En su columna de opinión titulada “El sistema político está podrido” –publicada en el sitio en internet de Ciper el lunes 12– sostiene que el hartazgo con la política se explica, entre otras razones, por la vigencia del sistema electoral binominal. Mediante éste se eligen por cada distrito electoral dos parlamentarios.
Según Arriagada –ministro secretario de la Presidencia durante el gobierno de Eduardo Frei– como en la gran mayoría de los distritos electorales se sabe que la Concertación elegirá un parlamentario y la Alianza por Chile (derecha) el otro, la clave para llegar al Congreso no está en el voto popular sino en ser incorporado a las listas de candidatos. En cada lista hay dos cupos. El resultado de esto es –en su opinión– “la destrucción de todo vestigio de libertad para elegir”, poder que estaría en manos de “las oligarquías parlamentarias que controlan los partidos a nivel nacional o regional”.
Arriagada dice que otra de las causas del desprestigio del actual sistema político es el papel preponderante del dinero en la actividad política.
La convicción del agotamiento del actual sistema también ha llegado a La Moneda. El empresario Daniel Platovsky, amigo íntimo y colaborador del presidente Piñera, señaló el 21 de agosto en una entrevista con el diario La Tercera que “hoy necesitamos un nuevo pacto social que implica profundos cambios”.
Y agregó: “La dirigencia empresarial comete un grave error al no entender que la paz social garantiza la estabilidad económica. (En Chile) se está gestando un cambio político mayor y eso requiere reformas sociales. El problema no es la economía, sino la política”.
Injusticias sociales
El agotamiento del modelo chileno se expresa en todos los niveles. También en la macroeconomía. El crecimiento promedio del Producto Interno Bruto entre 2004 y 2009 fue de 3.7%, lo que contrasta con el crecimiento promedio de 7% entre 1985 y 2005. Sin embargo, las ganancias de los sectores más favorecidos han aumentado a ritmos muchos mayores.
El estudio Del crecimiento empobrecedor al bajo crecimiento, realizado en 2010 por los economistas Orlando Caputo y Graciela Galarce, da cuenta de que en 2004 los salarios de los trabajadores representaban 41.2% del PIB, cifra que descendió hasta 35.4% en 2007. En ese mismo periodo las ganancias del capital aumentaron de 46.7% a 53.8%.
Según Caputo y Galarce, en la minería la participación de los salarios de los trabajadores con respecto a los ingresos totales de las empresas disminuyó entre 2003 y 2007 de 18.8% a 5.9%.
Julio Berdegué, doctor en ciencias sociales e investigador del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, reveló el pasado 11 de junio en su columna del diario electrónico El Mostrador que en 2010 la fortuna de las cuatro familias más adineradas equivalía al ingreso anual de 80% de la población más pobre. Para llegar a esta conclusión cruzó datos extraídos de la encuesta de “caracterización socioeconómica” (realizada por el Ministerio de Economía) con información proporcionada por la revista Forbes.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) dio a conocer el martes 13 un informe en el que señala que Chile es el país con mayor segregación socioeconómica en el sistema educativo, entre todos los miembros de esta organización. Esto quiere decir que existe un tipo diferente de educación para cada estrato o grupo social.
Este reporte de la OCDE evidencia un giro en la conceptualización del modelo chileno. El 11 de enero de 2010 el secretario general de este organismo, José Ángel Gurría, señaló –en la ceremonia de adhesión de Chile a este organismo, realizada en La Moneda– que el modelo chileno es ejemplar puesto que, desde su perspectiva, “combina un robusto crecimiento económico con un gran nivel de bienestar social”.
Calificativos como este fueron comunes en todos los organismos internacionales en las dos décadas pasadas.
A pesar de la crisis de legitimidad hay reputados analistas que afirman que el sistema socioeconómico vigente en Chile se encuentra dañado, mas no en peligro inminente de extinción. Es el caso del economista y académico de la Universidad de Chile, Marcel Claude, quien en entrevista con Proceso asegura que el modelo “no está en crisis sino que es la sociedad chilena la que está en crisis por causa del modelo”.
Argumenta: “El modelo aún cuenta con muchos puntos de apoyo: tiene el Parlamento, el gobierno, el sistema tributario y las grandes empresas siguen acumulando riqueza”.
Claude menciona, en relación con lo anterior, el hecho que las empresas privadas de salud reportaron el primer semestre de este año ganancias que son 70% mayores a las obtenidas durante el mismo periodo del año anterior.
El economista también subraya que “la banca tuvo el año pasado ganancias de 2 mil 500 millones de dólares (…) Las mineras privadas se llevarán este año entre 35 mil y 40 mil millones de dólares. Y esto ocurre en un país que tiene niveles de pobreza real que se empinan sobre el 30% y en donde la salud y la educación tienen costos altísimos e inalcanzables para gran parte de la población, la que sólo puede acceder a éstas endeudándose”.
De hecho, el miércoles 14 el Servicio Nacional del Consumidor informó que 54% de los consumidores chilenos destina en promedio un cuarto de sus ingresos familiares a pagar préstamos o compras a crédito.
Claude, quien a principios de los noventa fue director de estudios del Banco Central, espera que la comunidad internacional tome nota de lo que está pasando en Chile “porque durante muchos años nos han tomado como modelo en circunstancias en que éste ha sido un fracaso total en términos de generar bienestar y condiciones adecuadas de existencia”.
Sostiene que si no se cuestiona a fondo el modelo chileno “éste terminará por ser totalmente imitado en otros países de América Latina”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario