jueves, 25 de noviembre de 2010

Di NO a la violencia. Lydia Cacho


Plan B




Ayer, Carolina, de 16 años, recibió la noticia de su vida: una familia ha elegido adoptarla. Saldrá del refugio para mujeres víctimas de trata, donde vivió por mucho tiempo, luego de ser rescatada por la FEVIMTRA de una red de prostitución forzada. Desde pequeñita la vendieron. Fue una asociación civil la que la escuchó y acompañó para convertirse en sobreviviente. La colaboración entre la fiscalía y la asociación civil fue la clave. Carolina dice que ella siente como si acabara de nacer; “es bonito importarle a alguien, es bonito que te quieran sin lastimarte”.

Lucha ha sido víctima de atentados y amenazas, pero su familia le dice que siga con su trabajo para construir el estado de derecho en México; su esfuerzo para defender a las mujeres de Chihuahua lo vale. Tal vez por eso la bautizaron “Lucha”: en su nombre lleva la misión como una de las mejores abogadas de México. Hace 10 años soñaba con los juicios orales, y recientemente llevó el primer caso de feminicidio ante un juzgado abierto. Y cuesta, y falta mucho, sí, pero los logros son inmensos, y no lo dice ella, sino las más de 300 mujeres cuyas vidas cambiaron luego de saborear una vida libre de violencia. A pesar de la corrupción, ellas lograron saberse ciudadanas libres; muchas ganaron casos y ahora ayudan a otras.

Samuel tiene 14 años. Durante un año vivió en un refugio con su madre, casi asesinada por su esposo; la balaceó porque se opuso a que él se dedicara al narcomenudeo. El niño llamó a la ambulancia, él pidió respaldo del refugio para mujeres. “En el refugio aprendí que no tengo que ser como mi padre, que hay hombres buenos y honestos, yo voy a ser de esos”, dice al despedirse. Un año de cuidados fue suficiente para salir de la depresión y erradicar la ira. “Yo no sé por qué todas las mamás lastimadas no van a los refugios, aquí nos enseñan que tenemos sentimientos y que nadie debe abusar de nadie”, le dice al juez que concedió la patria potestad a la madre.

Elpidia nació en un rancho y la primera vez que vio a un soldado fue en la frontera. La violaron entre muchos, la rescataron los de la diócesis y terminó en un refugio. De eso hace años, ahora ella es trabajadora social y traductora de lenguas mayas para víctimas de violencia sexual. En sus ojos no hay rastro de rencor; puritita fuerza y esperanza la mueven: “No todos los soldados son violadores, pero a los que sí, deben sacarlos de las Fuerzas Armadas y juzgarlos para que se sepa que las mujeres no somos juguetes de sus guerras”, me asegura con la pasión de las sobrevivientes.

Millones de personas en el mundo dicen no a la violencia contra mujeres y niñas. Desde refugios, albergues, centros de atención. Desde el buen periodismo, desde las artes y las ciencias. No son cifras, son seres humanos cuyas vidas están en juego. Hoy es un buen día para rebelarse contra la violencia, si te interesa: www.dinoalaviolencia.org

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