Indice Político
COMO TODO AQUELLO en lo que Felipe Calderón mete las manos, el PAN también se le está desmoronando. Y es que el otrora ideológicamente congruente partido blanquiazul no se hace aún a la idea de que, como en los mejores días del priísmo, el hoy ocupante de Los Pinos sea también “el primer panista del país” y que, como tal, haya relegado principios por un pragmatismo que sólo busca el poder por el poder de no poder.
Calderón, en efecto, ha relegado el principio democrático que invariablemente animó a los albicelestes, a grado tal que en 1976 optaran por mejor no presentar candidato a la elección presidencial, antes que sacrificar su esencia. Y en ese tenor, ha impuesto a dos sucesivos dirigentes –sus paisanos Martínez Cázares y Nava Martínez—, así como a buena cantidad de consejeros y, por supuesto, a miembros del CEN y de las dirigencias estatales.
Ni qué decir de imposición de candidatos que, como en el caso de Miguel Ángel Yunes Linares para Veracruz, le han resultado contraproducentes, por ejemplo al recordar el estribillo aquél del 2006 que aún resuena en los oídos y conciencia del michoacano: “voto por voto, casilla por casilla”.
Va Calderón, ahora, por la tercera imposición al hilo del dirigente panista. Pero a menos que de verdad sea un genio del ajedrez político, todo indica que el tablero se le está descomponiendo. Por doquier brincan alfiles que se quieren conocer reyes.
Y eso trae enredados, por decir lo menos, a los panistas.
Porque, primero, Calderón les envió la señal de que su “dedeado” era el ex coordinador senatorial Gustavo Madero, quien ya hasta se había disfrazado con una banda presidencial.
Luego apareció en el escenario de la sucesión albiceleste la ex comisionada del Instituto Nacional de Migración Cecilia Romero, apoyada por Margarita Zavala Gómez del Campo y con quien, presuntamente, Calderón mismo se habría comprometido a “considerarla”, a cambio de que dejara la posición en la que fracasó estrepitosamente, cual lo muestran los incontables actos vejatorios, secuestros y matanzas de migrantes que cruzan por nuestro país.
Un compromiso similar habría establecido Calderón con su otrora amigo y ex colaborador Francisco Ramírez Acuña, a quien envió a la guerra sucesoria desarmado. De nada le valieron al jalisciense los méritos en (pre)campaña, cual haber “destapado” al hoy ocupante de Los Pinos a contrapelo de Vicente Fox, ni los osos que hubo de hacer al quedar relegado por el extinto Juan Camilo Mouriño, quien en los hechos lo desplazaba de su papel como ocupante del Palacete de los Covián.
Y ahora resulta que no. Que ni Madero, menos aún la Romero, tampoco Ramírez Acuña. Que “el bueno” —¿el “más mejor”?— es el joven Roberto Gil Zuarth, de quien prácticamente todo el mundillo político se deshace en elogios.
Lo dicho. O Calderón es un magnífico ajedrecista con el absoluto control del tablero… o de plano los alfiles ya se le salieron de control.
Le estarían cobrando así, éstos últimos, la ausencia de congruencia ideológica. El pragmatismo. Pero sobre todo las derrotas.
Y es que este que hoy vemos es un PAN derrotado. Ni en sueños es aquel que, hasta antes del salinato –cuando trocó pragmati$mo por prin¢ipios— pugnaba por “el bien común”, la democratización de la vida pública, y en contra de la corrupción de los administradores públicos.
Este PAN se desmorona ante los privilegios para unos cuantos, el amiguismo, compadrazgo y exclusión de los no partidarios, y una enorme deshonestidad que no sólo se manifiesta en jugosos salarios y prebendas, en los grandes negocios –con el 10 ó 15% de respectiva “mochada”—, incluso por las fallidas gestiones de quienes ahora dicen detentar el poder “del no poder” que decía Marcela Gómez Zalce.
Es un PAN ampliamente derrotado en las urnas, además. Felipe Calderón no se ha repuesto de la pérdida de la primera minoría en la Cámara de Diputados, posición que ocupa desde hace un año el partido tricolor, ni de que en las gubernaturas electas este 2010 el PAN no haya podido presentar candidatos propios que fuesen triunfadores. Todos quienes ganaron en alianza con “Los Chuchos” del PRD, son en realidad ex priístas.
Y lo que más duele a los verdaderos militantes del PAN es precisamente esa alianza con quienes históricamente han sido sus opositores reales: los herederos de Lázaro Cárdenas, aquél ex presidente contra cuyas políticas se fundó Acción Nacional.
De aquel Partido de Acción Nacional, Calderón ya sólo dejó moronas.
Índice Flamígero: En mayor o menor medida, los aspirantes a la dirigencia del partido fundado por Manuel Gómez Morín han sido críticos del rumbo que ha adoptado el PAN bajo las manos de Felipe Calderón.
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