Arturo Rodríguez García
MÉXICO D.F. 24 de enero (apro).- Con una misa en ausencia, anécdotas y agradecimientos de quienes compartieron su labor pastoral, unas 500 personas homenajearon al obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Samuel Ruiz García, fallecido hoy en esta ciudad.
Las consignas de la lucha social, adoptaron un tono de despedida:
“jTatik vive, la lucha sigue”, “queremos obispos que estén con los pobres”… lo mismo las canciones de protesta que se elevaban entre uno que otro viva al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Sahumerios e incensarios inundaban la atmósfera, mientras la liturgia tradicional de las celebraciones católicas era alterada con rezos y cantos usados en la diócesis de Ruiz García.
La despedida de Samuel Ruiz fue programada para las 2:30 horas, pero el embalsamamiento tardó más de lo esperado, por lo que la misa debió iniciar y concluir en ausencia del cuerpo del “obispo de los pobres”.
En presencia de al menos 30 sacerdotes que compartieron su visión pastoral de “la opción preferencial por los pobres”, el provincial dominico, Gonzalo Ituarte, condujo la ceremonia en la que participaron lo mismo laicos que activistas y ciudadanos.
Ituarte, quien fungió como vicario general de la diócesis de San Cristóbal los últimos años del obispado de Samuel Ruiz, presentó al obispo de Saltillo, Raúl Vera López, quien pronunció un sermón en recuerdo del llamado por los indígenas jTatik, encomiando su vida y su obra.
Ante políticos como Josefina Vázquez Mota, Cuahutémoc Cárdenas Solórzano y activistas como Miguel Álvarez Icaza, Vera López encomió “la luz que emanaba don Samuel en tiempos en que el país se encuentra en tinieblas”.
En su mensaje, Vera López destacó que a Samuel Ruiz le tocó encontrar en Chiapas un sitio plagado de injusticias de abusos contra los indígenas, quienes eran flagelados por los dueños de las fincas, que les ofrecían salarios de tres centavos al día, que no pagaban porque aún existían tiendas de raya.
Recordó que en Los Altos de Chiapas a las jóvenes indígenas se les aplicaba la “ley de pernada”.
“Toda esta situación de injusticias, de abusos, de trato inhumano para los indios mayas, es lo que no sólo con su palabra de verdad, de justicia y de amor en su proclamación de la dignidad que tienen los hijos y las hijas de Dios denunció, sino sobre todo con la construcción de una Iglesia en la que puso los medios para que toda esa serie de injusticias y maltratos desaparecieran a través de las instancias que poco a poco se fueron construyendo, en donde por medio de la evangelización, quienes habían sido esclavos, quienes estaban sometidos, quienes no tenían voz, conocieran la dignidad que Dios les dio desde su nacimiento.
“Y esos mismos indígenas hombres y mujeres, por medio de su participación activa y la construcción de esas instancias, participaron en el cambio de las estructuras sociales, en las que se justificaba y se instrumentaba el trato inhumano que recibían”, recordó el obispo de Saltillo, visiblemente afectado por el deceso de su mentor en la Teología de la Liberación.
La misa duró cerca de tres horas hasta que Gonzalo Ituarte declaró un receso a fin de esperar los restos de don Samuel Ruiz. Según explicó el sacerdote, el retraso se debió a una serie de complicaciones en el servicio de preparación funeraria.
“jTatik vive…”
Más tarde, una guardia de frailes dominicos cargó el féretro del “obispo de los pobres” a su llegada al templo de Santa María de la Anunciación, conocida como la Parroquia Universitaria, donde lo esperaban cientos de amigos, activistas y religiosos cercanos a su labor pastoral.
Ahí estaban, entre otros, Miguel Álvarez Icaza; la representación mexicana del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas y, hasta Manuel Camacho Solís, con quien Samuel Ruiz compartió la mesa de negociación para la paz, luego del levantamiento del EZLN, en 1994.
Eran las 19:20 cuando el cortejo fúnebre llegó a la zona universitaria.
Abriéndose paso con lentitud, fueron los propios dominicos quienes acompañaron el cajón funerario por el pasillo central de la parroquia.
Una “bóveda de acero”, al final del pasillo, aguardaba el paso con los machetes en alto, rindiéndole honores a Ruiz García.
En las hojas de los machetes de los pobladores del municipio mexiquense de Atenco se leían frases de lucha social y también alusivas al jTatik.
Formada la bóveda, los machetes entrechocaban como si batieran tambores al paso de los restos del obispo homenajeado.
La disposición de los atenquenses, quienes pasaron cinco horas en formación esperando el cuerpo, así como el enjambre de reporteros presentes, provocó un ligero momento de tensión.
Sin embargo, quienes resistieron la espera, pasaron uno a uno a tocar el féretro, en el mismo orden que si fueran a comulgar.
Ahí, Vera López –quien la noche del sábado dio la extremaunción a Ruiz--, bendijo el féretro y pasó un sahumerio por los cuatros costados.
Al salir, los mismos frailes dominicos llevaron el cuerpo hasta el vehículo que lo trasladaría al aeropuerto de Toluca, donde una aeronave ofrecida por la Secretaría de Gobernación lo trasladaría a San Cristóbal, Chiapas, donde será sepultado en la catedral tan asociada a su historia personal y a la labor que realizó a favor de los indígenas.
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