miércoles, 26 de enero de 2011
Vísperas guerrerenses Miguel Ángel Granados Chapa Periodista
Distrito Federal– Hoy es el último día para que candidatos y partidos hagan campaña en pos de la gubernatura de Guerrero, que se decidirá en los comicios del próximo domingo. Señales ominosas avisan del riesgo de que esa jornada sea violenta: a la agresión contra un militante perredista que lo tiene al borde de la tumba desde hace diez días se agregó el lunes el asesinato de un dirigente priísta.
Cada partido afectado acusa a su contendiente del ataque respectivo, por lo que no debe excluirse que haya represalias o provocaciones.
El 10 de enero, en Chilpancingo, fue golpeado al punto de que desde entonces se halla en coma, el representante del PRD ante el Instituto Electoral Estatal, Guillermo Sánchez Nava.
Este lunes, en la comunidad de El paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez fue asesinado Régulo Cabrera, cuya esposa y dos hijos quedaron heridos.
Ese es el extremo de la guerra sucia que han librado las dos coaliciones en contienda. Muy llamativa ha sido, por la extensa difusión que ha merecido en espacios nacionales, una conversación telefónica, interceptada ilegalmente, entre Ángel Aguirre Rivero, el priísta postulado por PRD, PT y Convergencia y la senadora perredista Claudia Corichi. Es una plática insulsa de cuya divulgación, sin embargo, deberán sacar consecuencias quienes la sostuvieron: la legisladora deberá abstenerse de participar en la jornada electoral, y sobre todo ha de pedir que se vayan de Guerrero los cien zacatecanos, locos o cuerdos, cuya presencia anunció a Aguirre.
La sola presencia de la senadora y de sus huestes, aunque dedicaran el día a descansar en las playas acapulqueñas sería un factor de perturbación, y a sus presuntas acciones se atribuirían los resultados del domingo que, si uno se atiene a las encuestas, favorecerán al candidato que no pudiendo serlo por su partido se unió a sus opositores.
Supongo que la delegación zacatecana no será determinante en el resultado, pero más vale que no lo parezca, sobre todo por la baladronada de Corichi, quien asegura que “lo suyo” es ganar secciones electorales difíciles.
Y anunciar que lo hará de última hora se presta fácilmente a sospechas generadoras de tensiones que deben evitarse.
La mayor parte de las encuestas dan ventaja a Aguirre.
La publicada anteayer lunes en El Universal, levantada en vivienda entre el 20 y el 23 de enero registra siete puntos de diferencia en su favor.
En un torpe afán de contrarrestar el efecto propagandístico de ese resultado, el PRI hizo publicar al día siguiente, en el mismo diario, otro ejercicio realizado por Comunicación Corporativa y Pública (que se confiesa parte del Grupo Chakal), bajo un encabezado contundente: “Manuel Añorve ganará elección a gobernador”, con los mismos siete puntos de diferencia. Se trata de una maniobra semejante a la que llevó al PRI a trucar los resultados de otra encuesta de María de las Heras, que muestra un empate a 39 por ciento de preferencias, como si fuera favorable a Añorve.
Debido a los managers que atienden a los contendientes en el cuadrilátero, la elección del próximo domingo se ha perfilado como un cotejo entre dos precandidatos presidenciales, Enrique Peña Nieto y Marcelo Ebrard.
Cada uno apoya a los candidatos de su partido, y han hecho actos de insistente presencia.
La del priísta parece obedecer a un propósito doble: no sólo contribuir a que su partido triunfe, como lo hizo en media docena de elecciones el año pasado, sino hacer suya una victoria que podría ser atribuida, en la combinación de factores locales y nacionales, a su competidor Manlio Fabio Beltrones. Añorve ha trabajado al lado del senador sonorense en los años recientes y su candidatura fue una muestra de la influencia de Beltrones.
Sin embargo, Peña Nieto se abstuvo de presentarse el domingo pasado en el cierre de campaña de su candidato, lo que sugiere que no quiere ser afectado por la derrota que eventualmente padezca Añorve (y que Beltrones no podría eludir).
Ebrard tomó el proceso guerrerense en sus manos a partir del asesinato de Armando Chavarría, ex secretario de gobierno y a la hora de su muerte, 28 de junio de 2009, líder de la legislatura local, eminente posición desde la que vislumbraba su postulación a la gubernatura. Con su presencia el jefe del gobierno capitalino eliminó al gobernador Zeferino Torreblanca de la toma de decisiones y se propone mostrar la derrota priísta a manos suyas como un anticipo de la que su candidato, sean quien fuere, infligirá en los comicios del DF a la candidatura priísta.
En el tricolor se da por hecho que el efecto Peña Nieto en el 2012 se reflejará en la elección local capitalina.
Pero no se trata más que de una ilusión, comprobable por las agudas divisiones que en este momento mismo, a la hora de elegir al Consejo Político priísta en el DF se están evidenciando y profundizando.
Aunque los partidos que aseguran representarla triunfen el próximo domingo, la izquierda continuará esperando su hora de gobernar a Guerrero.
Chavarría encarnaba la más firme posibilidad de que esa espera concluyera, y por eso fue eliminado, y por eso no se tiene noticia de quién lo mató año y medio después del asesinato. Si este fin de semana se altera sustantivamente el orden en algunos puntos conflictivos de la entidad, además que quienes los provoquen en su gestación tendrá responsabilidad el triste desempeño gubernamental, negligente para decir lo menos.
Ya que no cabe esperar nada del gobierno local, los candidatos deben afanarse en evitar violencia el domingo.
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