El Despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti
Uno se da cuenta de que la ancianidad se nos viene encima cuando alguien que no nos ha visto por un largo tiempo, pregunta a otro si todavía estamos vivos. Mi generación está al borde de la caducidad. Es tiempo de hacer un balance de lo que vivimos, recibimos, sufrimos y aportamos.
Luis González y González publicó hace unos quince años un interesante ensayo sobre las generaciones mexicanas. Partió de la de la Reforma y se quedó en la generación rectora, que tuvo su apogeo entre 1935 y 1958. Es la que correspondió a los nacidos en los primeros años del siglo XX y vivieron más o menos hasta que el siglo pasado cumplió dos tercios de trayectoria. Valdría la pena que los historiadores contemporáneos continuaran haciendo crónica de las siguientes generaciones. Sé que Porfirio Muñoz Ledo tiene un apunte muy interesante sobre su propia generación, la que entró en el escenario universitario en 1950, a la que podemos designar “generación del medio siglo”. Fuimos los que nacimos en la época del general Cárdenas y poco después, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Esta “generación de medio siglo” está cumpliendo su término. Sus miembros estamos llegando a los bíblicos 70 años, que antes eran el límite de la existencia humana. A esta generación le tocó abrir los ojos cuando la Revolución tuvo su fulgor final en el gobierno de mi general y vio transcurrir su infancia y primera juventud en la guerra caliente (1939-1945) y luego en la posguerra (1946-1952) y la guerra fría (1950-1975). Llegamos a la madurez en los años 80 para ver el desmoronamiento del imperio soviético, el final del siglo XX y el inicio cada vez más sombrío del XXI. Aún daremos guerra un poco más, pero la verdad es que ya entraron al escenario dos generaciones nuevas que han nacido de finales de los años 50 a mediados de los 60, y otra que ha nacido de 1965 a 1990. Vienen avanzando a tambor batiente. Los menos jóvenes son cincuentones y hoy están en el candelero, y los otros están llegando a la treintena y miran cómo sobre los horizontes de México y del mundo se extienden sombras amenazantes.
Cada generación tiene su tiempo, cuenta con una minoría rectora que, hasta cierto punto, es responsable de las mudanzas históricas más allá de las circunstancias que heredan o se producen en su tiempo. Cada generación tiene un marco duro de circunstancias que no genera voluntariamente y que en gran medida son herencias y legados de generaciones anteriores.
Creo que el tema es interesante y me permitirá elaborar algunos articulillos e intercalarlos en la serie de testimonios y reflexiones sobre el despertar actual de México a su destino democrático.
joseaorpin@hotmail.com
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