viernes, 29 de octubre de 2010

LA BOLA DE NIEVE Ramón Quintana Woodstock


De aquellos años de los ochenta recuerdo un ambiente hostil. Los chavos de la cuadra crecimos entre borrachos y malandros. En el mero centro de la calle había un lugar donde vendían pastillas que usaban para drogarse. En esa casa de distribución vivían Lolo y Panchita, el primero era el martillo de la segunda, la segunda era un mujer de la tercera edad, o más bien entrada la cuarta, tenía voz de Adelita y carácter de María Félix. El primero era hombre mancebo que apenas alcanzaba los cuarenta, nadie se explicaba como hacían pareja pues entre uno y otro había más una veintena de años de diferencia, donde la segunda, era mayor que el primero, y el primero no tenía ningún conflicto desarrugando cueros, se divertía como enano, ¡ya sabrán!

Bueno, así eran ellos, el meollo del asunto es que toda la noche y todos los días, desfilaban personas, los que compraban y los que cobraban por dejarlos hacer negocios, esto último era asunto exclusivo de la policía municipal y de la extinta policía judicial. La calle donde jugábamos beisbol se detenía cuando llegaba el Boladihumo, el agente más temible de la corporación. Todos los vecinos eran testigos del evento, pero lo peor es que los que entonces éramos niños también lo administramos en la memoria larga. Entonces esta ciudad tenía más de medio millón de juarenses, y cualquier asesinato era un notición (aunque rara vez sucedía).

Ahí es donde quiero llegar. Aquellos trabajaban como en cualquier empleo, las diferentes policías sabían lo que pasaba, pues este pueblo era chico y las distribuidoras (ahora picaderos) eran contadas, no había mucho que investigar porque ni siquiera había balazos ni muertos. Los gobiernos en turno, tanto mapaches como azules se hicieron weyes y nunca previeron que aquello era una bola de nieve que hoy tiene sus repercusiones letales.

Pero analicemos el contenido de la bola de nieve: lleva varios ingredientes. La falta de oportunidades es básica, es decir, los más pobres siguieron siendo más pobres por no tener trabajo digno, hacer algo para tener dinero fácil era vital. La explosión demográfica, la expansión demográfica sin control, la inmigración desorbitada, que provocó la sequía laboral en Coahuila, Durango, y Veracruz principalmente arrastró a esta tierra a miles, entonces se armó el descontrol, es decir, calles sin nombre, casas sin número, autos sin matrícula, colonias sin apellido, asentamientos irregulares, calles sin pavimento, gente, mucha gente sin identidad. Es verdad, había trabajo en la maquila y se abarrotó por aquellos que abandonaron el campo, otros que no llegaron a los Estados Unidos se quedaron, y los que se fueron dejaron familias disfuncionales, monoparentales con poca astucia e imaginación para educar a los niños que hoy ya son adultos.

Entran una veintena de factores en donde por supuesto los ególatras riquillos no se escapan, estos nunca hicieron nada por devolver algo a la ciudad que los ha hecho familias poderosas, no sólo de este país, si no de Latinoamérica. Sólo se sirvieron de las canonjías políticas y de las prebendas electorales para hacer más negocios y llenarse de dinero (y estiércol) hasta el cuello, ahí, si podemos ver a varios empresarios invirtiendo, ¿en lo otro, para qué?

O dígame usted lector, ¿conoce alguna escuela sufragada en su totalidad por El Diario, Gas Natural, Lechería Zaragoza, Bermúdez, Del Río? ¿cree usted lector que es tiempo de devolver algo o es demasiado tarde? Bueno, Gas natural organiza una carrera pedestre, dará premios. ¡Por favor no se vayan a quedar pobres!

Volvamos al asunto. Por otro lado los vecinos saludaban a la familia Pastilla como gentes normales, nadie decía nada, o sea, los ciudadanos también fueron cómplices porque así los dejaron crecer y dejaron a sus hijos que vieran todo ese aquelarre, como si aquello fuera de lo más normal. Entonces se estaba cocinando el México del nuevo milenio para terminar con esta ciudad que ahora tiene una hemorragia imparable.

Aquello de la familia pastilla terminó en 1990, cuando se marcharon quién sabe a dónde. En ese año mi cuate el César, se mudó a esa maldita casa donde vendían cosa mala, el menso de César cuenta que todavía a él le tocó atender a los frustrados mercaderes que no sabían que la familia Pastilla, para mayor comodidad de la clientela habia cambiado su domicilio. FIN.

PARA DEGLUTIR: Los medios de comunicación local y nacional están muy entretenidos en la cosa de la sangre y las balas, pero hay un tema escondido en lo más recóndito donde nadie pone sus mirada (menos su inteligencia) y mientras aquel tema es la cabeza de las conversaciones y publicaciones diarias, la robadera y el desfalco sigue su cause normal, podrido y sin que nadie lo perciba. Me refiero a los políticos que se aprovechan la distracción del pueblo para llenarse los las bolsas de dinero, aquellos de cuellito blanco (y otros vestidos de vaqueritos) que ante la sociedad son pulcros y rectos, vean ustedes como quedó la administración anterior (me refiero a mi ciudad) y no quiero ir más atrás porque es un cuento de nunca acabar.

En una visión muy personal, el maestro José Reyes Ferriz se rodeó del personal equivocado, algunos de sus cuadernos de doble raya a quienes les dio la confianza y autonomía de gestión lo defraudaron seriamente. Quienes recibímos su cátedra en la UACJ, -no sé si me equivoque- percibimos en el ex alcalde una persona honesta, amante de los negocios, de su Correduría y un hombre de trabajo. ¿para qué querría un hombre como él, dar clases de a cien pesos la hora dos veces por semana? Repito, es mi percepción muy personal.

Ramón Quintana Woodstock
refrigerador97@hotmail.com

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