La idea no es mía, pero no se me ha salido de la cabeza desde que la escuché. Un expositor en un postgrado nos dice “cambio la bandera nacional y a los héroes que veneramos por el compromiso de que no haya hambre en México”. Yo lo cambio por la seguridad.
El sólo mencionarlo hizo que muchos se pusieran al borde la butaca, unos le aplaudieron y otros se lanzaron contra el investigador.
Y es que la historia es un nervio social. En Inglaterra o España, la gente opina que el ritual monárquico representa un decadente resabio del antiguo modelo, pero al mismo tiempo, matarían si algún extranjero habla mal de la reina.
Lo mismo sucede aquí en México, somos un pueblo profundamente ignorante de la historia, despreciamos a la política, violamos las normas sistemáticamente, evadimos impuestos, corrompemos a la autoridad, pero si alguien se atreve a hablar mal de la selección mexicana somos capaces de brincarle a puños. Juárez no es la excepción, aquí “se juega la patria”, como lo ha dicho el gobernador César Duarte, pero esa apuesta por sobrevivir, la vamos perdiendo. Y pensamos que las cosas se tienen que arreglar solas, porque solas se hicieron. Es falso, el caos es también nuestro hijo.
Cuando se hace un homenaje a alguien, quien quiera que sea, es porque deseamos que se convierta en un modelo a seguir para los más jóvenes, por su disciplina, su valor, su compromiso social, su patriotismo, esos son los ejemplos que deseamos, así que ponemos en la vanguardia de la historia a los pro-hombres, a quienes se les rinde culto, se les nutre de ficción y para concluir el proceso se les cubre de bronce. Así nos mentimos para sostener la patria.
Pero ¿qué significa “ser héroe” para un adolescente en Juárez? Para un niño que ve a la muerte de frente, que tal vez ha vivido en carne propia perder a un familiar o amigo, uno de tantos que van a las funerarias, cuando deberían estar en los gimnasios o en los teatros, que observan la impunidad en que se encuentra hundida la ciudad, y aún así, hablarle de epopeyas, de gestas heroicas, de ética, de civismo, no tiene relación con su realidad de muerte, dolor, pólvora y sangre. Ellos viven su propia batalla día con día, ellos son los héroes ahora y nadie se ha dado cuenta.
Y nos aferramos al patriotismo que suena hueco; el del himno, de la bandera, el del juramento, de los honores autómatas, de los colores que se han desteñido con el tiempo, que son opacados por la cruenta realidad.
En Juárez ya no hay respuestas absurdas, es más absurdo callarse, así que es preferible levantar la voz para decir que aquí todo opera con un lenguaje distinto al resto del país, los símbolos y sus significados aquí tienen otro contexto y una vez que descifren ese nuevo paradigma comenzarán a entendernos. No estaba mal Ruffo Appel cuando acusaba a la federación de no comprender a la frontera hace diez años. Sigue siendo igual.
Hoy celebramos de nuevo el día de la bandera y… ¿usted la cambiaría por la seguridad?
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