martes, 23 de noviembre de 2010

Condones y pederastas, los enredos de Ratzinger





Jenaro Villamil



MÉXICO, DF, 23 de noviembre (apro).- Demasiado tarde o demasiado tímido, el papa Benedicto XVI ha levantado una nueva ola de reacciones al ser publicadas algunas de sus declaraciones en el libro-entrevista La luz del mundo, en relación con los dos talones de Aquiles que su pontificado recibió como herencia de Juan Pablo II: la contundente negativa al uso del condón como método de anticoncepción y de prevención del VIH-sida, y las investigaciones por encubrimiento en los escándalos de pederastia que no se limitan sólo al caso de los Legionarios de Cristo y su fundador Marcial Maciel, sino también a otros prominentes sacerdotes como Lawrence Murphy y Peter Hullerman.



Las declaraciones que se han ventilado en la prensa parecen ir en contra de su reciente homilía en la basílica de la Sagrada Familia, ese portentoso templo construido por Antonio Gaudí, durante su reciente visita a Barcelona. En ella, Benedicto XVI habló como el Ratzinger que todos conocemos desde su época como responsable para la Congregación de la Doctrina de la Fe.



En Santiago de Compostela y en Barcelona, el pontífice católico hizo una loa a la noción unívoca y unilateral que tiene de la familia: hombre, mujer e hijos, donde la segunda está subordinada al hogar y demandó que el Estado sea lo suficientemente generoso para subvencionar a este modelo familiar. No se movió un milímetro de la negativa de El Vaticano frente al condón y generó una airada polémica por sus declaraciones en el avión papal, cuando afirmó que existe en España un “laicismo agresivo”, similar al de los años treinta, en clara referencia al periodo de la guerra civil que desembocó en la larga dictadura franquista.



El filósofo Fernando Savater se burló de la posición de Ratzinger en su artículo “¿Hasta Cuándo?”, publicado en El País. Afirmó que el Papa “destaca en teología, una de las ciencias más útiles y con mayor futuro, la única que inventa su objeto de estudio, mientras dogmatiza sobre él”, ironizó Savater.



Pero menos de dos semanas después de su desangelada visita a España, Ratzinger vuelve a generar reacciones encontradas, a raíz de algunas declaraciones que se han filtrado, derivadas del libro La luz del mundo, cuyo título también es equívoco, porque remite a la denominación de otra creencia religiosa condenada por la Iglesia católica.



En ese libro, Ratzinger afirma que “puede haber casos particulares justificados” para el uso del condón. “Por ejemplo, cuando un prostituto usa un condón y esto puede ser un primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar nuevamente la conciencia del hecho de que no todo está permitido y no se puede hacer todo lo que uno desea”, abunda.



No pasó ni un día de que comenzaran a circular estas palabras de Ratzinger cuando el diario oficial de El Vaticano, L’Osservatore Romano, precisó que el uso del condón “no es el verdadero modo de derrotar a la infección”. Incluso, el periódico recordó que el propio Papa, durante su visita a Africa, continente devastado por la pandemia, insistió en que el condón no debía ser usado porque podía empeorar la propagación del sida. Obviamente, habló, como señala Savater, desde su autoridad teológica, sin preocuparse por sustentar sus dichos en ninguna prueba científica.



Ahora abrió un mensaje tan ambiguo y moralista (el ejemplo de la prostitución más bien parece una reiteración a la condena moral al sexoservicio disfrazada de indulto papal al condón) que ha obligado a distintos voceros de El Vaticano a negar que se trate de un cambio de posición. Federico Lombardi, vocero papal, aseguró que sus palabras no constituyen “un cambio revolucionario” en la doctrina de la Iglesia.



Onusida consideró que a pesar de ser limitado, el “indulto” de Ratzinger al condón es un “paso adelante”. Otros voceros de las agencias gubernamentales responsables de enfrentar la pandemia subrayaron que el Papa olvida que la mayoría de los casos de VIH-sida en Africa no se relacionan con la prostitución masculina, sino con “la falta de emancipación de la mujer” y la insistente negación a la homosexualidad.



Extraído de los fragmentos del mismo libro, Ratzinger admitió que frente a las reiteradas denuncias contra el sacerdote mexicano Marcial Maciel, existieron “atrasos y lentitud” en El Vaticano para atender a las víctimas e ir al fondo de los casos. Califica al fundador de los Legionarios de Cristo como “un falso profeta” que tuvo una “vida disipada y extraviada”.



“Lamentablemente, hemos llegado con mucha lentitud y atraso al abordar estas cuestiones. De alguna manera estaban muy bien ocultas y sólo desde aproximadamente el año 2000 contamos con asideros concretos al respecto”, señala Benedicto XVI.



Las afirmaciones papales no pueden quedarse en un mea culpa. Si realmente existe una voluntad para enfrentar el “atraso y la lentitud” frente a los escándalos de pederastia, como el caso emblemático de Maciel, El Vaticano debe asumir una responsabilidad jurídica y social con las víctimas.



¿Qué busca Ratzinger con estas declaraciones? ¿Pretende ventilar un debate o vacunar su pontificado ante la crisis de credibilidad y de fe que ha provocado la negligencia de El Vaticano (por decirlo de manera amable) frente a los casos reiterados de pederastia y la condonfobia, homofobia y misoginia que han caracterizado los últimos 40 años de contrarreforma doctrinal?



El enredo puede ser mayor si Benedicto XVI pretende dejar todo en palabras teologales. El Papa ya abrió una caja de Pandora que millones de creyentes y no creyentes han esperado por lustros. La pregunta es si está preparando un contrataque frente a las fuerzas conservadoras y los intereses en juego que pueden sepultar esta pequeña rendija de autocrítica frente a una milenaria tradición de ocultamiento.



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