Gabriela Rodríguez
¿Qué tan capaces somos en la izquierda mexicana como para unir fuerzas y empujar un proyecto y un candidato de unidad?
Soy de las ingenuas que piensan –o que necesitan pensar, como necesidad de sobrevivencia– que es posible que la izquierda gane en 2012, o vuelva a ganar la Presidencia de la República como lo hizo en 1988 y en 2006, y que esta vez no nos arrebatarán el triunfo. Soy de las desilusionadas de los partidos políticos, de esa institución que ha sido cooptada por líderes corruptos y clientelares que lo único que buscan es el beneficio personal y que han perdido la ética de gobernar para el beneficio de la gente. Soy de las que piensan que hoy los poderes fácticos, dígase empresarios o narcos, son quienes dominan la jugada e imponen leyes, acuerdos y candidatos por medio de la compra de votos, funcionarios, jueces, legisladores y del control de los medios electrónicos de comunicación. Soy de las que piensan que un candidato independiente tampoco soluciona el deterioro porque su campaña también puede ser comprada o derrotada por los mismos señores del dinero. Soy de las que piensan que el proyecto de nación y los principios de la izquierda son más importantes que los candidatos, siempre y cuando éstos sean honestos y se comprometan con ese proyecto. Soy de las que piensan que el mejor proyecto de izquierda de mi país es el de la ciudad de México, porque los chilangos hemos experimentado sus beneficios durante 14 años y, pese a sus debilidades, se trata de la ciudad mejor gobernada en este país. Así que soy de las que piensan que hay que volver a apostar por la democracia partidista, o lo que queda de ella, mientras no inventemos una mejor forma de empujar un proyecto alternativo de nación y una mejor manera de elegir a nuestros representantes.
Por eso califico el quinto informe de Marcelo Ebrard como una pieza ejemplar que muestra lo que se ha logrado en este territorio. Celebro que haya arrancado su informe diciendo que los resultados del gobierno de izquierda en los últimos 14 años en el Distrito Federal ofrecen una realidad con otro rumbo para México. Coincido con la afirmación del actual jefe de Gobierno en cuanto a que “está demostrado que se puede gobernar con equidad, crecimiento económico, libertades y derechos sociales para construir una comunidad”. Soy de las que piensan que en esos rubros ha habido evolución y continuidad más que diferencias en las formas de gobernar de Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Y que el insumo distintivo del último ha sido impulsar la equidad de género y el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, dos aspectos sustanciales de un gobierno de izquierda, si entendemos que en la lucha por la igualdad de condiciones está el núcleo de esa coordenada política.
Celebro que Marcelo haya sido contundente al afirmar que “no va a haber regreso sino un camino al futuro, y un camino desde la izquierda”. También celebro que haya afirmado que va a participar en la encuesta que se llevará a cabo para contender por la Presidencia: “vamos a participar en el proceso y vamos a ir con la autoridad moral que tiene la izquierda…” Porque con estas palabras nos levanta la esperanza y se sostiene por una candidatura de unidad para el mejor posicionado.
Celebro que Andrés Manuel haya reconocido recientemente al actual jefe de Gobierno del Distrito Federal como un “extraordinario gobernante”, y que confirme también su interés por someterse a una encuesta que señale al mejor posicionado. Porque el apego a los principios democráticos y la ética política es lo único que puede salvarnos de esta situación tan sombría en que se sume el país: estoy convencida de que la corrupción es un factor determinante del grado de violencia y desigualdad social en que vivimos.
Nuestra esperanza en Marcelo y en Andrés Manuel depende de que se sostengan con un proyecto de izquierda y con un candidato de unidad, de que se atengan a los resultados de una encuesta realizada por un organismo académico confiable y externo a los partidos, y que no dejen la menor duda de su honestidad en el manejo de los recursos.
Aun así el reto es enorme. Revisando los twitters me encontré con la falta de interés hacia los partidos, los candidatos y hacia la izquierda, por parte de los jóvenes. Este grupo, que es hoy mayoritario, no tiene una agenda contraria sino nueva: se centra en la libertad de expresión, en los derechos de la era digital, en la democratización de la información, en la privacidad de los usuarios de la red. Los jóvenes desconfían de las encuestas y del uso de las redes, ya descubrieron que Peña Nieto tiene un ejército de “fembots” que son seguidores pagados, la mayoría mujeres. Sin duda, se trata de una nueva generación más realista y menos ingenua.
grodriguez@afluentes.org -
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